Togo

Después de ver la incursión de Harrison Ford en las tierras de Alaska para buscadores de oro y perros aguerridos, (La llamada de lo salvaje), producida por la 20th Century y estrenada en 2020, he podido ver Togo (de 2019), con temática pareja pero protagonizada por William Dafoe y producida por Disney. Es curioso, porque la de la Century parece de Disney y la de Disney parece de Century. Ambas tenían un material de base excelente: el bello relato de Jack London la de Harry, una magnífica hazaña verídica conocida como la Carrera de la Misericordia en el caso de William. Pero el resultado fílmico y emotivo no puede ser más diferente.

Frente a la ñoñez de la apuesta de Ford, Togo es una película genuina en todos los sentidos. Como narración, como prodigio técnico al servicio de la misma, como estudio de personajes y afectos, como canto a la amistad y al coraje, al sentido de pertenencia y compromiso con el semejante.

Con una estructura sencilla, que alterna la peripecia en presente y los recuerdos del hombre con el perro, sumando a la inteligente y bella esposa belga en ambos tiempos narrativos (la exacta y divertida Julianne Nicholson), la película fluye sin perder ni un instante su ritmo ni su intriga.

Apenas unos pocos elementos más: la tormenta salvaje, los pequeños enfermos tras el cristal de la ventana, los vecinos preocupados y el grupo que se moviliza para obtener vacunas contra la difteria que está atacando a la población infantil de Nome en 1925: Un alcalde, un médico, los encargados de los sucesivos refugios, varios “mushers” y sus perros… 

Nada sobra para poner en valor la hazaña colectiva capitaneada por el perro Togo (de 12 años) junto a su dueño Leonhard Seppala (de 48).

A veces, las mejores películas de aventuras no necesitan de grandes delirios fantásticos ni estrellas consagradísimas que les den lustre. Puede bastar una historia contundente y bien contada de superación en una región indomable del planeta, que tenga por protagonistas a gente dura y capaz, de dos y de cuatro patas.