Hay encuentros afortunados que te sacan el máximo de talento y te acompañan hasta la tumba. En el cine pueden ser sociedades formadas por directores, intérpretes, guionistas… como las de Lemmon y Matthau, Ford y Wayne, Gulietta Masina y Federico Fellini, Berlanga y Azcona, Luis Buñuel y Jean-Claude Carrière.
El guionista francés Jean-Claude Carrière, que acaba
de morir, colaboró con el de Calanda en Diario
de una camarera, Belle de Jour, La Vía Láctea, El discreto encanto de la
burguesía, El fantasma de la libertad, Ese oscuro objeto del deseo y en
la redacción de las memorias buñuelescas Mi último suspiro. Además, hizo la
contraparte de esas memorias con su biografía “española”, centrada en su
relación con Buñuel y titulada Para matar el recuerdo, estupenda.
Por supuesto, trabajó como
guionista para otro montón de directores y títulos notables, e hizo hasta de
actor en varias, con esa solvencia para mentir que le ponen los franceses.
Pero nada puede compararse a su
fructífera relación con don Luis. Mirad la foto más icónica de Hollywood. Sólo falta en ella John Ford, que
asistió al almuerzo pero no estaba ya para sobremesas. Jean-Claude es el único
que no posa para alguna de las cámaras, se sabe un invitado fortuito, como que no se cree el
momento histórico en el que ha caído.
Así lo imagino desde que se cruzó
con nuestro director más universal, creyendo en su suerte inmensa solo a ratos.
Aunque su talento fue más permanente y se echará de menos.
Adiós, francés. Si le vieses en la eternidad, saluda
al sordo de mi parte.
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