martes, 11 de noviembre de 2025

Los tigres

La última de Alberto Rodríguez recupera para su filmografía al curtido y solvente Antonio de la Torre (casi seguro el actor que mejor ha elegido películas en su generación) y a la siempre magnética Bárbara Lennie para contar una de aventuras con pulso, escenario, personajes y ganas.

Los tigres son dos hermanos buzos (Antonio y Bárbara), inseparables en una peripecia vital jalonada de fracasos, pérdidas personales e inmersiones de riesgo. Gracias a una guion hábil y a una puesta en escena sin desequilibrios, las espectaculares secuencias submarinas empatan bien con la prosaica problemática cotidiana una vez en puerto: clásica pensión de divorcio, problemas de salud cada día más limitantes, peligrosa inexperiencia delictiva...  

Como suele suceder en las de este director, la historia no se pasa de original, pero interesa en todo momento por su narrativa, clásica y firme. Con Los tigres, a Rodríguez le sale una buena peli de aventuras bajo el agua y desventuras en tierra firme, con grandes actores, estupendas elipsis y mucho ritmo.   

Pantalla grande.

viernes, 7 de noviembre de 2025

Los Domingos


El panorama está tan avinagrado en el espacio público (el cine también pertenece a ese espacio), que una película española actual sobre la vocación religiosa, o con personajes que no solo profesan sino que son "profesionales" en la Iglesia, ya parece una obra maestra con tal de que no retrate al cura como un rijoso y a las monjas como intransigentes o malvadas. Invita al pasmo que Los Domingos deje a varios familiares y amigos de la protagonista en territorios limítrofes con la comprensión, la curiosidad, la complicidad o el respeto hacia los delicados asuntos de la Fe. 

La premisa de Los Domingos debe conocerla ya todo España: una jovencita de diecisiete años manifiesta ante su familia el deseo de convivir con una congregación de monjas de clausura, para terminar de resolver así su etapa de "discernimiento vocacional", que ha empezado hace meses sin el conocimiento de nadie de su entorno más próximo.

A partir de aquí, se suceden las reacciones, los interrogatorios, las maniobras de unos y de otros para disuadir o facilitar la huida o el ingreso en la orden religiosa y el convento de tales monjas. Los no creyentes que quieren a la muchacha (excelente Patricia López Arnaiz) no saben como manejar el asunto sin ser tajantes, otros (el padre estupendamente encarnado por Miguel Garcés) se limitan a ser testigos, algunos (como el cuñado Juan Minujín o la abuela Mabel Rivera) buscan que la elección de la joven se ciña al amor a la familia frente al amor a Dios. 

Y en medio, el devenir de la vida no contemplativa, con sus créditos, sus deudas, sus problemas familiares y de pareja, sus fallecimientos inesperados. Cosas todas que cualquiera de nosotros es capaz de entender y sufrir, frente al asombro por incomprensible que produce esa otra vida aislada, casi evanescente de una congregación incapaz de entender (tampoco lo pretende) el mundo de fuera, que solo sabe y puede rezar por él.  

La película, pausada y bonita, de sobria puesta en escena e intérpretes magníficamente escogidos, cuenta además con un empleo de la música tan cuidadoso y pensado como el guion. Creo que Los Domingos se llevará unos cuantos premios esta temporada y que, en la recogida de alguno de ellos, alguien echará ese respeto (tan logrado, tan necesario) a perder.

viernes, 31 de octubre de 2025

Una casa llena de dinamita

Kathryn Bigelow es una cineasta muy notable que en este nuevo milenio ha estrenado sus películas a cuentagotas, y estamos hablando de artefactos muy potentes, En tierra hostil, La noche más oscura, Detroit... Una media ponderada de cinco años separan sus títulos mayores, aunque tuvo otro par de maravillas en los noventa (Días extraños y Le llaman Bodhi). Dirige como nadie cine de acción con poso, no de mamporros por mamporros. En eso es desde siempre una rara avis en Hollywood, tan rígido en sus encasillamientos (cine de hostias dirige un tío, cine sensiblero dirige una tía).

Desconozco si la filmografía más bien corta para una setentona se debe a un bullying profesional, un carácter difícil o una selección escrupulosa de los proyectos, ya no sigo estos detalles de la carrera de nadie. Pero ha llegado hasta aquí rodando, rodando bien y sin que le falten recursos. En esta nueva Una casa llena de dinamita Netflix pone la pasta para hacerla, un estreno técnico lo más rápido que se permita y al streaming.

