martes, 26 de noviembre de 2024

La palabra imagen

 Podrías entonar únicamente la palabra y surgiría la película en la pantalla mental inmediatamente. 

Aquí lo pondremos fácil:

¡¡Stellaaaaa!!

¡¡Chenchoooo!!


"Mi casaaaaaa"


Penitenciagite


¡¡¡Wilsoooon!!!


¡¡¡¡Héctooooor!!!

lunes, 25 de noviembre de 2024

Jurado número 2

Clint ha visto por fin en pantalla lo que nadie se atrevió a decirle mientras rodaba y protagonizaba Cry Macho: que su condición de estrella (actoral) ya pertenece a la historia del séptimo arte, no al cine de estreno.

Bueno, tampoco tiene de qué quejarse: los protagónicos le duraron hasta Mula en 2018 (¡con 88 años!). Incluso el gruñón ojeador de béisbol que se está quedando ciego y hace mofa de su decrepitud funcionaba en Golpe de efecto, ya con 82. De hecho, la aventura romántica Amy-Justin en aquella película menor se dejaba ver porque Clint hacía de padre de ella. 

Con 94, esta leyenda viva ha decido dirigir sin aparecer en escena (ni como juez, que era el único papel posible para Eastwood en El jurado número 2). Sabia decisión, viejo amigo. La película funciona espectacularmente sin necesidad de ver a Clint en pantalla. Es una intriga judicial magnífica, con un reparto muy inspirado y un grandioso final. 

Hasta los guiños a títulos mayores de épocas doradas (12 hombres sin piedad, Yo confieso), le sientan bien al guion, que lleva a su terreno cualquiera de las ideas ya utilizadas en aquellos clásicos. Y que tiene en la dirección del viejo Eastwood una garantía absoluta de elegancia y fluidez sin adornos. Como dice un amigo mío: Clint ya deja la película "en el hueso". ¡Pero qué hueso!

No sé si está preparando otra, porque Warner ha sido muy cicatera en su estreno, promoción y mantenimiento en salas. Cualquiera sabe a estas alturas, pero aún puede dar la sorpresa en los Oscars y decirle al Estudio lo que ha dejado en la cuneta. A lo mejor Warner pensaba que era un ciervo. Y es nada menos que Clint Eastwood, el grande, llamando una vez más a su puerta.

 

martes, 19 de noviembre de 2024

Justicia Artifical

Tiene un plus esta película de Simón Casal, al abordar algo de temática tan distinta a las que suele nuestro cine. Justicia Artificial está fuera del cine de época, de la comedia cañí, del policiaco desabrido y la animación copista.

De pronto, una película española – moderadamente futurista y con intriga criminal como armazón- ofrece verdadera enjundia, dilemas morales, debate público y claridad expositiva para desarrollar esa trama quizá demasiado convencional, pero con premisa revolucionaria:

Justicia algorítmica fría y rapidísima frente a justica humana, con sus virtudes y demoras. Multinacional (con tarifas a la carta para según qué), frente al tercer poder abrumado de casos y también corruptible. La supuesta infalibilidad del algoritmo (que ya sabemos todos que no es tal), frente al sesgado pero humano diagnóstico de una persona profesionalizada en leyes, jurisprudencia y mentirosos de banquillo.  

Como thriller cifi, Justicia Artificial funciona maravillosamente en sus dos primeros tercios y se atropella un poco en el último. Tiene a huevo un giro final a lo Shyamalan (al que supongo renuncia por simple coherencia), pero apuesta como debe ser en estos casos por un desenlace mezcla de pesimismo y esperanza.

En una atmósfera milímetrada para funcionar (Gatacca gallega), Verónica Echegui cumple, algo envarada en su interpretación de esa juez autoexigente y emocionalmente esquiva. Los demás lo clavan en roles más confortables. Incluyendo el de Alberto Ammann, que sigue sorprendiendo en la construcción de una carrera fascinante, nada artificial. 


sábado, 16 de noviembre de 2024

XIX FCIMérida

 


Como ya dice El Periódico de Extremadura: 

"Garrido informó de que la programación incluye «de todo un poco», pues habrá propuestas musicales como ‘La Guitarra Flamenca de Yerai Cortés’, la ópera prima de C. Tangana; otro debut en gran pantalla con ‘La marsellesa de los borrachos’, que habla del pasado y presente; cine indie con ‘A different man’; la evolución de China como país a través de ‘Black dog’; una apuesta arriesgada con ‘El jockey’; animación con ‘Memorias de un caracol’; gastronomía con ‘Mi postre favorito’; y la imprescindible ‘Emilia Pérez’. También se proyectará el cortometraje ‘O estado de alma’.

Y una película sorpresa, claro, la sección Cine y Escuela (que ya está en marcha), el Jurado joven, la revista, el Jazz y lo que se tercie. 

Briz, Garrido y su grupo de irreductibles lo han vuelto a hacer. Gracias por resistir.


sábado, 9 de noviembre de 2024

Anora

 

Anora ganó la Palma de Oro en el último Festival de Cannes.

