viernes, 30 de agosto de 2013

Argumentos regalados: primera entrega.


Pues nada, amigos cinéfilos y groupies tuiteras, que ayer me empaqué por segunda vez y sin razón justificable The fighter y The Tourist en lugar de ir al cine a degustar las "novedades". La novedad zombie-infección-héroe, la novedad tierra-devastada-con-ricos-en-su-fortaleza, la novedad robots-pelean-para-salvar la tierra, la novedad Verbinski-lleva-las-identidades-secretas-al-Oeste.

Y después de ver de nuevo estas dos películas de 2010, me acordé de mi artículo de cuando se estrenaron en pantalla grande. De lo poco que ha cambiado el panorama respecto a la creatividad cinematográfica en Goliat-landia.

Y de la película que podría hacerse con esa sequía que está destruyendo el Hollywood que amábamos, mientras la caja registradora repiquetea sin parar, pero ninguna campanilla le hace ganar sus alas a un ángel.

Aquí va el artículo, publicado originalmente para la revista Culturamas en febrero de 2011. Os dejo, voy a mirar la cartelera.


LUCHADORES Y TURISTAS
Por lo visto, el mercado norteamericano de guiones está también en crisis aunque los “Madoffs del marketing” aún lo disimulen razonablemente bien y nadie note las pérdidas. Pero uno se pregunta qué han hecho los grandes estudios por recuperar la ingente cantidad de libretos que se generaban en la época dorada sin llegar a filmarse, escritos por estajanovistas de Hollywood entre los que, ocasionalmente o en plantilla, estuvieron gente como Ben Hetch, Charles McArthur, Dorothy Parker, William Faulkner, Scott Fitzgerald, Billy Wilder, Raymond Chandler, Lillian Hellman o Dalton Trumbo. Qué necesidad hay de realizar tanta secuela, precuela, remake, adaptación y refrito con las maravillas que deben tener cogiendo polvo en los archivadores del sótano.
He aquí el arranque no demasiado original para otra película de desenlace inevitable: un tipo sin talento que limpia el subsuelo de la Paramount encuentra esos guiones perdidos y, como los guionistas tapadera de la caza de brujas, decide firmarlos y repartirlos por las mesas de los directivos, que rápidamente empiezan a oler a taquillazo, a renacimiento y a Oscar. Así que el farsante recibe una buena suma y se ponen en marcha un par de películas de las que ha propuesto, mientras él intima con una joven –y guapa- columnista del Vanity y reniega de un pasado humilde en el Valle de San Fernando. Pero los ejecutivos tienen tan poco conocimiento de lo filmado antes de su mandato, que lo que han escogido es otro guión sobre boxeo y una trama con planteamiento hitchcockniano que debe retocarse ad nauseam para complacer a las estrellas protagonistas.
Pues bien, de existir esas dos películas con viejas, pero buenas ideas, podrían ser perfectamente The Fighter y The Tourist.
La primera cuenta la historia de un boxeador sin suerte al que se le está acabando el tiempo, con un entrenador difícil pero eminente en su rincón del cuadrilátero, una madre coraje que se equivoca por amor, una novia camarera con mucha pegada verbal, una buena racha imprevista, una última pelea… Supongo que nos va sonando. Amor y conflicto entre combate y combate hasta llegar al decisivo, que todo el mundo puede imaginar cómo termina sin necesidad de ser muy imaginativo, caramba.
Sólo que esta vez los boxeadores son dos y son hermanos: uno llegó lejos y después fracasó, el otro nunca ha llegado y ahora tiene su oportunidad. Para encarnar al más veterano adelgaza de nuevo Cristian Bale y añade la mirada con la que debe discutir en familia. O por dar la versión corta, el suyo es el Oscar que puede obtener esta película tan vista como bien contada.
La segunda es un misterio en su génesis más que en su desarrollo. Me gustaría pensar que la intervención de excelentes cineastas extra-hollywoodienses en la industria de la “Meca” no es una operación americana de fichaje y desactivación de posibles competidores, sino una técnica secreta del cine europeo para torpedear la calidad del cine made in USA, pero como Wikileaks no lo aclara nos quedaremos con la duda. Seguramente, el autor de la maravillosa La vida de los otros quiso aprovechar una ocasión única –y muy rentable- de experimentar El cine de los otros. Y el resultado es un producto vistoso con buenos argumentos de venta: pareja de superestrellas, escenario mítico, director de prestigio y promesas de intriga a la antigua usanza, servidas en un trailer milimétricamente calculado e incumplidas en la sala una por una. Aquí el turista no es Johnny Deep, es el director alemán Henckel Donnersmarck, y así le sale el suspense a la americana.
Aunque los ejecutivos queden económicamente satisfechos, recibirán el mensaje que debilita sus opciones de premio ceremonial: una historia es demasiado tópica y la otra es una intriga fallida donde lo único verdadero es la belleza de Venecia y de la Nines. Y como la industria de Hollywood necesita culpables hasta en sus éxitos, le colgará los borrones al encargado de los diálogos, que en el fondo es siempre un cabrón o un rojo. ¿No se acuerdan de que hace unos años los guionistas obligaron a filmar las películas de dos en dos o a parar proyectos, poniéndose en huelga? Pues ya entonces alguien de la Fox dijo “caray, yo creí que llevaban en huelga una década”.
¿Y cómo termina nuestra película? La nuestra no pretende contar mucho más: después de unas cuantas peripecias del guionista farsante -que aquí convertiremos en elipsis- y de la confesión de la columnista del Vanity Fair acerca de su propia farsa (ella también procede de un barrio pobre en el Valle de San Fernando), la última secuencia termina con la quema de guiones antiguos en el patio trasero de un gran estudio.
Ya he enviado la escaleta por fax a un despacho de la Paramount.

