sábado, 13 de febrero de 2021

Antonio Giménez Rico


Le conocí en el 94, cuando yo me dedicaba a la ilustración a tiempo completo. En la oficina en la que él tenía despacho (quizá Serva films), se estaba cocinando una película protagonizada por Paco Rabal, que se titulaba Felicidades, Tovarich

Querían ilustrar el cartel con una imagen de Rabal destrozando una tarta y a poco estuvieron de encargarme el asunto. Aproveché para dejarle unos tratamientos argumentales a Giménez Rico, que parecía el amo del corral y hasta me presentó al gran Teo Escamilla. Se los leyó uno por uno y elogió que no fueran historias en las que me mirase el propio ombligo, sino tramas de narrativa pura y dura, con su intriga, su humor y sus cositas.

Nada salió, ni guiones ni carteles. Pero guardo un recuerdo entrañable de Giménez Rico, que era un seductor nato en la actitud y la conversación, tuviese enfrente a quien tuviese, a un pelanas como yo, a un conversador como Garci, a un bellezón como la Verdú. Sabía decir y escuchar, interesarse y dar órdenes (le oí decir que su oficio era lo más parecido a ejercer una dictadura incruenta, sonriendo bajo el bigote).

He revisado esta noche su filmografía, en la que asoman tres correctas adaptaciones de la narrativa de Delibes: Retrato de familia, El disputado voto del señor Cayo, Las ratas. En conjunto, se aprecia un director solvente pero no genial, un artesano del cine que salía razonablemente bien parado de los encargos (Jarrapellejos, Catorce estaciones, Sombras y luces: cien años del cine español) y no tanto en las apuestas personales (Tres palabras, Hotel Danubio).  

Consiguió llegar, mantenerse, merecer la amistad profunda de Berlanga, Garci, Rabal, Azcona, Escamilla, Galiardo... Triunfó con Maribel a tiempo completo. Presidió con pericia la Academia del ramo. Aportó su agudeza a un programa mítico de la cinefilia patria (Qué grande es el cine). Fue simpático y acogedor con los desconocidos que intentaban colar tratamientos de guión o hacerle carteles a las películas de los amigos.... En fin, lo que se dice rentabilizar al máximo la profesionalidad y el talento.

Ha muerto con 82, por la maldita pandemia. Ya no iba a dirigir más, pero seguro que hubiera podido conversar y escuchar unos cuantos años aún, sonriendo bajo el bigote. 

Adiós, "Tovarich". 

4 comentarios:

  1. Las ratas quizá sea la mejor.
    Buena anécdota.

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  2. El otro día en Días de cine, me enteré de que también había fallecido Juan Antonio Porto. Otro de los tertulianos de Qué grande es el cine.
    ¡Con la de veces que me quedé frente al televisor viendo las tertulias, donde estaban a veces tanto Giménez Rico como Porto!
    Es inevitable pensar cómo pasa el tiempo, cuando a mí me parecía que era ayer cuando los veía en esa mesa hablando apasionados de diferentes películas.

    Beso
    Hildy

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    1. ¡Y menudos guiones tenía Porto!: El bosque del lobo, LA Regenta, El crimen de Cuenca, Beltenebros,...

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