domingo, 11 de abril de 2010

Polanski y su escritor

Con el exterminio de los judíos polacos clavado a su libro de familia, una tragedia sangrienta en el momento clave de su carrera y un escándalo sexual que treinta años después aún le persigue, Polanski sigue filmando y consiguiendo resultados comerciales y artísticos notables. Su turbia leyenda, sus vaivenes por el mundo a la caza de financiaciones compartidas por diferentes países, su capacidad consiguiendo estrellas para interpretaciones inolvidables, su precisión musical (desde el jazz de Komeda al Strange de Grace Jones), su gusto por los ambientes opresivos y menguantes mediante composiciones asimétricas del plano que explotan el fondo de cada escena, … son algunos de los atributos que lo distinguen y mantienen entre los grandes en activo de la cinematografía mundial.

Desde 1962 a 1968, en poco más de seis años prodigiosos, Polanski estrena cinco obras maestras consecutivas: El cuchillo en el agua, Repulsión, Callejón sin salida, El baile de los vampiros y La semilla del diablo. Sus primeros cinco largometrajes. En cada uno de estos films, sin renunciar a ser él mismo, traza un dibujo distinto del alma y exhibe un imponente dominio de los códigos que se necesitan para manejar el drama sicológico, el terror surrealista, el noir extremo, la parodia elegante y el demonio de Nueva York.

Hollywood parece rendido a sus maneras gamberras de autor insobornable con punch europeo y olfato comercial. Polanski se ha casado con la bella Sharon Tate, a la que conoce y seduce realizando El baile de los vampiros y vive en una mansión que va a convertirse en mito mientras él prepara nueva pelicula y sueña con rodar después una costosa historia de piratas. Pero mudarse a Cielo Drive puede ser tan peligroso como estrenar apartamento en el infierno burgués del Dakota.


Una noche de drogas, satanismo de poca monta y cuchillos, la "familia" del loco más famoso de América entra en el 10050 de Cielo drive y representa un drama sangriento que hasta Polanski es incapaz de imaginar para una pantalla. Él está en Gran Bretaña, preparando el rodaje de El dia del Delfín, que jamás llegará al cine. Su mujer embarazada de ocho meses celebra una fiesta de íntimos cuando los acólitos de Manson entran en la residencia del cineasta, acorralan a la anfitriona y a sus invitados y los someten a tortura hasta la muerte. Nadie sale vivo de allí.



Tras los terribles asesinatos y la conmoción mediática que suponen, con el consiguiente desglose pormenorizado de hipótesis, especulaciones y trapos sucios, Polanski sobrevive a duras penas. El cineasta permanece dos años noqueado, pero consigue sobreponerse y rueda un interesante Macbeth, la potente Chinatown y El quimérico inquilino, otra obra maestra inconfundible y terrorífica que pone en pie con la joven Isabel Adjani y él mismo como protagonista. Parece haber pasado el bache, aunque basta fijarse en la historia del detective Jake Gittes y la del inquilino Telkovsky para comprender que la cicatriz californiana sigue en carne viva.

Incluso sin que las maldades ajenas irrumpan en su biografía, el tipo parece marcado y una noche de champán y fotos en casa de Nicholson, Polanski abusa de una menor y todo vuelve a convertirse en un circo de titulares y decisiones judiciales cambiantes que acaban con un no menos escandaloso abandono del país, un día antes de que parezca inevitable ir a chirona y pagar en nombre de todos los salidos de Hollywood. De nuevo, Polanski parece vivir una película personal de consignas conocidas pero más inesperadas que las de cualquier guión.

Así que Tess se convierte en su última película apreciada por la academia americana. Y pasan siete años sin rodar. Cuando al fin lo consigue, recupera un viejo proyecto y fracasa. Después de Piratas, amplios sectores de la industria y de la crítica empiezan a considerar que su talento se da prácticamente por amortizado.


Pero lo cierto es que durante ese período de supuesto declive que llega hasta hoy ha filmado Frenético, Lunas de Hiel, La muerte y la doncella, El pianista y Oliver Twist, todas excelentes, con un solo patinazo real: La novena puerta. Polanski sigue teniendo nervio y sabe establecer el territorio exacto para cada una de sus historias, oprimiéndolo sin descanso: convierte París en una ciudad de angustia, un transatlántico en una ratonera matrimonial, la casa de campo idílica en un centro de tortura y Varsovia en símbolo de la humanidad deshecha.


