lunes, 30 de abril de 2018

Un lugar tranquilo


No sé si es sólo tradición anglosajona, pero vengo observando que los actores que se meten en la dirección de películas suelen elegir historias sencillas donde volcar su talento, cuando en el mundo hispanoparlante es habitual ver lo contrario: opera prima pasada de ambición temática (excepción loable a Tarde para la ira, de Rául Arévalo). El resultado de esta decisión gringa, no sé si obligada o autoconsciente, suele ser bueno. Y éste ha sido el caso de John Krasinski, que aunque ya dirigiera una película anterior (también sencilla), se ha destapado con Un lugar tranquilo, arrasando en su mercado de origen y obteniendo reconocimiento y taquilla allá donde estrena.

Es comprensible. Su película es potente desde cualquier punto de vista. Aparte del caché de Emily Blunt, de lejos la más prestigiosa de sus intérpretes (que son media docena), la producción es pasmosamente barata para los parámetros estadounidenses. La hecatombe alienígena queda resuelta y entendida con una calle vacía de una población menor, un súper saqueado, unas cuantas portadas de prensa y una sobreimpresión en pantalla que nos dice cuántos días han transcurrido desde el punto de no retorno.

Así las cosas,  Krasinski y el resto de sus guionistas (bien por no acometer el libreto en solitario), se marcan un hallazgo narrativo de enorme calado cinematográfico: el que hable, la palma.


Desde esa premisa, lo que sucede se convierte en cine puro: la imagen manda de forma abrumadora. Ahí es donde John se ha gastado el dinero disponible, sus poquísimas localizaciones están fotografiadas con la solvencia de un grande. Seguramente Emily, que es su mujer en la vida real, se habrá rebajado el sueldo. Los niños también lo hacen estupendamente, aunque parece una convención universal que a ellos no les cuesta apenas interpretar cualquier cosa, no sé muy bien por qué, si se sabe mínimamente cómo son los rodajes en cuanto a técnica, marcas, fragmentación y demás.

La claustrofobia, la desesperanza combatida a pura inercia, el carácter perfectamente delineado de cada personaje, los monstruos presentidos o mostrados, el número de fogatas supervivientes en el horizonte, la tensión y los sacrificios escogidos,… todo funciona en Un lugar tranquilo.


La banda sonora cobra protagonismo en una película en la que apenas se dialoga. Sonido ambiente o golpes de tensión lo acreditan.

Sólo hay un detalle para la galería, bien resuelto en guión: subtitular lo que se dicen por señas. La mejor prueba de lo bien realizada que está Un lugar tranquilo, es que todo se entendería igualmente bien sin traducir los gestos a palabras. Se dice todo con la mirada.

A disfrutar y a temer, amantes del Cine.


viernes, 27 de abril de 2018

Fuera de Madrid, el mundo sigue

No sólo en Madrid: en todas partes pasan cosas. 
A veces incluso son cosas excelentes. Y más fáciles de disfrutar.
Para muestra, este aniversario de una Filmoteca que me sirvió en su día de inspiración para novelar y ahora me recuerda que el amor al Cine puede gestionarse con profesionalidad y transmitirse al común con cariño y buen ojo. 
No sólo de Los Vengadores puede alimentarse el cinéfago no capitalino. 
Aquí está el equipo extremeño para que se amplíe el catálogo de sueños posibles.
Alguien me dijo una vez: "Las pequeñas grandezas son las grandezas más grandes". Va a empezar mayo y estoy de acuerdo.






miércoles, 25 de abril de 2018

Premio Princesa de Asturias

Pues que me parece muy bien. 
Enhorabuena al siciliano de Queens.
Martin Scorsese

lunes, 23 de abril de 2018

Día del Libro

En nuestro caso, de ESTE libro:


GILDA EN LOS ANDES
Fernando Marañón
Editorial Berenice


martes, 17 de abril de 2018

Milos Forman


Se marchó sin ruido este fin de semana. Enseguida vinieron las glosas y los obituarios, pero parece que ya cesó.

El checo dejó unas cuantas joyitas para el cine: Alguien voló sobre el nido del cuco, Amadeus, Ragtime, El escándalo de Larry Flint, Valmont, El hombre de la luna.

