lunes, 7 de diciembre de 2015

El puente de los espías


Steven Spielberg ya no tiene nada que demostrar. Filma como nadie cualquier historieta -o gran historia- que caiga en sus manos y le provoque el gusanillo de ponerse tras la cámara de nuevo. Para la ocasión que nos ocupa, parece que se ha dado el capricho en este relato de guerra fría y "americano medio" (el modelo de americano medio que les gusta a los americanos medios ver en pantalla). El guión es de los hermanos Coen, pero va en la onda spielbergriana de hombre de familia haciendo valer sus principios en territorio hostil.

Con buena parte de su agenda acaparada por labores de producción, padrinazgo de nuevos talentos y una edad que ralentiza cualquier tarea, Steven ha optado por llamar a Tom Hanks y le ha propuesto un papel de los que hace con simplemente estar en el plano. Mejor ahorrarse complicaciones innecesarias, con Tom al frente del reparto gran parte del trabajo -incluso parte del que el guión debía hacer- ya está hecho.


No hace falta mucho esfuerzo del espectador para entender la todudez profesional de Donovan /Hanks o la empatía con su defendido, aunque sobre el papel esta última no se establezca con el rigor suficiente. Es Hanks, por el amor de Dios, un tipo que ha heredado de Jimmy Stewart lo que nos gusta de América, pase lo que pase. Con astucia bienintencionada y un sombrero, es capaz de darle lecciones a la Cía y capear temporales de nieve y política en el Berlín Oriental, mientras llama a la familia y prepara un canje en el famoso puente.

En un momento de paranoia nuclear, aviones espía y construcción del muro, todo ello con presencia en pantalla, pero supeditado a la aventura personal del protagonista absoluto de la función.


Speilberg rueda una exquisita producción, en todos los frentes que la producción implica, salvo en eso que el dinero y la profesionalidad, y ni siquiera Hanks, pueden darte. La intensidad, la emoción, la gracia. Una historia estupenda se queda entonces en lo superficial, mostrando con solvencia la peripecia de los personajes, a dónde van, qué dicen y qué hacen, pero no qué sienten. 

Es una decepción parcial, porque la película tiene un arranque y un desenlace excelentes y algunos momentos con la brillantez que solo Spielberg sabe acuñar. Pero mi impresión, condicionada por la maldita veteranía, es que le ha salido algo falta de garra. Ya que tenemos que sufrir algún subrayado marca de la casa, debió compensarnos con su contrastado talento para subir nuestras emociones a una montaña rusa (nunca mejor dicho).   

Aunque -por descontado- bien por Hanks.


4 comentarios:

  1. Ufffff . . .igual tenia un mal día , ya ves

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  2. Ufffff . . .igual tenia un mal día , ya ves

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  3. Lo de los subrayados Spielberg lo tiene patentado.

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  4. Yo me he sentido fascinada por el personaje de Rudolf Abel y con el actor que lo encarna Mark Rylance. Es una de las cosas que más me gustó de la película él y la relación que establece con el abogado Donovan (Tom Hanks)...

    Beso
    Hildy

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