Así que ella ha hecho algo que no se resienta demasiado por la reducción de la pantalla en la que la veas. Se pega a la historia, los personajes y el ritmo, eso siempre ha sabido hacerlo estupendamente y el resultado te atrapa y no te suelta hasta el final. 

No es de sus grandes títulos. Tiene un arranque formidable que se desarrolla durante cuarenta minutos con una brillantez que presagia más. Luego deja de sorprender, se instala en la idea inicial exprimiéndola, aunque sigue enganchando por su nervio indudable. 

En cuanto al presidente ficticio de los Estados Unidos, empieza a estar manido recurrir a un afroamericano. Hubiera sido más inquietante mantener su ventana de videoconferencias en negro, con una voz no conocida del público dando vida al hombre con más ojivas nucleares de la Tierra, esa Tierra que naturalmente es nuestra casa llena de dinamita. 

Merece verse, como todas las de Kathryn.

miércoles, 15 de octubre de 2025

Todo a la mierda en todas partes

 

He empezado a ver Todo a la vez en todas partes

Me he atascado en la parte contratante de la primera parte (pero ay, sin Groucho).

lunes, 13 de octubre de 2025

La última noche de Diane Keaton

Hay que estar muy segura del propio talento para no tomárselo demasiado en serio, teniendo para regalar. Y la industria de Hollywood tiene un problema (uno de tantos) si es capaz de malgastar a semejante actriz durante casi veinte años. 

Diane Keaton hizo el gamberro con Woody Allen en cuantas películas disfrutaron de la complicidad del actor-directos y la actriz-musa. Fue alternando coñas como Sueños de un seductor, El dormilón o La última noche de Boris Grushenko, con las dos primeras de El padrino de Coppola. Se hizo una interpretación de las que sostienen una película entera en Esperando a mister Goodbar. Regresó a Allen para recoger el Oscar por Annie Hall, además de lucirse en Interiores y Manhattan. Se enredó con Warren Beatty (en cuyas yemas de los dedos querría reencarnarse Allen), haciendo la mastodóntica Reds. Para entonces solo tenía 35 años.

Llegó hasta el final del siglo con algunos triunfos más en la culata: varias de Allen, el último Padrino de Coppola, algunas comedias románticas y dramas de razonable calidad y éxito comercial, en las que compartía cartel con otros grandes como su amiga Meryl StreepJessica Lange, Sissy Spacek o Albert Finney. Hasta productos ligeros y ñoños como Baby Boom, vehículo comercial de libro, o remakes tan innecesarios como El padre de la novia y su inevitable secuela le salían con facilidad.

A partir del 2000 la llamaban para más de lo mismo. Ella lo manejó con elegancia y se hizo hueco en esos repartos corales de este nuevo siglo, con estrellas varias de la misma quinta demasiado maduras para el listón hollywoodiense de protagónicos, no digamos ya los femeninos. 

No obstante, aún se dio el gusto en 2003 de hacer un divertimento con Jack Nicholson, ligarse creíblemente a Keanu Reaves y -trece años más tarde- componer para Sorrentino una monja tremebunda en El joven Papa. Seguía trabajando, luciendo ese look que se inventó ella misma e hizo evolucionar sin imitadoras, derrochando sonrisa y mirada bella y aguda. 

Anoche pusimos en mi casa Misterioso asesinato en Manhattan en su memoria. Diane podría llevar con soltura la gorra de poli de la mujer que comparte la cabecera de este blog y mi vida. Ambas investigarían un crimen de vecindad con igual tesón, inconsciencia y gracia, todos los que estábamos viendo la película lo vimos claro. Así que fue una noche agridulce: Diane se ha ido, pero aún discuto y río con la única que está a su altura.

Adiós, chica de la corbata.

(Retrato de Diane Keaton realizado por el gran José Luis García).


miércoles, 8 de octubre de 2025

Dos veteranos que estrenan

Dos directores veteranos de nuestro cine acaban de sacar película. 
Antonio Hernández se marca un thriller bastante original, apoyado en un buen reparto, parajes hermosos y unas cuantas licencias ficcionales. Agustín Díaz Yanes, más autor, tira de realidad histórica reciente para hurgar en la ponzoña etarra y sus puntos débiles, con heroína interpuesta. 

Los dos cineastas demuestran estar en forma. Al barro: 


Parecido a un asesinato.

Con un reparto vistoso y ajustado, que encabezan Eduardo Noriega y Blanca Suarez, el fogueado Hernández, que realizó maravillas como Lisboa y En la ciudad sin límites y bajonazos como El gran marciano o Capitán trueno y el santo grial, adapta una novela de Juan Bolea y lo hace con ritmo y razonable originalidad en el modo de contarlo.

