Esta película buena, sombría y poco
superficial tiene un lastre inevitable: el precedente de Erin Brockovich, que
trata de forma bienhumorada un caso de infección consciente de aguas
comunitarias muy similar al narrado en Aguas oscuras.
Todd Haynes es un cineasta elegante, de tempo lento, capaz de meterse en honduras
mayores y hacerse entender muy bien en ellas, cosa que a Soderbergh le cuesta más. Pero Steve es astuto, tuvo la sonrisa y
el wonderbra de Julia Roberts de su
parte, además de que Albert Finney
es muchísimo más empático (y simpático) que Tim Robbins.
Así las cosas, la última película
cuidadosa y de Estudio sobre cómo las gastan las grandes corporaciones cuando
se contraponen salud del común frente a beneficios económicos, se queda en un
correcto e interesante ejercicio de denuncia al hollywoodiense modo.
Llega a las mismas conclusiones
que la de Soderbergh, pero peores. ¿Habíais oído hablar de los errores y
horrores que arrastra el rentabilísimo invento del teflón? ¿Se ha prohibido su uso
en las sartenes? Pues eso.
Al menos Mark Ruffalo (de un tiempo a esta parte anclado en el personaje
Banner / Hulk), demuestra que es capaz de encarnar convincentemente la grisura con
apenas engordar cinco kilos, calzarse un traje oscuro y peinarse a raya. Estaba
cantado, pero bien por él.
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