viernes, 26 de marzo de 2021

Bertrand Tavernier

El reloj de Saint Paul, El juez y el asesino, La muerte en directo, 1280 almas, Alrededor de la medianoche, La pasión de Beatrice, La vida y nada más, Ley 627, La hija de D´Artagnan, La carnaza, Capitán Conan, Hoy empieza todo, Crónicas diplomáticas, Las películas de mi vida... y algunas más que me he saltado porque no las vi o no me dejaron suficiente huella.

Pero menudo currículum, el del galo. Contando con intérpretes de la talla y el encanto de Romy Schneider, Philippe Noiret, Michel Piccoli, Nathalie Baye, Isabelle Huppert, Jean Rochefort Sophie Marceau (mi principal razón para ver y disfrutar La hija de D´Artagnan).

Pudo retirarse hace veinte años, en lo más alto, pero le gustaba rodar, estrenar, hablar de cine, seguir en el ajo. Y gracias a eso despachó dos últimas películas estupendas, la de los políticos inanes pero reverenciados y la del cinéfilo total.

Su calidad ilustrada tiene poco relevo en la vecina Francia. Adieu, Bertrand.

domingo, 14 de marzo de 2021

Queimada: siempre el mismo fuego


He rescatado Queimada del lote en el que guardo tantas películas que me impresionaron hace 20 años pero no he vuelto a ver. Tener muchas más rayas en la piel obliga a verlas de nuevo, porque lo que cuentan se enriquece con lo que ahora sabes. 

Ésta de Pontecorvo, como todas las obras mayores que llevan su firma, es demoledora. Brando no lo sabía, pero le quedaban tres películas memorables por delante (nada menos que El Padrino, El último tango en París y Apocalipsis Now), solo tres, antes de convertirse en un compulsivo comedor de helados que se asomaba a producciones comerciales o directamente nefastas cuando se aburría de engordar en su mansión, quería facturar una cifra récord o mamonear un poco por ahí. 

Aquí está perfecto como el inglés que cocina una revolución de encargo y luego de encargo la desactiva. Primero quiere echar a los portugueses para que la isla sea independiente y comercie con otras potencias, luego plegarla a las exigencias de la Sugar Company de turno, gobierno títere incluido.

En medio, la amistad que forja con el resistente José Dolores (el colombiano Evaristo Márquez), que pasa de esclavo a ladrón, de guerrillero a general, de general a mito. Todo ello sin saber una miaja de cómo se gobierna un Estado soberano, lo que constituye su perdición frente a Estados con mucha práctica en gobierno, comercio y hasta invasiones de soberanías ajenas para que ese comercio sea más y más pujante.

El eficiente agente Walker (Brando), primero asalariado de la Armada británica, diez años después de la Sugar Company, sabe lo que hay que hacer para conseguir el éxito de su empresa, pero lo va haciendo más a su pesar cada vez, dado que esa amistad forjada en licores y heroísmos debe morir en el empeño. Hasta la amistad de los actores, entre la estrella y el desconocido, se parecía a la del film.

Esta película es el reverso deprimente, caribeño y talentoso de la película italiana sobre la Isla de las Rosas. Una cosa es contar con un territorio libre y otra muy distinta gobernarlo, preservándolo frente a los demás, que ya tienen más conchas que un galápago e intereses contrarios a los tuyos.

Al final, siempre se queman los mismos sembrados, las veces que hagan falta, y el resultado beneficia a quién puede permitírselo. En Queimada y en países menos imaginarios. 

sábado, 13 de marzo de 2021

La increíble historia de la Isla de las Rosas


Sin referencias cinéfilas previas, aunque un vago recuerdo de haber leído el caso real en algún suplemento o revista de Historia, me vi anoche con mi compañera más habitual de pantalla, por recomendación de ella misma, esta comedia a la italiana de 2020 y colgada en Netflix (lagarto lagarto). 

Quizá la falta de opiniones ajenas, pistas o peros; quizá la forma en que surgió la recomendación, partiendo de una charla sobre los resortes de la sociedad, la autodefensa de los poderes establecidos y por ahí; quizá la hora y el día, después de una jornada tele-extenuante... El caso es que lo pasé estupendo con esta película sencilla, bien expuesta y que sólo araña la superficie de lo que supone ir por libre en nuestro reglado mundo, equilibradamente desequilibrado.

Esta historia, contada a principios de los 70 con, digamos un Mastroianni y una LorenVittorio De Sica de político italiano entre lo cómico y lo temible (o de cardenal vaticano, que también encaja), y Comencini o Risi al mando, se habría convertido en un clásico, quizá menor, pero digno de revisarse de vez en cuando.

Con los mimbres de ahora (en la dirección, en los gags, diálogos e intérpretes), la cosa queda más blanda, pero muy disfrutable y no carente de miga. Varias escenas, en el consejo de ministros de la isla de las Rosas, en los jardines del Vaticano y entre padre e hijo, son memorables aún sin el carisma del tiempo y el talento de otros profesionales más capaces.

