La Sardá, aparte de la mejor
presentadora que han conocido jamás los Goya, es una actriz de auténtico lujo
que merece capítulo aparte. Comediante lo es sin par, pero ataca con la misma
fiereza un papel dramático, tragicómico o neutro. Es una robaplanos. Si ella
está en escena, la domina hasta sin hablar. Cómo sonríe, cómo mira (de frente,
de abajo a arriba), cómo hace una mueca de disgusto, de vulnerabilidad, de
veneno caro. El día que falte, España entera se va a lamentar.
Rosa María, sólo
te ha fallado Allen cuando vino, pero es que no sabía una papa del idioma. Si
no, escribe un papel a tu medida. Cuídate, reina.
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