Dolor y Gloria es la
última estrenada por Pedro Almodóvar
hasta la fecha. En comparación a las tres anteriores, es una joya. En el
conjunto de su filmografía, una de las buenas.
Bien escrita, rodada,
interpretada y editada, Dolor y Gloria se dedica más al
dolor que a la gloria. Porque la gloria, frente al dolor, compensa poco, hasta
puede quien la alcanzó reírse de ella sin hacer sangre (“¿cómo puedo gustar tanto en Islandia?”).
Después de varios patinazos,
Almodóvar vuelve a encontrar la manera equilibrada y grata de meter sus largos
parlamentos narrativos en el conjunto de la película, haciéndola volar en lugar
de tirarla hacia abajo. Cada vez más, algo inevitable por su aislamiento en la
cima, los guiones de Almodóvar, más que diálogos, acumulan narradores sucesivos
de historias contadas a un personaje oyente o al espectador sin más
intermediario que la voz en off.
Pero aquí sienta bien (la
variedad de soluciones de puesta en escena ayudan): el protagonista es un
hombre sólo y acorralado que se recrea en sus recuerdos para sobrevivir sin
trabajar. Sueña en cine porque no puede hacer cine. Retoma algunos contactos e
intereses por aburrimiento vital, pero eso mismo le permite ir apuntando
destellos del artista que se resiste a morir.
Antonio Banderas está soberbio, como suele con Almodóvar y como
apenas tiene oportunidad de demostrar en el cine anglosajón, que le ha
embarrancado de un tiempo a esta parte en secundarios poco relevantes o en
protagónicos de pelis de mamporros serie B.
El resto del reparto, con mención
especial para Julieta Serrano,
también lo hace muy bien. Hasta un color de ojos le vale esta vez al director
para armar la estructura que revela el final del relato.
Sólo asoma la patita de lobo en
algunos guiños que a mí nunca me convencieron: las referencias cinematográficas
que escoge remiten siempre a obras maestras que admira pero nunca alcanza, y Cocteau frente a Mallo apunta a
soberbia.
Por lo demás, ya digo, estupenda
película.
Yo la disfruté tanto que fui dos veces muy seguidas a verla a la pantalla de cine.
ResponderEliminarY esa historia, dentro de una historia y dentro de otra, y de otra y de otra más me fascinó. "Dolor y gloria" es una matrioska fascinante llena de autenticidad pues cala en lo más hondo, en el alma, a su director.
Beso
Hildy