lunes, 7 de julio de 2025
F1, la película
Jerry Bruckheimer, ya "viudo" de Don Simpson, con quien produjo en los ochenta y los noventa unos taquillazos de escalofrío, se defiende bien sólo. Desde 1996, año en que su colega enterró el pico por cosas de vicios acelerantes, Jerry no ha parado de escoger proyectos con la calculadora en la mano, la espectacularidad en el ojo y la testosterona en el altar.
De esta filosofía (es un decir), han salido estruendosos taquillazos como Armageddon, Pearl Harbor, la saga Piratas del Caribe, la saga Dos policías rebeldes, la saga La búsqueda (búsquedas lleva solo dos, pero denle tiempo) y así sucesivamente.
Hace un par de años tuvo una reunión de esas que todos querríamos ver por un agujerito y en ella debió soltar: "Pongamos a Brad Pitt en la Fórmula 1. Ellas irán por Brad y nosotros por los carracos. ¿Tenéis una idea mejor?"
No la tenían. Así que bajada de bandera blanquinegra para el taquillazo del verano que tocase, por ejemplo éste. F1 es una película ultra-cliché, pasmosamente entretenida, en la que Brad hace del norteamericano solitario que no reconoce autoridad alguna. Pero no importa, porque es el mejor entre los mejores pilotos de cualquier circuito, aunque el joven aspirante a la gloria no lo tome en serio hasta que le conviene a la película. Naturalmente, hay también por allí una ingeniera de prototipos molona, que le pone ojitos a Brad. Y un jefe de equipo tan encabronado como si fuese comisario de policía (sólo le falta ser negro, pero esa cuota la cubría el aspirante).
Produce Lewis Hamilton y salen cuantos compiten en los circuitos de verdad. Algo así como los cameos de las de Santiago Segura, pero aquí sin hablar ni hacer el zafio. Por cierto, solo la última de Segura ha superado en taquilla a ésta. País atípico, el nuestro.
sábado, 5 de julio de 2025
Nadie hablará del blog cuando hayamos muerto
Pues eso, que los viejos toreros llevamos mal el retiro. Y después del duelo por Lynch y por el mismísimo blog, volvemos a la plaza.
Hay trabajo atrasado: las francesas y las afrancesadas, alguna española brillante u opaca, varias mega-gringas de cilindrada atómica, alguna rareza de la que tengo que confirmar su nacionalidad... Y la certeza de que una opinión u otra no importará demasiado. Mientras darla sea divertido, es suficiente.
Y además, se lo debo a un colega. Así que vamos allá, con la solana y el botijo.
jueves, 23 de enero de 2025
lunes, 13 de enero de 2025
España - Argentina
PUNTOS SUSPENSIVOS
Un juego criminal con antecedentes muy ilustres y más logrados (Caine es mucho Caine), pero bien contado, sostenido y resuelto. Va de escritores de misterio apostándolo todo al negro, por el éxito o por la gloria.
Aquí hay gato, ratón y hasta cascabel.
Muy bien Peretti y Coronado, aunque ya pasó el tiempo en el que el reparto tiraba de los espectadores para ir al cine a ver una película tan poco espectacular, aunque sí inteligente, juguetona y perversa a su manera.
COMPETENCIA OFICIAL
Antonio Banderas y Oscar Martínez hacen de las suyas, satirizando sus tics más conocidos. Banderas el actor con éxito en Hollywood que presume de frivolidad y una técnica casi limitada a la fotogenia, frente a un argentino de manual, muy metódico (o metodista), artista de la soberbia y maestro de maestros.
A ese cóctel se le añade Penélope Cruz haciendo de directora de cine egocéntrica y cabrona, muy bien por cierto, sin parodiar su imagen, huyendo de ella.
El carrusel de delirantes ensayos de un guion para la próxima película de los tres tiene interés, distinción estética y algunos momentos de puro descacharre. Hasta se permite ignorar la partitura que le calzarían los gringos a esta competencia.
Siempre he pensado que España y Argentina hacían buena pareja, aunque alguien acabe por salir perdiendo o con los pies por delante.
domingo, 29 de diciembre de 2024
Nosferatu
Drácula, con el nombre que figura en su pasaporte alemán, es un cien por cien de monstruo y un cero por cien de dandi. Pero ¡oh, novedad! esta vez luce bigotón.
O como dijo el amigo Gonzalo al salir: "hemos visto la última mierda de la temporada".
Feliz Año Nuevo y mejor.
jueves, 26 de diciembre de 2024
martes, 17 de diciembre de 2024
Marisa Paredes
La primera vez que reparé en Marisa Paredes fue en una serie de TVE titulada El olivar de Atocha, en la que hacía de criada con carácter, enamorada de su señor en los años que rodearon a nuestra más manoseada guerra. Recuerdo que ahí descubrí una actriz con carisma desbordante, capaz de sacar petróleo de un personaje de radionovela. Entonces reparé en que ya la había visto en cosas anteriores (y mejores), en tele y en cine: la serie Cervantes, multitud de obras en Estudio 1, Tras el cristal de Villaronga, Cara de acelga de José Sacristán, Tata mía de Borau, Las bicicletas son para el verano de Chávarri, Entre tinieblas de Almodóvar, Ópera prima de Trueba... hasta en El mundo sigue de Fernán Gómez aparecía.
Los protagónicos incontestables y divinos llegaron después, con el mismo Almodóvar. Andaba éste por entonces estilizando su cine en melodramas que requerían de grandes actrices. Y ahí estaba la Paredes, que te podía hacer de esposa de Imanol Arias llevándole diez años sin que se notase. En La flor de mi secreto era una víctima del desamor perfecta en su fragilidad y su soberbia. Antes se había medido con la Victoria Abril más infalible en Tacones lejanos con igual fortuna.
Su estrellato almodovariano le permitió hacer papeles magníficos en elencos de Gonzalo Suárez (La reina anónima), del mejor Ripstein (Profundo carmesí, El coronel no tiene quien le escriba), de Roberto Benigni en su título mayor La vida es bella y una de las excelentes películas que hizo en España el mexicano Guillermo del Toro, con Luppi y Noriega en uno de sus afortunadísimos malvados: El espinazo del diablo.
Repitió con Almodóvar en Todo sobre mi madre, Hable con ella y La piel que habito, dos de ellas oscarizadas, la otra muy discutible, pero con el protagonismo de un Antonio Banderas consagradísimo como estrella internacional. Ella para entonces volvía a completar elencos sin comandarlos, pero con solvencia y magnetismo para regalar.
Marisa Paredes lo hacía todo bien, salvo el papel de anodina. Rodó en Francia, España, Italia, Iberoamérica. Fue grande en teatro, cine y televisión. Había dejado de topármela en las producciones que siguió haciendo hasta ayer. La última vez que la disfruté fue en Petra de Jaime Rosales. Ella ya había pasado de los setenta y hace siete años de aquello.
A las grandes actrices me cuesta menos verlas envejecer que a ellos. Y no caigo en la cuenta de que algún día se retiran, reciben homenajes semi-póstumos, mueren. En ese limbo estaba yo, ocupado en mis cosas, cuando se murió Marisa.
Otra diva perdida. Buen viaje.
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