martes, 24 de julio de 2018

Handia



He tardado en verla, quizá demasiado. Me gustó tanto Loreak que me temía este salto de los vascos a película histórica, aunque volcada en una anécdota humana curiosa y muy cinematográfica: ese tipo que no para de crecer y se convierte en reclamo de feria durante el carlismo más lejano.

Primorosa producción donde todo está cuidadísimo, algo que no se puede discutir. El problema, a mi juicio, viene por la cantidad de minutos que soporta el caso tratado en pantalla.

El arranque tiene un ritmo perfecto que se mantiene hasta que uno de los desdichados hermanos protagonistas regresa del frente. Entonces empieza la peripecia del gigante y de su vocero. No da para más de cien minutos, aunque entiendo que en montaje no sepan qué quitar.

Debió ser una película más corta o menos monocorde, quizá con unos detalles humorísticos para dar oxígeno al espectador, no sé. Pero hay historias que sólo pueden ser contemplativas y otras que no. La itinerancia, por hermoso que sean el paisaje y melancólico el paisanaje, no basta en Handia y su película, agrandada más de lo razonable.

Espero la siguiente de Garaño y compañía, porque siempre saltan al vacío y siempre consiguen triunfos con ello, aunque el sabor sea pleno o sea agridulce. 
¡Agur!



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