miércoles, 10 de julio de 2019

Se avecina joyita


Se estrena el 30 de agosto, para amenizar los últimos calores. Y tendrá más salas de exhibición previo pago que cualquier película digna de llamarse Cine.

Ojo a la sinopsis:
El presidente de los Estados Unidos, Allan Trumbull (Morgan Freeman) queda en coma tras un intento de asesinato. Su siempre confidente, el agente secreto Mike Banning (Gerard Butler), es injustamente acusado de perpetrarlo. Retenido por los suyos, Banning logra escapar de la custodia policial convirtiéndose en un fugitivo.

¿A qué no os suena a visto? Pues ea, a disfrutar. 

Coñas aparte: le quitamos los nombres propios a esto (Estados Unidos, Allan Trumbull, Mike Banning) y se los ponemos españoles, o de otro lugar de Europa, iberoamericanos o hasta asiáticos y nos da la risa. Un agente letal en España, Alemania, México, Coreo o Japón "siempre confidente" del primer mandatario del país (demócrata, no hace falta aclararlo), es por completo inverosímil. Y ojo, en Estado Unidos, en realidad, también. Pero aquí se trata de tragar palomitas y darse un festín de muertos por arma de fuego. 

Lo que cada vez me resulta más chocante es que este tipo de fórmula (porque es una fórmula y nada más), haya conquistado el mercado internacional. Con lo que cuesta la primera escabechina que nos ofrezca esta joya, cualquier otro país del mundo puede realizar una película de presupuesto mediano que hable con cercanía de lo que sea, por caminos igual de trillados pero menos sangrientos o con asuntos originales que no sabes por dónde van a salir, que pueden afectarte, emocionarte, importarte.

Pero el aplastamiento comercial de los audiovisuales estadounidenses ha derivado en un consumo cultural masivo a nivel planetario de sus producciones que nos hace grato cualquier empaquetado made in Hollywood, por muy visto que esté, por muy basiquito que luzca, por muy deshumanizador que resulte a la postre.

Bueno, el postre de esta película que aún no he visto será del agente especial junto a la cama del presidente, que a pesar del atentado "ya ha pasado lo peor". Se me ocurre esa frase médica estándar: "no conviene agotarle, tiene cinco minutos".

Y con esto queda cubierto el lado humano de la propuesta. Ya se me saltan las lágrimas.

martes, 9 de julio de 2019

En la lista

www.lifeder.comuna web con años de ciber-carretera cuyo cometido principal es transmitir contenido educativo creado por especialistas, y que tiene más de 5 millones de lectores al mes, nos ha puesto en una lista de los mejores blogs de cine.

No sé si su lista es especialmente valiosa, pero no conocerlos y que pongan el blog como lo ponen, me parece que sí. “Sólo para los más exquisitos”, dicen. Esos sois vosotros.



lunes, 8 de julio de 2019

Mula


Finalmente, en el último cine del país, viejo y destartalado como la camioneta del maldito Eastwood, pude ver Mula. Clint ha llegado a la ancianidad, como actor se le nota en la cara. Hasta este papel, incluso como viejo, se veía temible. Hoy le sabemos -y se sabe- un anciano. Por eso este personaje le va como un guante.

En la dirección no puede decirse lo mismo. Es un director con mucho talento, que ha madurado y nada más. Nuestro amigo Berdoy hubiese disfrutado con ésta, después del patinazo inesperado que  el de Carmel tuvo con la del tren.

Mula es una historia sencilla e interesantísima, como muchas de las mejores de Eastwood. El tipo está tan sobrado que acorta lo que quiere (cierre de negocio, juicio…), abandona personajes cuando pierden relevancia (el joven mexicano), mete mozas de pago en su habitación, remienda bancarrotas del siglo XXI con fajos al contado a lo siglo XX… Y todo le funciona, porque dirige mejor que ninguno de los grandes que quedan en Hollywood.


No necesita la fiebre que mejora a Scorsese, el ingenio judío de Allen, los subrayados sensibleros de Spielberg, la alambicada estructura de Nolan, la trascendencia obligatoria de Iñárritu, las geometrías tintinescas de Anderson o la crueldad vintage de Tarantino. Clint sabe lo que se hace (incluyendo cuando conviene su presencia en pantalla), y eso le basta. Hasta veinte años más joven nos hubiera convencido de que su mayor talento es la jardinería.

Por debajo de esta historia de vejez activa y desprejuiciada, en la que se permite llamar boyeras a las boyeras, negritos a un matrimonio negro en apuros y frijoles a los mexicanos, porque posiblemente conviva mejor con ellos que muchos concienciados de boquilla, Eastwood habla de la familia sacrificada en pos del éxito, del omnipresente e innecesario smartphone, del mercado y sus peajes, de los prejuicios en su patria, del derecho a la incorrección política, de la tercera edad desasistida, de una sociedad volcada en la pasta gansa… Todo ligero y por capas.

Es el último Eastwood, el que ya no puede dar miedo, como lo daba aún en su maestra Gran Torino, pero reconocible en su caminar y su decir. En su rictus desubicado. Para remate, elige y coloca las canciones finales como nadie. Vamos, Clint. 


jueves, 4 de julio de 2019

Genio y figura

Al final, quedó encasillado en el galán anticuado y el cariñoso "chatina" que les largaba a las actrices jovenzuelas en escena o plató.

Pero este señor empezó en el cine en los 50, haciendo unos villanos estupendos (el gángster de A sangre fría, el gigoló Víctor de Un vaso de whisky, el torero Romerita) y, en reglas generales, papeles variados en los que siempre estaba solvente.

Durante varias décadas pasa por todas las etapas de nuestro cine, el picanteo, el melodrama, las estrellas cómicas de moda, como la Morgan en La tonta del bote, participa en el famoso Estudio 1, completa repartos internacionales en México o Argentina,... Y se consolida en la escena teatral, en la que su especialidad es la de "elegante de comedia sofisticada".

En los 80, dos papeles le pusieron de nuevo donde merecía: El villano de El Crack 2, que con una sola escena frente a Alfredo Landa y el smoking puesto para una cena navideña, pone los pelos de punta. Pero, sobre todo, el pijo buscavidas sin suerte que encarna en Truhanes, junto a Paco Rabal, nadie sabe cuál de los dos lo hace mejor.

No me importa mucho lo que vino después, las series de televisión exprimiendo su vis cómica para públicos algo mayores o sus colaboraciones en cintas más o menos sonadas (aquellas incursiones de la Pantoja en el cine...).

No tenía nada que demostrar. Habría podido hacer cosas mejores, pero seguía siendo el elegante. Y eso le bastó hasta el final.