lunes, 12 de agosto de 2019

La favorita


Podría titularse Las favoritas, porque son dos las mujeres en las que se apoya la insegura y caprichosa versión de la reina Ana de Gran Bretaña (Olivia Colman) en esta película de Yorgos Lanthimos, al que en mi tertulia cinéfila llamamos cortésmente "el griego desagradable".

Rachel Weitz y Emma Stone, a cual más bella y calculadora, van tirando de recursos, desde los obvios a los sibilinos, para ser la favorita de la reina. Una aspira a mantenerse como consejera política todopoderosa, la otra sólo quiere subir escalones hasta donde la miseria no regrese a su vida. Y sólo una de las dos siente por su valedora verdadero amor.

La película, comprensible en todo momento, palaciega, malévola y con su pizca de romanticismo genuino y fracasos vitales, está estupendamente rodada, montada y servida.

Supongo que la temática y un guión en el que Yorgos no ha metido la cuchara ni por delegación, tienen mucho que ver en que ésta sea la obra más accesible del griego. Además de ese bello reparto vestido de corte, que imposibilita para ponerse tan desagradable como a Yorgos y a sus Festivales de cabecera les gustaría.

Curiosamente, esta vez Cannes le premió el guión. Y el director también levantó el Bafta a la mejor película británica. En fin, que el tiempo dirá si La Favorita es una excepción en la carrera del griego, o un giro que haga su cine más agradable de ver, por mucho desencanto que fluya al fondo.  



domingo, 11 de agosto de 2019

Dolor y Gloria



Dolor y Gloria es la última estrenada por Pedro Almodóvar hasta la fecha. En comparación a las tres anteriores, es una joya. En el conjunto de su filmografía, una de las buenas.

Bien escrita, rodada, interpretada y editada, Dolor y Gloria se dedica más al dolor que a la gloria. Porque la gloria, frente al dolor, compensa poco, hasta puede quien la alcanzó reírse de ella sin hacer sangre (“¿cómo puedo gustar tanto en Islandia?”).

Después de varios patinazos, Almodóvar vuelve a encontrar la manera equilibrada y grata de meter sus largos parlamentos narrativos en el conjunto de la película, haciéndola volar en lugar de tirarla hacia abajo. Cada vez más, algo inevitable por su aislamiento en la cima, los guiones de Almodóvar, más que diálogos, acumulan narradores sucesivos de historias contadas a un personaje oyente o al espectador sin más intermediario que la voz en off.

Pero aquí sienta bien (la variedad de soluciones de puesta en escena ayudan): el protagonista es un hombre sólo y acorralado que se recrea en sus recuerdos para sobrevivir sin trabajar. Sueña en cine porque no puede hacer cine. Retoma algunos contactos e intereses por aburrimiento vital, pero eso mismo le permite ir apuntando destellos del artista que se resiste a morir.

Antonio Banderas está soberbio, como suele con Almodóvar y como apenas tiene oportunidad de demostrar en el cine anglosajón, que le ha embarrancado de un tiempo a esta parte en secundarios poco relevantes o en protagónicos de pelis de mamporros serie B.

El resto del reparto, con mención especial para Julieta Serrano, también lo hace muy bien. Hasta un color de ojos le vale esta vez al director para armar la estructura que revela el final del relato.

Sólo asoma la patita de lobo en algunos guiños que a mí nunca me convencieron: las referencias cinematográficas que escoge remiten siempre a obras maestras que admira pero nunca alcanza, y Cocteau frente a Mallo apunta a soberbia.

Por lo demás, ya digo, estupenda película.