viernes, 26 de febrero de 2016

miércoles, 17 de febrero de 2016

Parodia sana (y manchega)

Dentro de nada empieza la promoción de Julieta, la próxima de Pedro Almodóvar.
No descartemos un encuentro de esta naturaleza.
A lo loco.




domingo, 14 de febrero de 2016

El renacido



Después de su exhibición autoral y técnica en Birdman, el mexicano Iñarritu cambia de tercio y se diría que rebaja sus ambiciones narrativas al optar por el género aventurero. Es probable que él no opine así, pues la exigencia de este rodaje para el equipo técnico y artístico es tanto o más extrema que en su anterior film. 


Siendo bastante básica de argumento, todo luce impecable en El renacido, que mantiene 156 minutos al espectador completamente enganchado al espectáculo -más al paisajístico que al humano, en mi caso-.

Iñarritu nos ofrece un Jeremiah Johnsson actualizado, en el que el realismo es más sucio que nunca y la violencia se sirve cruda. Como tal, el resultado es un prodigio técnico y estético indiscutible. ¿¿Cómo demonios se ha rodado lo del oso??


Otra cosa es si se prefiere en pantalla la relativa pulcritud aventurera de distintas épocas hollywoodienses (o al menos cierto optimismo narrativo, como el que conservaba  Bailando con lobos), o si podemos aparcar esas formas por ingenuas, inverosímiles o anacrónicas y hay que recrearse en la dureza terrible de la conquista, piel a piel, indio a indio, muerto a muerto. Puede que se trate de un debate estéril en tiempos en los que Mad Max llega a la final del Oscar y su director presidirá el próximo Festival de Cannes.


A mí lo que decididamente empieza a sobrarme de las propuestas de Iñarritu es el aderezo onírico o metafísico que simula una trascendencia innecesaria. Para eso Arriaga le echaba mejor capote de autenticidad. (¿Dónde estará Arriaga? ¿Planeando renacer?).

En cualquier caso, Di Caprio compone otro personaje esforzado y extremo después de su lobo financiero. Parece que esta vez el Oscar es seguro. Pero no se descarta que la Academia le dé un nuevo zarpazo en el bosque de butacas, del que Leo se recompondría sin matar a nadie.



viernes, 12 de febrero de 2016

Sin Goya latinoamericano: Magallanes


Una película peruana se coló en la final para los Goya, pero no pudo ser: sin entrar a comparar calidades, El clan  ha tenido una carrera comercial de la que Magallanes carece y eso también cuenta en votos.

Magallanes narra otra cosa terrible, aunque de un modo mucho menos explícito: Los abusos de la milicia sobre la población indígena, la impunidad del crimen, el trauma de unos y de otros, la posibilidad de redención, la memoria que perdona a quien menos lo merece, las deudas impagables. Todo en un Perú de contrastes, el miserable y el acaudalado, en el que lo único recurrente es la degradación moral, la violencia inmediata y el futuro inmóvil.

Los intérpretes, por descontado, cumplen de sobra con sus cometidos, desde el desmemoriado Luppi a la digna Solier, pasando por Damián Alcázar, que encarna al Magallanes del título.

La película es buena y seguramente hasta necesaria, pero cada vez más me asalta el desánimo cuando me enfrento al cine latinoamericano, volcado en lo más terrible de su historia reciente. La denuncia es legítima, pero yo sé que Iberoamérica no empieza y termina en su lado trágico, su música lo certifica.

Sueño con el día en que el cine del Continente recoja algo de esa alegría vital que lo sostiene y la cara optimista de su realidad pueda llegar igual o más lejos que ésta.


jueves, 11 de febrero de 2016

Dos Goyas: A cambio de nada.


Daniel Guzmán tardó mucho tiempo en levantar su proyecto de largometraje, pero seguro que le ha compensado. Premio gordo en el Festival de Málaga y dos Goyas importantes para su ópera prima.

