Pablo Berger es una rara avis. Debutó con una película atípica, Torremolinos 73, tragicomedia que va ganando empaque año tras año. En ella, además de demostrar una cinefilia útil a la narrativa, se apuntó el mérito de contratar a un Mads Mikkelsen casi debutante (de Candela Peña y Javier Cámara nada que añadir: hace mucho tiempo que clavan cada papel).
Luego se pegó el pasote de Blancanieves,
en blanco y negro y muda, como The Artist, pero mejor. En mi opinión, la obra
maestra española de la década pasada. Dio después un ligero patinazo con
Abracadabra, no sé si por comparación, un enfoque algo desequilibrado o ambas
cosas.
Han pasado unos cuantos años más y se
ha vuelto a inventar algo completamente distinto y deslumbrante. Robot
dreams es la mejor película de animación del año, en un año en que la
competencia es feroz. Se trata de una bonita, triste, deliciosa historia de soledades,
inconformismo, amistad y renuncia. Sueños también, desde luego, para que la
animación se luzca hasta extremos inesperados y gloriosos.
Llena además de guiños a un Nueva York de décadas atrás, pero que la generación de Berger reconocerá perfectamente y las posteriores también gracias al furor vintage que nos rodea. Con música cuidadosa, felizmente seleccionada o compuesta, la de los temazos y la del piano chapliniano.
Enumerar detalles y escenas que dejan boquiabierto por sus soluciones narrativas, éticas, estéticas o cinematográficas nos llevaría un tiempo innecesariamente largo. Mejor usado en ver Robot Dreams en la gran pantalla. Que ya estáis tardando.
una delicia, ¡Feliz Año!
ResponderEliminar