No sé cuanta promoción le habrán puesto al estreno, pero merecería algo de suerte en taquilla. Aunque la pareja protagonista (Suárez y Noriega), como quizá le pasa a todos los intérpretes españoles sin proyección americana, no son gancho suficiente para las entradas, a pesar de hacer muy bien sus papeles. 

Esta es una película pensada y de buena factura que puede sorprender y gustar. Apenas si resulta inverosímil esa clase de escritor "forrado" gracias a su éxito de ventas. Ni llamándole Arturo. Pero vale para dar lujo a los escenarios domésticos, a las fiestas mundanas, a la casa de montaña.

Aunque los finales felices siguen siendo nuestra asignatura pendiente.


Un fantasma en la batalla

Esta excelente película solo tiene dos peros: que la temática de la guardia civil infiltrada en la banda terrorista ETA ya se usó en nuestro cine hace menos de un año (La infiltrada) y que Carolina Yuste es más carismática que Susana Abaitua. La vasca, por lo demás, también lo hace de coña.

La intriga funciona como un reloj: Agustín Díaz Yanes es un gran director y guionista, aquí ejerce de ambos. Casi es esta segunda película sobre la misma historia más ilustrativa de los modos de aquel ambiente escalofriante de "gudaris y "txakurras". O de cómo fue desmantelándose gran parte del "aparato", secuestros, zulos... mientras los asesinatos continuaban y se "socializaba" el dolor. Esos eufemismos que gastan algunos...

Respecto a la protagonista, la dureza del trabajo en lo que a afectos se refiere queda bastante detrás de la misión, la búsqueda, el miedo o la huida. No se hecha demasiado de menos esa faceta de esta infiltrada, la mejor prueba de calidad de un apasionante relato de gatos y ratones.

Esperemos que ambos directores nos regalen alguna película más, con oficio y talento de veteranos. 

lunes, 29 de septiembre de 2025

El cautivo


He demorado mi opinión sobre esta película deliberadamente, esperando que se posase un poco la polvareda, que era previsible y nadie puede hacerse de nuevas. Contaba con ello hasta el último mono, los productores no digamos. Porque lo más significativo de la película, el asunto principal, es la historia de amor de Miguel de Cervantes con el Bajá de Argel y la condición sexual de El cautivo

Para eso le sobraba con los 10 o 12 millones que ha costado hacerla. Pero coincido con la opinión de Albert Vázquez: “Cuando vas a ver Salvar al soldado Ryan, esperas que el tema de la película sea la brutalidad de la guerra y no la diversidad botánica de Normandía”. Las aparentes premisas de Alejandro Amenábar (el cautiverio en aquel Argel, el magnetismo del futuro genio entre los prisioneros gracias a su capacidad fabuladora, los intentos de fuga de grupos liderados por él…), todas sin excepción pintaban estupendas. Pero desde el primer tráiler y las declaraciones promocionales del director quedaba claro que la trama iba más allá. Se recreaba en la “diversidad botánica”, incluso se centraba en ella.

Prejuicios al margen, levantar la liebre sobre las cosucas que se ventilarían carnalmente en el cautiverio argelino del siglo XVI y hacerlo en plan molón (sedoso y bien llevado pelo el del actor, sultán sugerente y tal), con baño árabe incluido y resignadas lágrimas finales del despechado, es una opción cinematográfica legítima, pero con muchas papeletas para mandarlo todo al garete. Así pasa. Primero, porque en el imaginario popular, Cervantes y el Quijote son intocables. Y, se quiera o no, la natural querencia de nuestro cine para apalear los mitos historicistas que huelan a épica española, orgullo de país y esa clase de cosas asociadas (inexplicablemente) a malvada soflama de derechas, entra en juego con el punto de vista del director (más allá de lo sexual), ahondando la trinchera de inclusivos sin matices a un lado y escépticos descarnados y cafeteros al otro. En medio el público, que parece estar un pelín hasta los cojones.