Los borrones ni cuentan.

Molaba el cine del checo. USA se está quedando sin esa clase de cineasta extranjero pero asentado en la industria gringa todopoderosa, al que no fichaban para hacer secuelas de sagas comerciales, sino otras cosas de, como diría Cervantes, “mayor gusto y pasatiempo”.

Buen viaje, Milos.


lunes, 16 de abril de 2018

Campeones


Aviso a los espectadores ensimismados: esta película es de las que deja buen sabor de boca al público masivo, creo que a prácticamente todo el púbico que paga en taquilla. El film tiene miga, pero no se le nota, sólo alardea de buen rollo. Un hándicap –sobre todo en España- que se resuelve desprendiéndose del profesionalismo a tiempo completo o la cinefilia militante. Una ocasión de oro para recuperar la mirada limpia de cuando no jugábamos a ser críticos “sí, pero…”.

Hay pocos elogios comparables para una película positiva como el de “salir siendo mejor de como entraste”. Campeones consigue eso, lo que me parece -de lejos- su mayor triunfo.


Rodar con discapacitados intelectuales es un reto inolvidable, he podido comprobarlo en persona: Les encanta la cámara, pero para decir la verdad, y encajar eso a Cine no está al alcance de cualquiera. Seguramente, Fresser era el único director español posible para una aventura como ésta, gracias a su habilidad para sortear con mucho humor los más nutridos campos de minas.

Además, tiene a Javier Gutiérrez, que no sólo dice, sino que escucha como pocos. Basta una primera sesión de entrenamiento baloncestístico (cuando ya hemos visto lo cabreado que está con la vida, en un arranque preciso y espectacular), para comprender que es el actor que esta historia se merece, y que nos pondremos en su piel inevitablemente, mientras la risa y la emoción se acumulan sin descanso y sin agotarte.

Porque no es el único entrenamiento y porque, para competir, tienen que viajar a ciudades que no son la suya, lo que constituye otro filón ideal para Fresser.



El guión, no sé si inicial o modulado en el mismo rodaje (lo que es muy posible), es de los más divertidos que recuerdo en lo que llevamos de siglo. Transparente, enfocado, pero habilísimo para el gag, avanza con el equipo y su entrenador inseguro e impaciente, pero sin olvidarse de la grada: esa madre sarcástica, esa media naranja “en el buen sentido”, ese jefe de centro cultural, ese tendero maniático.

Hasta las concesiones al “mensaje” (pocas y seleccionadas) son demoledoras, porque se ruedan a corazón abierto y con mucho aplomo. Así las cosas, el nudo en la garganta, el zasca a nuestro cinismo, son incontestables.

Para qué darle más vueltas a la pelota. Id a verla y pasadlo bien.

miércoles, 11 de abril de 2018

El último invierno versus Sergio y Sergei: Dos precariedades.

En menos de doce horas, he asistido a un preestreno y a un pase de prensa, para ver una película española rodada en Asturias y una producción hispano-cubana sin demasiado revuelo.

Había diferentes presupuestos en solfa y no se repartían  como se puede pensar a primera sangre, pero en ambos casos me pareció presenciar un cine “en precario”, que será arrollado por Los Vengadores en cuanto llegue el momento.  Es una guerra perdida, qué le voy a hacer, esas son mis favoritas.


EL ÚLTIMO INVIERNO

Julio de la Fuente es un kamikaze. El cine siempre ha tenido gente así, a Dios gracias: adictos a rodar con más o menos talento, con más o menos pasta; a inventar historias para llevar en persona a la pantalla; a conseguir complicidades y aliados; a ser por una noche Rupert Pupkin, rey de la comedia, o fracasar en el intento.

Viendo El último invierno, me preguntaba cuántas páginas de guión fueron arrancadas por falta de fondos. Y eso que uno nunca sabe si las páginas estuvieron de partida ahí y en el orden idóneo, si los actores aportaron mejoras o patinazos al texto, si la necesidad hizo aflorar o hundirse alguna virtud.

