Anoche soñé que volvía la responsabilidad
Vi Pánico en las calles, una
de las primeras películas de Elia Kazan.
Ya saben, el traidor de Hollywood, comunista rebotado y denunciante de más
pedrigrí en la Caza de Brujas. Me pregunto de qué lado se pondría en ésta en la
que estamos. ¿Denunciando al gobierno? ¿Arrimado a él? ¿Denunciando colegas desafectos
que rueden de matute? ¿Rodando Diarios de la cuarentena?
Desde luego, caso de rodar, lo
haría con un talento impropio de los tiempos que vivimos. Pánico en las calles es de
sus primeras películas y la más a tono para abril de 2020, en cualquier lugar
del planeta. El film es un cuasi serie B (yo creo que por eso sucede en Nueva
Orleans y no en NY o Washington), en el que se monta gabinete de crisis
epidémica al descubrir un solo muerto.
El político se toma en serio la
amenaza, tal y como la explica el médico militar, sin preguntarle si le votó. No
obstante, es ese mismo político quien ataja las intenciones de los
investigadores de silenciar a la prensa, obligándoles a trabajar contra reloj,
o lo que es lo mismo, antes de la siguiente edición.
La policía se entrega a la tarea
imposible de encontrar a los asesinos del contagiado, para cortar el brote
antes de que lo extiendan, pero previamente se les vacuna a todos. También a
los tripulantes del barco en el que llegó el enfermo. También cada recinto que
pudo acoger al difunto de peste y bala se pone en cuarentena ipso facto, sin
cerrar la ciudad (aunque algunos que saben demasiado, con más tiempo que el
resto, sacan a la familia de ella).
Lo menos relevante es focalizar
la solución en un par de hombres, al fin y al cabo el espectador necesita
empatizar. Tampoco importa mucho el escaso reconocimiento –sobre todo
económico- que tiene el médico del ejército, obligado a tirar de su dinero en
varios momentos de la pesquisa. Aun cuando las frecuentes facturas de la
tintorería tengan que ver con la constante limpieza de sus uniformes por
imperativo sanitario. La administración del Estado, ya se sabe…
El primero en saberlo, claro, es
el propio médico. Sin solemnidades, este funcionario tiene que recordarle a
otro que en estos casos no hay “comunidades”, sino especie.
Lo que verdaderamente puede
llegar a producirte pasmo, según el país que habites, es el político consciente
del problema desde el momento cero. No es que traiga a la guardia nacional,
claro, eso lo haría el Hollywood de ahora, pero despliega sus recursos. Todos y de inmediato. Que
pudieran ser insuficientes, es algo que pertenece a otra película. Aquí Richard Widmark y Paul Douglas consiguen evitar el desastre.
Pero esta mañana me he despertado
en España, inmerso en una pandemia, con varios centenares de muertos sólo en
nuestro terruño (la dichosa comunidad). Y sólo en las últimas 24 horas. No estamos entre los que tomaron
nota de la lección, aunque la impartiese un traidor a “la causa”. Va a ser eso.
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