martes, 4 de octubre de 2016

En el corazón del mar


Me la perdí en su estreno y no fue grave. Soy consciente de que ver esta película en la pantalla de respaldo de un avión no es la manera idónea, pero otras he visto así pensadas para el formato más espectacular que se tenga a mano y no me han causado una impresión tan blanda.

La recreación de época y aventura marinera es, por descontado, impecable en la dirección artística y demás técnicas asociadas. El arranque promete, el texto no es malo tal cual está (aunque unas gotas de humor le habrían sentado divinamente), y el reparto (salvo el actor que hace de Melville, falto de empaque), es muy solvente. Todo suena bien, en fin, sabiendo que el cetáceo va a ponerse bravo llegado el momento.

Pero hasta el cachalote en manos de Ron Howard resulta monótono y por momentos cansino. Lo que ya se ha visto no se cuenta mejor, lo nuevo es plano como el agua calma. Ayer leí una frase del Variety que resume mis sensaciones mejor de lo que yo las escribiría ahora con el jet lag a cuestas: “genera menos suspense, terror y asombro de lo que lograba Tiburón en un solo monólogo de Robert Shaw”.

Pues eso.


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