Ventura Pons acaba de morir.
La frase anterior podría ser el título de una película suya, aunque habría que decidir si documental o de ficción, si de risa gorda o de seriedad elegante. Porque Pons, en los cuarenta años que duró su carrera, se apuntó a todo, a un estilo y a su contrario, a lo peor y lo mejor del cine, a juez y a parte. A veces me parecía el Jekyll y Hyde del cine catalán.
Arrancó en los documentales, con los que logró algunos de sus mejores trabajos (recuerdo con especial cariño El gran gato), e hizo mucha comedia caspa (y la comedia catalana caspa es muy caspa). Hasta que en 1994 se sacó de la manga cinco preciosidades consecutivas: El porqué de las cosas, que enlazó con Actrices, Caricias, Amigo Amado y Morir (o no).
Después volvió a los callejones populacheros sin despeinarse. Concediendo aún a su Jekyll algún destello valioso (documentales afortunados, un papel lucido de la Sardá...). Aunque se inclinó nuevamente por más comedia caspa o películas claramente fallidas, incapaces de reproducir la fórmula que le devolviera a la elegancia de los años noventa.
En fin, una prolífica pero extraña carrera la de este director de cine y teatro, productor, guionista y hasta vicepresidente de la Academia de Cine, querido por el catalanismo oficial, asiduo al Festival de Berlín, laureado con distinciones varias, de índole nacional e internacional, cinematográficas e institucionales.
Conoció el éxito comercial y el autoral, el pedestal y la picota. Y nos quedamos esperando la gran película testamento, que nunca llegó. Descansa en paz, Ventura (podría ser el título de otra peli).
los muertes siempre deben salir a hombros, pero esas que citas no eran tan buenas y la cantidad de morralla que le financiaron es sangrante
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