La premisa de Los Domingos debe conocerla ya todo España: una jovencita de diecisiete años manifiesta ante su familia el deseo de convivir con una congregación de monjas de clausura, para terminar de resolver así su etapa de "discernimiento vocacional", que ha empezado hace meses sin el conocimiento de nadie de su entorno más próximo.
A partir de aquí, se suceden las reacciones, los interrogatorios, las maniobras de unos y de otros para disuadir o facilitar la huida o el ingreso en la orden religiosa y el convento de tales monjas. Los no creyentes que quieren a la muchacha (excelente Patricia López Arnaiz) no saben como manejar el asunto sin ser tajantes, otros (el padre estupendamente encarnado por Miguel Garcés) se limitan a ser testigos, algunos (como el cuñado Juan Minujín o la abuela Mabel Rivera) buscan que la elección de la joven se ciña al amor a la familia frente al amor a Dios.
Y en medio, el devenir de la vida no contemplativa, con sus créditos, sus deudas, sus problemas familiares y de pareja, sus fallecimientos inesperados. Cosas todas que cualquiera de nosotros es capaz de entender y sufrir, frente al asombro por incomprensible que produce esa otra vida aislada, casi evanescente de una congregación incapaz de entender (tampoco lo pretende) el mundo de fuera, que solo sabe y puede rezar por él.
La película, pausada y bonita, de sobria puesta en escena e intérpretes magníficamente escogidos, cuenta además con un empleo de la música tan cuidadoso y pensado como el guion. Creo que Los Domingos se llevará unos cuantos premios esta temporada y que, en la recogida de alguno de ellos, alguien echará ese respeto (tan logrado, tan necesario) a perder.