Con Amenábar me pasa (salvando las distancias), como con Ridley Scott: arrancó con tres películas estupendas consecutivas y, tras la inesperada y oscarizada Mar adentro, pasó a dirigir con oficio incontestables películas de gran producción, notable éxito de taquilla y faltas de genio narrativo. “Correctamente grandiosas”, por resumir con cariño. Agora, Regresion y Mientras dure la guerra son así: meritorias como producciones, pero demasiado calculadoras, en cierto modo maniqueas, de pizarra. Menores frente a esas “frívolas intrigas” con las que empezó su carrera. Pura ficción aquellas, de robustos guiones y ejecución firme. Pero ya que hemos llegado a la ficción y al modo de ejecutarla, las partes de El cautivo centradas en el Cervantes fabulador, que son bastantes, lucen más bien birriosas o desacertadas en su representación. Para hacer eso como pedía el verbo del literato y la imaginación de sus oyentes directos hubiesen hecho falta 30 millones más. Por la misma razón, los intentos de fuga, que aquí se reducen a dos, en lo que tienen o debieron tener de acción y riesgo dan algo de penuca.  

Amenábar lo ha gastado todo en un Argel que es al siglo XVI lo que nuestros belenes navideños al Belén del año cero: una imaginería del XIX convertida en convención, a la que sólo añade el “Herodes gay” y unos cuantos efebos en palacio y fuera, que espabilen a Miguel y le hagan sentirse bien con su condición sexual hasta entonces reprimida. De haberle puesto cualquier otro nombre al cautivo, la película se hubiera descargado de la responsabilidad de hacer guiños constantes (y malos) al genio literario del personaje español. Y hubiese ganado en concreción y hondura. En fin, que la trama “homo” es lo único que funciona medianamente, aunque vista con el corazón y la pluma de un director acomodado del siglo XXI. Para mezclar la historia de amantes y el talento de ese particularísimo preso ante otro montón de españoles desesperados hace falta un guion mucho mejor y, a lo que se ve, muchísima más pasta.

Porque el drama principal es que la película, como tal, no funciona. Tiene un ritmo terrible, algunas escenas supuestamente intimistas son interminables, otras se resuelven apresuradamente y ciertos momentos, que deberían ser emocionantes, no lo consiguen en absoluto. Por ejemplo, el reencuentro de Antonio de Sosa (otro cautivo), con su hijo es absolutamente ridículo. O aquel en que los frailes piden ayuda a los muchos amigos que ha hecho Cervantes en Argel, cosa que nos tenemos que tragar sin una sola escena previa mínimamente ilustrativa de esa simpatía o gratitud de los argelinos hacia Cervantes o de comprensión hacia los frailes. Una simpatía y solidaridad, por cierto, muy del XVI entre cristianos y musulmanes, en una ciudad dominada por la crueldad de su Bajá, que no obstante rebosa mercaderes gustosos de propiciar el rescate del favorito de semejante sátrapa, sin importarles lo que les pase. De traca.

O esas otras en que el cautivo se transforma en "Sherezade" contando historias al "sultán", que es quien depura su arte literario enfureciéndose cada vez que Cervantes recurre a un tópico (o encantamiento) para hacer avanzar sus narraciones. También le lee El lazarillo de Tormes, que de paso estaba prohibido por la Inquisición, pero del que Antonio de Sosa tenía un ejemplar en el presidio argelino. De ese, de la obra de Garcilaso y vaya usted a saber de cuántos más, en romance o latín. Que debieron apresarlo con una biblioteca más grande que la de un duque y se la respetaron por ser Miguel Rellán quien sois. ¡Ni que semejara el viejo preso de la prisión de Shawshank repartiendo libros en su carrito!

Y aquí quería yo llegar: Cadena perpetua, otra película de presidiarios, sucede al 90% de su metraje en un escenario único y no aburre ni un solo minuto. Eso es cine (y cine mayúsculo). Los personajes encarnados por Tim Robins y Morgan Freeman hasta hubieran podido ser gays, pues ni tan mal.

Los problemas más graves, insisto, son cinematográficos. Murieron con las botas puestas es una completa patraña sobre Custer y una película magnífica. El cautivo, en cambio, naufraga cinematográficamente, en mi opinión, y eso invita a cebarse en la crítica con las inexactitudes, errores y licencias históricas interesadas. Amenábar, en fin, es mejor "inventor" que "adaptador" o “analista”. En el primer caso se luce como autor de género. En los otros se estrella por falta de ritmo, espectáculo, amenidad. El cine de tesis es un horror. Que se lo digan al último Almodóvar.

En resumen: oportunidad perdida para una buena película romántica, con originalidad en escenario, época y circunstancias. En cuanto a película sobre Cervantes, es triste comprobar que en manos de Amenábar nunca hubo tal oportunidad. Quizá es utópico pensar que la haya, sea quien sea el director.

P.D: En filmafinitty incluyen como guionista al propio Cervantes. ¡Madre mía! ¡Lo que nos queda por ver y por leer!