Tenía más de treinta cuando le llegaron los grandes momentos de lucimiento. Había pasado una década haciendo seriales de TV, como Batman y Star Trek, saliendo en películas sin frase o sin acreditar, hasta de Elvis. Pero en 1974 se cruzó en el camino de Coppola, con el que hizo La conversación primero y Corazonada después.
El jovencito Frankenstein, de Mel Brooks, la puso para siempre en el salón de la fama cómica, gracias a la ayudante Inga y su "par de aldabas". Además, trabajó para Spielberg (Encuentros en la tercera fase), Pollack (Tootsie) y Scorsese (After hours), demostrando distintos registros, para ser incómoda, tronchante, peligrosa o todo a la vez.
Después siguió en el ajo, inexplicablemente apartada de las grandes producciones de los cineastas más talentosos de aquella generación, aunque su ritmo para la comedia seguía intacto. Volvió a demostrarlo haciendo de la madre de Phoebe en Friends. Era perfecta para el papel.
Teri Garr lució siempre como una de esas figuras entrañables, cuya presencia bastaba para enriquecer una escena, valorar una réplica, endulzar una carcajada.
Ha muerto a los 79. Descansa en paz, "Inga".
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