La película tiene encanto, frescura, ideas y algún que otro tópico del género salvado por el empaque de Tosar, Rellán y así. La elección de los actores es perfecta –se nota que el director lo es- y el protagonista recibe de unos y de otros la cobertura que necesita para que su interpretación aguante todo el metraje. 


El chaval tiene la mirada exacta, mezcla de ingenuidad y rabia, un físico que se intuye versátil, bastante carisma para un primer papel, tan largo y tan expuesto. Guzmán le ha sacado lo que tenía dentro, sin exigirle más de lo que estaba en su mano con ninguna experiencia interpretativa. Un adolescente conflictivo de Madrid da para lo que da y hay que tenerlo claro. El director lo tiene.

En cualquier caso, lo mejor de A cambio de nada es, lógicamente, lo menos trillado del guión: El amigo leal pero quejica, el embaucador fan de Julio Iglesias, la anciana bondadosa y cabal, no demasiado originales como estereotipos, pero muy cuidados en su estar y decir. Con ellos en pantalla crece la película, gana en interés y autenticidad. 


El barrio, el taller, las torpezas carnales, los palos o el juicio son cosas que la narración necesita para tener ritmo y paisaje. Pero cuando habla Antonia desde la experiencia, el marrullero Caralimpia se las da de tío grande o el compañero de correrías sobrado de kilos trata de imponer cierto sentido común, A cambio de nada llega mucho más lejos.

Daniel Guzmán debería seguir rodando. Sabe contar historias de personajes, tiene oído y mirada. Lo demás se adquiere con la práctica. Con esa abuela que gasta, seguro que él ya lo sabe.


miércoles, 10 de febrero de 2016

Sin Goya: Regresión



Con su última película, que llegó a los cines dentro de la temporada de estrenos aspirantes a los últimos Goya, Amenábar pinchó inesperadamente. Todo eran expectativas y quizá por eso el patinazo resultaba más visible e irritante. La historia, de entorno y clima estadounidenses -variante miedo- tiene a dos actores muy conocidos al frente y está rodada con solvencia, pero esto ya no merece destacarse, se le supone al director un oficio y un presupuesto muy por encima de la media.

Lo malo es que la historia es poca cosa, no sé si por sí misma, o por cómo se plantea en pantalla. Los misterios de esta clase requieren un crescendo, una tensión, un juego hábil (del que Amenábar había hecho gala en Tesis, Abre los ojos y Los Otros), que aquí no aparecen por ninguna parte. Todo discurre demasiado lento en su parte central y torpe cuando se llega al desenlace, después de innecesarias truculencias y pistas demasiado gruesas.

No es que no se deje ver, que sí lo hace, pero la experiencia queda en un irrelevante consumo de sobremesa. Ni buscando la oscuridad y la autosugestión, la cosa da para más. Otros Goyas vendrán.

martes, 9 de febrero de 2016

Reverso


El debutante Carlos Martín consigue el dinero debajo de las piedras y rueda con habilidad una pequeña historia de intriga y juegos al límite. Apenas media docena de actores, un par de coches para el desguace, una noche desértica (de nuevo el presupuesto) y una sorpresa bastante relativa que termine el relato de forma coherente. Serie B honesta, algo previsible, bien rodada y poco más.

Creo que esta historia de hermanos reversibles no conseguirá gran cosa en taquilla, pero los gringos le harían un remake muy resultón sin despeinarse. Bastaría con un reparto campanudo, unas tomas aéreas de manual, Nueva York y coches de más cilindrada. Tampoco sería un rompetaquillas, pero se vendería en medio planeta como tantos thrillers sin más aspiración que el entretenimiento con adrenalina.

En el mejor de los casos, algún avispado de Hollywood le hará ofertas al director para que pruebe allí con los mimbres de una industria fuerte, aunque no sana. Puede que entonces Martín estrene en medio planeta.