Enésima pirueta estilo Roman: Hollywood le perdona antes que los jueces y premia El pianista aunque su director siga en busca y captura. La interminable escena en la que un hombre loco de hambre busca el modo de abrir una lata de conserva que apenas puede sostener, sigue siendo una lección de cine que convierte el holocausto de Spielberg en una acumulación poco sutil de barbarie. Hay que saber aguantar el plano insignificante para decir la verdad sin gritarla.


Y la semana pasada, estrenó en España otra película rebosante de talento: El escritor. Ahora, la vida de Polanski no parece una película sino que la película parece la vida de Polanski. El primer ministro inglés de cuando "Irak 2.0", está acusado y acosado. El Tribunal de la Haya quiere juzgarle por juego sucio en connivencia con la CIA y su retiro dorado en una isla maldita se convierte en sarcasmo cuando el encargado de escribir sus memorias aparece muerto en la playa y hay que contratar otro negro que termine el trabajo de ensalzarle como político y como hombre.

Al contrario que Scorsese en Shutter Island, Polanski y su escritor no persiguen la obra maestra. Se conforman con ofrecer un buen libro de memorias y una buena película. Pero Polanski sí firma los trabajos, aunque sean de encargo, y se asegura de que lo que le compremos sea una de las suyas: el escenario acristalado es tan opresivo como un castillo de Poe, la climatología se mete en la banda sonora, los intérpretes -archiconocidos pero pocas veces brillantes- sacan lo mejor de su repertorio, y el final deja sin aliento.

El poder, la soledad, la traición, los abogados, la mujer en el centro del drama... Todo remite al universo personal del polaco. Aunque en realidad, como le sucede a su escritor, Polanski interviene en todos los guiones menos en el de su propia vida.




3 comentarios:

  1. Mira, Polanski podría ser el tercero en discordia de les enfants terribles. A mi me gusta, pienso que esa manera tan especial de abordar temas de lo más increíbles a personas normales lo lleva con una naturalidad desbordante. “Frenético”, “La semilla del diablo”, “El pianista”. ¿Qué puede llegar a realizar un ser humano si se le lleva al extremo? Al extremo interior, a lo más íntimo, “Lunas de Hiel”, a lo más interior, dónde está en juego tu mente y tu alma, “La muerte y la doncella”, donde la familia te vuelve del revés, “Chinatown”, …dónde saber la verdad te cuesta, digamos, “el bien más preciado”, “El escritor”. Polanski “In extremis”, en todos sus trabajos, está su sello, ante una apariencia de “poquita cosa” se esconde una mente atenta, observadora, que no le importa ahondar, ni resultar molesto, o hacer que nos sintamos incómodos, nos hace pegarnos al asiento y a la vez querer saltar de él. “El baile de los vampiros” humor negro sobre un tema mítico, “Piratas” menuda luz tiene esa película, … en fin, a mi me gusta, aunque me cause desazón. La última, “El escritor” me gustó mucho, hasta las “pegas” que ponen por ahí, me gustan, pienso que es parte de la manera de hacer del director y me gusta, ya he puesto por ahí lo que pensaba de ella nada más salir del cine, y creedme que mi estado era de alegría, sí, estaba contenta, ¿Qué más se puede pedir?

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  2. ¿Y si Polanski no hubiera sufrido el trauma brutal de perder asesinada a su esposa?¿Serían sus ambientaciones tan opresivas?¿Generarían tanta desazón sus pelis? Ya sé que me direis que aapuntaba maners con sus primeras obras y que las ucronías en la vida no valen, pero con Polanski me oucrre que unca puedo separar a la obra del autor, no hay distancia, su realidad lo ocupa todo.
    Esta última, El escritor, me ha parecido uno de esos ejercicios de estilo perfecto,aparentemente contenido pero de grandísima fuerza. Efecitvamente el final se desata y genera toda una reflexión sobre los mencanismos del poder.

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