Da igual, porque voy a ser generoso, enga: no parece de Netflix.  

lunes, 8 de marzo de 2021

Gala Goya 2021. Ha hecho falta una pandemia

Y Málaga, claro. Y un tipo viajado y listo que ha encontrado un filón redescubriendo para la televisión de España el buen gusto, la media voz, la no-estridencia.  


La Gala en directo solo la vi empezar. Luego pesqué un par de retazos mientras cenaba. Pero he recorrido ya muchos más fragmentos, de escenario y de alegría por webcam. Más que suficiente para calibrar que a Antonio Banderas, diciendo lo mismo y con el mismo tono, se le podían haber reducido los parlamentos a la mitad de extensión. Al menos los que yo le vi soltar. Atinados, pero interminables. El espectador ya no está para chapas de cinco minutos a pelo, por muy Banderas que te la dé.

Dicho esto, sabéis que el tipo me cae muy bien. Me alegro de que le haya quitado la vertiente chabacana a esa Gala que, como diría mi añorado amigo Pepe Berdoy, ya daba alipori.

Autocomplacencias varias aparte (pocas y, en cualquier caso, educadas), la verdad es que los homenajes a Berlanga, a Ángela Molina y a los fallecidos del último año resultaron fantásticos, poderosos y emotivos. 


El escenario, en esos momentos y en todos los demás, estuvo muy bien utilizado, mucho más rico de lo que suele. La realización muy profesional, ajustada a lo que debía mostrar en cada instante, aunque en esta ocasión no ha tenido que bregar con público, subidas, bajadas, ni grupos de profanos premiados en escena. Pero sí con multitud de conexiones novedosas y poco estéticas.

Y digo que Banderas contaba con el imbatible argumento del drama nacional y la idea firme de no orillarlo. Este planteamiento fulminó de salida muchas de las ridiculeces de otras ediciones. Sin desmerecer el trabajo sobre el terreno, que debió ser complejísimo, esa renuncia deliberada a la ración de ordinariez tantas veces confundida con la naturalidad, por comparación ya se percibió como el colmo del encanto. A efectos de show, eso es lo más tremendo: que haya resultado elegante, por el sencillo modo de no ser estridente, de vestirse de seriedad y poner a cada uno a hacer lo que sabe hacer bien. Valgan de ejemplo el cante y el baile, minimalistas y exquisitos. 


De paso, tirando de agenda de los que se codean con la industria internacional (Banderas a la cabeza, pero imagino que Penélope Cruz, J. Bayona, Rodrigo Cortés, Amenábar o Almodóvar también descolgaron teléfono…). Obteniendo testimonios de apoyo hollywoodense, iberoamericano y europeo de primera fila. Otra idea a la que siempre fue fácil llegar, pero que por lo visto necesita a un propulsor como el de Málaga.


Nunca sabremos del todo si la obligatoriedad de no hacerla presencial fue lo que le quitó esas mierdas en las que incurren año tras año. O sí lo sabremos, porque tarde o temprano volverán al directo y sin Antonio

El columnista Alberto Olmos ha tirado por la calle de en medio titulando la Gala “El funeral más largo de la historia”. Otro tipo astuto, Olmos, porque el año en que nadie querría hacer escarnio de la gala era el ideal para que lo hiciese él. Pero teniendo ya entre 70 y 90.000 muertos, bien se puede alargar el duelo. Y coincido con otro amigo cinéfilo en que no estaba de más transmitir en la gala que “esto” (la pandemia) sigue, así que vamos a dar por oportuno el “funeral”. 

 


Es más: cuando acabe la maldita pandemia y se vuelvan a entregar premios por el método corriente, espero que a los que cocinen entonces las cositas de la Academia del Cine les hagan un pase de esta Gala de los Goya.

lunes, 1 de marzo de 2021

Quique San Francisco

La última película en la que le vi actuar se titulaba 4 latas y se estrenó en los cines en marzo del 2019. Él hacía de narrador la mayor parte del metraje, pero eran mérito suyo el  final en alto y la emoción auténtica que destilaba ese encuentro en las últimas con su hija; Frente a tres intérpretes sólidos que se habían hecho querer en el trayecto, Quique daba un golpe de autoridad con apenas nada.  

Siempre me pareció un actor de raza. Empezó a destacar en el cine quinqui,  aunque llevaba tiempo asomándose a películas de toda especie en papelitos poco lucidos. Pero se hizo hueco a pesar de un físico tan marcado que le limitaba, actuando para García Sánchez, Cuerda, De La Iglesia, Iborra, Aristarain, Berlanga, Segura,... Le disfruté mucho junto a Resines en Orquesta Club Virginia y El baile del pato, brillante y divertido sin esfuerzo aparente.  Como humorista era un crack.

Buen viaje, Quique.