A los que nos gusta el tenis, jugado o visto por TV (quién pudiera sentarse en según qué graderíos), nos pasa como a todos los aficionados a algún deporte en especial: recordamos ciertos choques como lo más de lo más.
En tenis los ha habido con mucha épica: el último que recuerdo infartante fue la final de Wimblendon entre Federer y Nadal en 2008. Pero también aquella final olímpica de cinco sets en Barcelona 92, entre Jordi Arrese y el suizo Marc Rosset haciendo un porrón de aces mientras se derretía bajo el sol de España. Los piques entre Arantxa y Steffi. Las palizas de cinco horas de las que era capaz el argentino Guillermo Vilas en la tierra batida. El Wimblendon de la tenaz Conchita frente a la gran Navratilova. Jimmy Connors, Iván Lendl, Boris Becker, Mats Wilander, Andrea Agassi, Pete Sampras, las temibles hermanas Williams... Podríamos pasarnos así todo el blog.
En cualquier caso, nada ha sido tan épico, mediático y cacareado como el duelo Borj - McEnroe, en especial el de Wimblendon 80. De ese va esta película sorprendente e interesantísima, aún sabiendo quién ganó (pero si algún espectador no lo sabe o no lo recuerda, le aconsejo que pase de google).
Borj, el "hombre de hielo" se parecía en realidad a McEnroe, lo que jamás se intuyó en la pista. Y McEnroe era un showman con talento tenístico indudable, que ha dejado su impronta hasta opinando del film: "me hacen parecer un gilipollas". Imagino a Björn y John muertos de la risa en una barra de bar vacío después del estreno. Su amistad es también legendaria.
Lo curioso de esta película es que se trata de lo que vulgarmente se llama un "europudding", con dinero sueco, danés, finés... La versión escandinava de europudding. Se estrenó ya hace año y medio, meses después de pasar por San Sebastián. Pero a los aficionados al tenis nos pasa otra cosa muy común y comprensible: podemos ver el partido una y otra vez.
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