A estas alturas, las decisiones de los jurados festivaleros clase A son tan engañosas como el algoritmo. En fin, que no es para tanto, con lo que han sido las Palmas durante décadas y lo que van siendo de un tiempo a esta parte.

Ojo: a mí, que no seré jurado de Cannes jamás, Anora me gustó mucho, por una parte. Por otra, no tanto. Cuenta con interpretaciones portentosas y una premisa golosísima: darle la vuelta al calcetín de Pretty Woman, que naturalmente está sudado y con tomates.

El principal inconveniente que le veo a Anora es un mal que no le corresponde en exclusiva: ¿por qué demonios el estándar comercial norteamericano actual, hasta en el "indie", es llegar a las 2 horas 15, o rebasarlas? Esta película ganaría en una versión más breve, en la que el “autor” Sean Baker (director-guionista) no engatusase al productor (ah, espera, que también es Sean Baker). 

Porque Sean en Anora abunda en la idea muy estadounidense de que lo más europeo consiste en incluir escenas o prolongaciones insustanciales. Como que eso le diese a las películas un toque más desaliñado y realista. Cuando el gran valor del cine norteamericano fue (al menos en tiempos), su capacidad para la concreción, el ir al grano durante todo el metraje.

Bueno, digresiones (europeas) aparte: un buen "indie" y ya. Con unos cuantos personajes muy convincentes y  curiosos, en especial el más inesperado.

sábado, 2 de noviembre de 2024

Casa en llamas

Astutamente, la decisión de guion más extrema de Casa en llamas se toma al principio. 

Parece una lección aprendida del gran Alfred, que incorporaba la violencia en el primer tramo, de modo que el resto del film, hasta casi su desenlace, lo presidiera la tensión por cuándo tendría lugar el nuevo estallido, del que los personajes se han demostrado capaces y hasta proclives.

Aquí tenemos a una madre extrema, que ha movido todos los resortes para reunir en la casa de verano a los que le importan. Nada le impedirá celebrar ese encuentro: NADA. La actriz que la encarna, Emma Vilarasau, está impecable e implacable.

En dicha reunión se añaden parejas de los hijos (marido harto, novia de tanteo), la nueva del padre (interesante personaje, el de Clara Segura), pero básicamente esto es un exorcismo privado que airea las carencias de una familia pija y catalana, el combinado ideal para la sátira. 

El padre parece originario de otro lugar de España, a juzgar por el uso solo puntual de la lengua en la que se expresan los demás casi todo el tiempo. No importa, Alberto San Juan es un especialista en esta clase de papeles de tipo detestable que hace sonreír con sus aspavientos y victimismos. 

Y es que el egoísmo campa a sus anchas en esta casa, poblada por intérpretes muy bien escogidos para manifestarlo en todas sus versiones: la mentira, la cerrazón, el infantilismo, el capricho descerebrado, el ansia de dominio, la autocomplacencia, las trampas, los chantajes sentimentales y hasta los pufos. 

Todo descarnadamente cómico, aunque tiene su trasfondo y es un acierto que director y guionistas sean catalanes también. Hay risas que solo tienen un pase si son a costa de uno mismo.

Bastantes llamas tenemos ya en la casa de todos.

viernes, 1 de noviembre de 2024

La infiltrada

Carolina Yuste es una actriz salvaje. La descubrí en 2018, en una de Vermut (Quien te cantará, creo que la mejor de las suyas) y la primera de Arantxa Echevarría, Carmen y Lola. Esta directora, que no hace más que progresar a cada película que rueda con ella, la puede nombrar su fetiche. Echevarría ha hecho otras, demostrando de paso su solvencia para comedias facilonas. Pero con la Yuste vuela, pareciera que la actriz le hubiese dicho: "a mí, para mierdas, no me llames".

Y eso que Carolina Yuste también ha tenido que rodar películas muy discretas, alguna hasta con Arantxa. Pero siempre le basta un papel mínimamente bien armado, para convertir su personaje en alguien de verdad. Hasta en birrias como Sevillanas de Brooklyn, donde solo Estefanía de los Santos y Manolo Solo pueden aguantarle el plano. 

Luego se ha marcado dos con Arantxa (una mala y otra buena), la de Jaime Rosales, el gran personaje como esposa de Eugenio en Saben aquell (la mejor de David Trueba, de lejos) y, de esa, directamente ha llegado a esta infiltrada poderosa, frágil, valiente, llena de matices; comiéndose a Luis Tosar crudo, al también ascendente Anido y al que le pongan por delante. Momentos con el etarra Kepa, cortando filetes en la pollería, leyendo cartas familiares o compadreando con los borroqueros a los que detesta y teme, son menciones aisladas de su recital. 

La película tiene nervio e interés de principio a fin, pero se aguanta sobre los hombros de la Yuste, para lo terrible y para lo incómodo, lo férreo y lo humano. Si fuera un director seguro de un nuevo guion con un buen personaje femenino en él, llamaría a la Yuste sin dudarlo. Claro, que a lo mejor en ese momento esté rodando otra con Arantxa. 

Estaríamos de suerte.