martes, 31 de marzo de 2020

Los dos papas


Dos actores de enorme empaque y talento, Jonathan Pryce y Anthony Hopkins, se ponen la sotana papal o cardenalicia para debatir en distintos escenarios eclesiásticos sobre el futuro de la Iglesia católica y sobre sus propias debilidades humanas. Antes y después, sendos cónclaves para llegar al “habemus papam”.

Huyendo de cualquier regusto teatral, el director Fernando Meirelles mueve a los protagonistas con fluidez y elegancia por el Vaticano, Castel Gandolfo, la Sixtina… Y el futuro papa Francisco callejea un poco por Roma y Bueno Aires, además de tener sus flashbacks de juventud (que, a mi juicio, lastran algo el conjunto).

El guión, tengámoslo en cuenta, lo firma Anthony McCarten, responsable de adaptar al cine, sin meterse en muchos charcos, la vida de Stephen Hawking en La teoría del todo y la de Freddie Mercury en Bohemian Rhapsody.

Los claustros, pasillos, sacristías, capillas, comedores y despachos de la cúspide de la Iglesia dotan a la película de empaque añadido al de los dos intérpretes. Y el guión, hábil en todo momento para mencionar de pasada lo más delicado y recrearse en lo más agradecido, permite hablar con cierta profundidad a estos dos papas de lo divino y de lo humano. Y a nosotros ser testigos de tales encuentros, sin pensar ni un instante en qué se ha hecho del croma y del retoque digital. La película, en este aspecto, es casi un milagro.

Bromas aparte, resulta curioso que la narración se demore en los claroscuros de la biografía del argentino, incluyéndola en su confesión al papa Benedicto, mientras apenas se hace una mención puntual, por un tercero, de los borrones en el pasado del alemán, que también se confiesa con Francisco, pero sin que sepamos nada de sus faltas puramente terrenales.

Seguramente, eso habría derivado en otra película. Ésta tiene como protagonista a Pryce/Bergoglio, aunque Hopkins/Ratzinger acabe generando casi más simpatía. Cosas del carisma galés. Sabemos hace tiempo que Hopkins se come vivo a cualquiera.


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