En varios momentos tuve la sensación de que hubiese sido una excelente miniserie de tres episodios. Porque Oriol Paulo
tiene tanta seguridad en su buen pulso narrativo que desperdicia
personajes, situaciones y hasta escenarios. Solo le importa conseguir el
ritmo trepidante de una intriga artificiosa a más no poder, pero
entretenidísima y completamente satisfactoria para el espectador medio.
Los renglones torcidos de Dios parte de una novela de la que apenas deja la raspa, para construir un ejercicio tramposo pero hábil que tiene sus mejores bazas en Bárbara Lennie, Eduard Fernández y el juego sibilino de los tiempos narrativos.
La puesta de largo del guión en pantalla
deja pistas para que las claves del misterio se puedan rastrear, exhibe
músculo en los escenarios (aunque ya digo, desaprovecha bastante el
principal), se permite pasotes disonantes que encajan en el conjunto
(la jaula, la danza yeyé), y se monta una trama de muñecas rusas que
sólo los resabiados como yo saben con certeza cómo va a terminar.
Lennie lo hace todo bien, aunque no se llevará el Goya. Solo le falta un cruze de piernas delante de los psiquiatras más blandengues.
A Paulo no le interesan los renglones torcidos, sino los retorcidos. En ese campo, como siempre, aprueba con nota.
No aburrirse en una peli de dos horas y media ya es algo, vaya por delante. Cuente lo que cuente, lo hace limpiamente y con ritmo. Y dirige bien a actores cuyos personajes tienen motivaciones que caben en un post-it
ResponderEliminarPor detrás: TODO por la trama. Lo dicho del post-it es la consecuencia. El psiquiátrico parece Los piratas del Caribe (la atracción de Eurodisney, no la peli). Los flashBacks tramposetes sobran. Y el final, hasta si no movieramos LA TRAMA se cae por el barranco. Lo que hace el personaje de Fernández más que de psiquiatra es de mal mago...cerrando una película
Es tú problema, me dirá Oriol
La memoria comparativa juega en contra nuestra. Y Oriol vuelve a ganar haciendo trampas que a casi nadie importan
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