Aquí se hunden muchas. El dinero es poderoso caballero, claro, y una película hecha a pulmón (50.000 euros en el cine es NADA), acabará chocando con esta realidad tozuda. Además, el cine “en precario” canta más en el Primer Mundo que en el Tercero. Eso, o tienes un talento irrompible, de los que apenas van quedando a la vista.

Julio tiene, sobre todo, perseverancia. La cantidad de localizaciones que se atreve a utilizar, personajes, historias cruzadas, desdichas y tonos (sin una banda sonora que todo lo empaste), lo demuestran de sobra. Pero rueda sin arreglista y sin cachés, o sea, sin pasta. Para no dar más rodeos: su protagonista está demasiado verde. Da el físico (hasta casi el final) y funciona en algún registro, aunque no en todos los que la película precisa, que pasan de la media docena.

No basta con parecerse a Keanu Reeves ni acentuar ese parecido. Incluso es preferible huir de él.

Julio necesita también un montador más hábil, más implacable, que se plante cuando hay que tirar minutos a la papelera aunque la película baje de la hora y media, o que reordene secuencias cuando toca para que el conjunto encaje mejor. No sé cuánto y cómo se ha podido rodar, pero hay secuencias innecesarias y otras decisiones de montaje desaconsejables.

Aun así, la película contiene elementos valiosos, actrices solventes, un chaval prometedor, momentos de interés, varios destellos de intensidad genuina, que podrían ser más y mejores, de los asturianos y de los otros.

Ya digo, sin presupuesto fuerte, esto es jugársela a pulmón o a puros huevos.  Olé los tuyos, tío. Más suerte -y dinero- la próxima vez.


SERGIO Y SERGEI

Esta película tiene presupuesto, ojo (Mediapro mete candela), y el director viene de una cinematografía curtida y un reguero de premios por Conducta. Pero buena parte se rueda en Cuba y os aseguro que hacer cualquier cosa allí tiene más mérito que en la mayor parte del mundo, lo sé de primera mano. O como dicen los habaneros: “aquí todo es con dolor”.

Pero hay una premisa muy poderosa y unos actores perfectos; un montaje hábil y un movimiento de cámara fantástico, que parece milagroso en la casa de Sergio casi más que en la MIR de Sergei.


Ron Pelman, ese raro actor estadounidense que se da caprichos afortunados, cierra el trío protagonista con contadas y escogidas apariciones en pantalla.

La abuela es otra liga.


Por supuesto, Cuba sabe lo que tiene y eso es, ni más ni menos, la propia Cuba: personalidad e historia a manos llenas, la captures hoy, en el siglo XX o en el año de la corneta.

Esta película es Cuba, es el periodo especial (allí, prácticamente no hace falta atrezzo), es USA de refilón (para que enredarnos), es el espacio del cosmonauta, en el que habita y el que le rodea. Y un juego de radioaficionados listos, perdidos y heroicos a su modo.

Humanidad, agudeza, humor, idiomas, música, desencanto  y unas pizcas –algo sobreactuadas- de realismo mágico.

Pequeña pero grande, esta película demuestra que el cine en Cuba sigue siendo uno de los más interesantes de Iberoamérica. Eso sí: Los Vengadores pasarán volando junto a la MIR como meteoritos y probablemente le harán un roto definitivo.

La hermosa precariedad. 



martes, 3 de abril de 2018

La voz de Raquel



Su espectáculo recorre la sonoridad de todo el siglo XX, con temas que se popularizaron a través del Cine.
Lo fascinante es que ella, Raquel Blanco, pone la voz de narradora, la voz al Jazz, a la Copla, a la Chanson francaise, el Bolero, el Blues, el Tango... Lo que le echen.
Al viejo estilo: Sola, ante un micro y un virtuoso del piano arrancando las notas de cada canción que no salen de su propia garganta.
El sábado 14 de abril, a las 19:00, en la Sala Margarita Xirgu de Alcalá de Henares
No os la perdáis.

lunes, 2 de abril de 2018

Cuatro días pecando



Ya no vamos a aquel armario de los VHS en la vieja casa pueblerina, las pequeñas han crecido, incluso la casa es otra; ahora las películas no nos pertenecen, se acumulan en un listado digital y hay demasiado reciente y malo para elegir.

