domingo, 12 de agosto de 2012

Silencio de hielo




Los alemanes tienen un cine sólido y variado que, no sé muy bien porqué, a España llega poco y tarde. Es el caso de esta película terrible y concisa de 2010, que hace con una trama criminal lo contrario a lo que haría el Hollywood de últimamente: tratarla con calma, realismo y respeto.

Aquí no hay un policía atractivo y asocial que empieza el caso con resaca, que se salta las normas, que dispara rápido y bien, que persigue con físicidad improbable y mucha gasolina de coche requisado sobre la marcha a psicópatas manieristas y también acrobáticos si el guión lo demanda, mientras la banda sonora atruena para destacar qué tipo de emoción debemos sentir en cada secuencia.

Aquí, en el Silencio de hielo, hay un hombre roto por el dolor de la pérdida que intenta enjugar el dolor de los otros, un jubilado que echó a perder su matrimonio tratando de encontrar respuestas a lo que no las tiene y tres madres aguantando el tipo ante la muerte y la vida. Aquí hay dos malvados desoladores que se excitan con lo innombrable, que son capaces de matar lo que desean, que rezuman tristeza y ponzoña.

Silencio de hielo es una película terrible, donde la intensidad se consigue con la mera exposición de los hechos, sin apenas subrayados. Que se desliza como una sombra por los rincones soleados de una comunidad demasiado tranquila, en la que los vecinos tocados por la tragedia aprenden a convivir con el sufrimiento más extremo, tratan de hacer lo adecuado, aciertan y fracasan. 

Una película excelente, de las que producen un miedo profundo y auténtico. 
Y para los que son padres o madres de familia, un tormento que no recomiendo.

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