Carey Mulligan y Ralph
Fiennes, escoltados por hijo majete de ella y mujer majeta de él, son los
ingredientes esenciales, lo que merece la contemplación de esta película,
estirada en su peripecia con una historia amorosa metida a capón del reparto
más joven (sale Lily James, estáis
avisados).
La cosa podía haberse quedado en
90 minutos tranquilamente y hubiese mejorado mucho. Si el ritmo pierde fuelle a los tres cuartos de hora es por los añadidos a la moda sobre asuntos que no venían muy al caso, una intérprete comodín y resultona para aliñar, la banda sonora trilladita y machacona hasta la monotonía,... en fin, los recursos propios de despacho para asegurar clics-sigloXXI.
Lo interesante de veras, al menos según mi criterio, es la relación
entre el excavador y la propietaria del terreno excavado, su pasión
compartida por el hallazgo arqueológico, su mutuo cariño y respeto. Es lo que hace brillar la primera
mitad del film, antes de que aparezca la “Cenicienta”. Incluso después, sigue siendo
lo que eleva la narración. Algo que se consigue cada vez que ellos vuelven a primer plano.
Pero, por lo visto, también hay que excavar bajo las concesiones típicas de Netflix para encontrar tesoros debajo, cuando los hay.
Ya me podía haber leído esto antes.
ResponderEliminarLa vi anoche. Qué miedo hay a contar una cosa (lenta) y contarla bien. La subtrama de la que usted habla da verguencilla. Per se y por su (des)encaje en el global.
Ralph Fiennes es un grande al que aun no se le ha reconocido así. Y hasta en "cositas" como esta, termina por darte algo que llevarte a la boca.
Montaje del espectador, ya.
Lily lleva un carrerón: Cenicienta humana, Mamma mía 2, Rebecca remake, ésta... Empieza a ser advertencia sanitaria para no malgastar el tiempo.
EliminarAunque es verdad que Ralph está fantástico, cómo se mueve, mira, viste, todo.
Y sí, lo del montaje del espectador abreviaría tramos superfluos, pero es que Netflix cree que muchos de sus espectadores se quedarían con lo de Lily, y a lo peor quizá tenga razón.