Ninguna “de romanos”. Pero haremos una selección que resume la tónica vacacional. A modo de contrición.


RAGNAROK


Marvel coge a Thor y a Hulk, los dos Vengadores desaparecidos, y les sirve una aventura con mamporros a tutiplén y más humor del que su currículum aconseja. El resultado es tan ameno como irrelevante. La Blanchet se divierte haciendo de hermanísima cabrona, pero (tocado maléfico aparte), es lo más parecido a Lola Puñales que hay por los mundos paralelos del desmierde cósmico previo a Thanos.


Luego hay parches heredados, martillo volador y Hopkins dándose un paseo noruego con buenas vistas y cheque de circunstancias. Menos mal que no se empeña en coger bayas como en Noé. Aunque el pueblo de Asgard, emprendiendo el éxodo después de varios corre-corres, cubre para el espectador la ración de extras vestidos como cristianos de catacumba y túnica de tela basta que exhiben los clásicos semanasanteros.

ASESINATO EN EL ORIENT EXPRESS


Hay remakes que no vienen al caso y son la mayoría. Y más si te sabes el misterio llevado a pantalla grande e inevitablemente tienes que confrontar a Kenneth Branagh con Sidney Lumet, a Kenneth Branagh con Albert Finney, a Jhonny Deep con Richard Widmark, a Michelle Pfeiffer con Lauren Bacall, a Penélope Cruz con Ingrid Bergman,...

Así las cosas, queda una perfecta reconstrucción del tren, el paisaje que atraviesa en su camino y un largo y bonito travelling siguiendo a Poirot. Lo demás, amarrado a drones, CGI, un guión desmejorado y un protagonismo narcisista de Kenneth, se deja ver sin malestar, pero sin entusiasmo. Naturalmente, ha sido un taquillazo y habrá más aventuras detectivescas (Egipto tiene todas las papeletas para que podamos comparar a Branagh con Ustinov, madre mía).

P:D: El principio en Jerusalén, que debiera atrapar la simpatía hacia el detective, es pura penitencia.

DETROIT


Disturbios raciales en los Estados Unidos, años 60 (aunque lo mismo podría suceder ahora). Eso se traduce en negros enfurecidos quemando el barrio, con policía wasp de mano larga, Guardia Nacional mirando por la propiedad privada y alguna chavala distraída que se cree que puede flirtear con hombres de cualquier raza, hasta que llegan los de la suya a ofenderse y pasarse de rosca.


La tensión insoportable, las armas de fuego y culatazo, los sueños más difíciles de conseguir cuanta más melanina tengas en la piel, los jurados blancos para todo, la justicia burlada o insuficiente y tardía… En fin, nada que no se vea en el cine estadounidense de denuncia desde hace décadas, puesto que las actitudes denunciables han variado muy poco.

La Bigelow le pone su nervio a la dirección y el montaje te tiene en vilo, aunque los personajes colectivos dificultan la empatía del espectador hacia alguien concreto. Sólo queda la indignación perenne. Y una excelente factura.  

MUERTE ENTRE LAS FLORES


Así las cosas, es mejor ir a lo bueno conocido, aun temiendo que sea mejor en el recuerdo que en la revisión.

Pero no sucede. La mejor película de los Coen (junto a Fargo), vuelve a desplegarse sin síntomas de fatiga ni envejecimiento. Unos diálogos fascinantes y hammettianos, un encajador ludópata y cizañero, una mujer peligrosa, un puñado de gángsters con motivos personales y un sombrero rodando entre los árboles. 

El club con tocador de señoras, el piso vacío con butaca para las visitas, la mansión irlandesa de Finney, las Thompson, las fuerzas vivas cambiando de bando según conviene, todo ajustado a un guión de hierro y una puesta en escena impecable y sin alambicar.


Dentro de un par de años, esta joya habrá cumplido 30. Cualquier día, en algún despacho californiano, a alguien se le ocurre resucitarla y hacen un desaguisado revienta-taquillas. Antes que ver esa versión en un sofá de vacaciones, yo mismo me calo el sombrero y busco otra timba en la que apostar.