No cabe la comparación de directores, más allá del titular, porque el japonés fue un gigante y el moldavo un mero (y muy solvente) artesano. Aquí van dos joyas fílmicas que llevan sus respectivas firmas, para eso sí vale un mismo post.
La de Milestone es de lejos la mejor que hizo: El extraño amor de Martha Ivers, un "melodrama noir" al que apenas le ha envejecido la música. Que, por cierto, hay que ver qué bandas sonoras más estándar-mazacote hacían los suspenses y melodramas de los años 40 en Hollywood. A menudo, hasta cuesta diferenciarlas.
En lo demás, las peleas quedan torpes, creo que por la estilización que han alcanzado en el cine estadounidense más reciente. Y el final sobre el final es una coda a capón para que la taquilla no se ponga biliosa, manía de su show business que viene de muy antiguo y lleva tiempo siendo un lastre de lo más irritante, pero en ésta menor (casi como la del primer Blade Runner).
Hechas las salvedades, qué película, menudo guión, menudos encuadres, fotografía, bares, oficinas, mansiones y hoteluchos. Luego está Lizabeth, claro, que lo mismo te vale para pobre diablo que para diablo a secas. Barbara, de vulnerable y de sobrada, Kirk de débil o de peligroso, Van de trotamundos sanote y enamoradizo. Con eso, diálogos y ritmo implacable, en el Hollywood dorado hacían estas películas a decenas buscando el entretenimiento bien hecho, sin meterse en trascendencias impostadas.
En fin, amigos, será nostalgia o la pandemia que me tienen atado a los clásicos "on demand"
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