miércoles, 13 de marzo de 2013

Los amantes pasajeros


Un montón de espectadores del cine de por aquí llevaban años reclamando al director de Mujeres al borde de un ataque de nervios una comedia. Bueno, una comedia, no: "La" comedia. Aunque veteadas de drama, lo eran a su manera Átame y Volver. Y personajes como la madre (Chus Lampreave) y la hermana (Rossy de Palma) de Marisa Paredes en La flor de mi secreto o “la Agrado” en Todo sobre mi madre aportaban humor en su justa medida a los cócteles salvajes de Almodóvar.

Pero no parecía bastar. En las dos últimas se había puesto muy trágico y muy turbio, no dejaba caer ni un mínimo gag con que refrescarse. Solo un detalle de La piel que habito, a cargo de su hermano Agustín, sirvió para recordar al público, y seguramente al propio Almodóvar, que tiene un don natural para la situación cómica extraída de lo cotidiano. Así que se encerró en cabina y decidió que ya tocaba. El resultado no puede ser más sorprendente, porque los momentos en los que la sonrisa logra apenas esbozarse ante la pantalla no sumarán ni dos minutos de la proyección.

Prácticamente nada funciona en la propuesta loca del manchego. Ni en vuelo, ni en tierra, ni con las drogas, ni con el sexo, ni en el petardeo, ni en las subtramas, ni por la puesta en escena, ni por el ritmo. Ni siquiera el empleo de la música o su ausencia encajan como debieran. Almodóvar tenía un punto de partida muy goloso: españoles de hoy en un avión hacia ninguna parte, un trío de azafatos gays y un aeropuerto fantasma, ajustado reflejo visual de nuestro estado de cosas, perfecto para el desenlace. Pero, inexplicablemente, lo ha echado todo a perder.

Los azafatos tienen cierto encanto, en especial el devoto, pero un recurso como el del tequila no puede tratarse de tal modo que se queme al segundo trago, cuando queda tanto vuelo, para tratar de recomponerlo después por el burdo procedimiento de escanciar un nuevo combinado y sazonarlo de mescalinas. La sinceridad compulsiva de Javier Cámara es otra idea feliz que se malgasta de un modo impropio, y de las mamadas y las bixesualidades que todo lo enderezan (uy, me ha salido un chiste para la segunda parte), ya mejor ni hablar.

Con todo, lo que me ha resultado más llamativo de este nuevo trabajo de Almodóvar es su voluntad evidente de hacer reír, truncada por una dirección que no parece suya. El guión no es gran cosa (reitera y sobre-explica demasiado los temas menos interesantes, mientras desaprovecha al noventa por ciento del pasaje), pero la dirección de actores y el sentido del ritmo, que Almodóvar suele exhibir, podían haber salvado los muebles. No ha sido así.

Algunos actores están muy bien en su papel y otros fallan clamorosamente (¿¡cómo puede actuar mal Cecilia Roth?!). Sin embargo, el verdadero problema está en ese inaprensible ritmo que la comedia necesita y del que esta película adolece de principio a fin.

Y por detenernos en alguna escena concreta: La última conversación entre los pilotos, que sobre el papel se identifica como el ejercicio de diálogo más esforzado del libreto, carece de comicidad, no tanto porque no sea gracioso lo que se dice, sino por cómo queda resuelto ante los ojos del espectador.

Almodóvar, sin ritmo narrativo, sin discurso estético y sin romanticismo, de pronto resulta que ya no tiene gracia.


5 comentarios:

  1. Pues menuda tiene que ser la peli

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  2. Si uted lo reafirma no hay mas que hablar
    Estupenda critica once more...
    Atticus

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  3. Pues se le quitan a uno las ganas.

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  4. A lo mejor hay que endrogarse pa disfruitarla

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