Después de todo, estoy acostumbrado a viajar en turista y a besar la lona.

martes, 20 de agosto de 2013

Maestro dando una lección en Historias de la radio

Bueno, como el circo ibérico sigue caliente, 
este post dice lo mismo que el de Charles Laughton, 
pero en castellano: 
¿A dónde se ha ido Alberto Romea?

lunes, 5 de agosto de 2013

Lobezno inmortal

Mangold  es un director irregular capaz de hacer una buena película como Copland, con Stallone dentro, darle su Oscar a la Jolie con Inocencia interrumpida, filmar un biopic sobre Johnny Cash con la logradísima En la cuerda floja o un gran western como El tren de las 3,10 para superar al original con el remake. Y entre medias, Mangold está igualmente capacitado equivocándose con Kate & Leopol o Identidad, películas imposibles de llevar a buen puerto con semejantes guiones.

Supongo que la realización bastante aseada de Noche y día, una de las últimas peripecias aventureras de Cruise, le ha puesto en la lista cada vez más abultada de directores aptos para sagas superheróicas, que a este paso serán las únicas que den a intérpretes y cineastas beneficios económicos dignos de tal nombre, según se nombran los beneficios en Hollywood.

Los X-men y sus spin-offs constituyen una de las sagas más desarrolladas y rentables de este género, el que actualmente maneja los presupuestos que antes se reservaban únicamente a películas que no solo ofrecieran espectáculo y estrellas, sino argumentos adultos.

Y Lobezno, a pesar de que narrativamente funciona peor en solitario que en grupo, ha demostrado rentabilidad extrema, casi podríamos llamarla rentabilidad inmortal. Además Hugh les gusta mucho a las chicas, con ese tórax, esos bíceps, ese rostro bello y afilado de Eastwood joven,.. En fin, que el espectador se complace con los mamporros y la espectadora con quien los reparte y todo el mundo contento bajo el aire acondicionado de la taquilla estival.

La única pega es que la película es una mierda.

Perdonadme la explicitud, pero no puedo ser benévolo con un título que acapara más de 600 salas de toda España y que por debajo de su apabullante ventaja de distribución ofrece un producto tan pobre, a pesar de su carísimo envoltorio. La historia es poca cosa incluso contando con la baza de Japón y un excelente prólogo en Hiroshima. La dirección de Mangold resulta impropia para estas batallitas donde el ritmo lo es todo. Solo la secuencia del tren y la del quirófano aprueban con nota, el resto de la acción luce adocenada o torpe. Los personajes, a excepción del amortizado protagonista y su escudera japonesa, dan más lástima que otra cosa, la malvada desentona como un punki en una boda del Opus y el misterio esculpido en adamiantum se ve venir hasta para quien no se haya leído un solo cómic (cosa que creo que también le sucede al guionista).

Es una pena no poder reproducir el análisis crítico de mi sobrino de nueve años, desde el cine hasta el coche, sobre las incongruencias de todo tipo que tiene la película de principio a fin.

En cuanto a la propina después de los créditos ¿a quién coño le importa que los X-men tengan otra amenaza sobre sus mutantes chepas? Por lo visto a la mayoría, que con verdadero interés, ante la ausencia de alternativas o acompañando a un sobrino, le hicieron la mejor taquilla de la cartelera.
Maldita inmortalidad.