Richard, tienes poco más de dos años para preparar la próxima. El título está cabrón, lo admito, pero ahí os dejo ideas para el desarrollo.
Primer acto: Las gemelas van a irse de interrail (¿sigue funcionando esa joya? revisadlo), para recorrer Europa en verano. Jesse pasea y habla con una, Celine hace lo propio con la otra, dando lecciones vitales y matraca sobre su experiencia pasada, cuando la pareja se conoció.
Segundo acto: Las gemelas se van de vacaciones, juntas, jóvenes, guapas y a la aventura. Los padres van a encontrarse con ellas un par de días en su escala vienesa. Despedida ilusionada de unas y temerosa de los otros.
Tercer acto: La pareja regresa allí, las gemelas les mandan whatsapp de que llegarán un día tarde (quizá ni lleguen, disfrutando tu propio plan ver a los viejos es un coñazo). Jesse y Celine pasean por Viena treinta años después... Y en fin, a largar, a cabrearse, a besarse, a quererse...
Suenan en distintos momentos de la película, por ejemplo,
For ever young, cantada por Joan Báez, Sodade de Cesarea Evora o la Marcha
Radetzky de Johann Strauss padre.
Aunque para elegir la música te bastas y te sobras, Richard
Linklater.
Esta barcelonesa ha participado
ya en lo mejor de la ficción reciente de TVE, Movistar y las webs series: Amar
en tiempos revueltos me parece el equivalente hoy a las antiguas
radionovelas, pero su éxito ha sido incuestionable. Además, Web
teraphy, El ministerio del tiempo, Paquita Salas, Estoy vivo, Mira
lo que has hecho, Arde Madrid. Arropando protagonistas
por lo general, y protagonistas de talento (Inma Cuesta, Gonzalo de
Castro, Paco León, Javier Gutiérrez,… ), que es como se
aprende mejor.
En cine, Anna Castillo se lo ha currado igual para repartos corales (Blog,
Promoción
fantasma), como secundaria (Oro), como co-protagonista (La
llamada, Viaje al cuarto de una madre) o primera actriz (El
olivo).
También ha pisado fuerte las
tablas. Canta, baila y actúa estupendamente. Dicen que abusa del registro
natural y desenfadado. Lo dicen sin saber lo difícil que es hacer eso,
llevándolo a las emociones más potentes cuando corresponde, como hace ella..
Un par de detalles que rubrican a
la chavala: todo lo anterior, con sólo 25 años. Y guapa a rabiar. Anna, si no
te descalabran las envidias o los espejismos, vas a llegar muy lejos.
(En este 2020, antes del covid,
ha estrenado Adú con excelente acogida. Tiene 26 para 27 añitos y otras dos
películas pendientes de estreno. Deseado verlas)
Soy consciente de que queda
contradictorio quejarse de la colonización cultural vencedora y terminar esa
queja con un video de ellos, los que han vencido. Pero, en fin, lo valiente no
quita lo cortés y, además, aún estoy por encontrar un potente montaje de video
colgado en la red con momentos bailados del cine hispano, sometidos al ritmo
trepidante o simplemente bello de una canción también hispana. Ni con el omnipresente
e inmamable reguetón lo he encontrado. Quizá exista, pero no corre.
Mientras tanto, el número de
montajes que acumula el cine anglosajón magnificando lo suyo, no para de crecer
(y de correr). Apostaría a que los mismos hispanos hacen muchos de esos
montajes por propia iniciativa y los mueven en sus muros.
En éste que –cebando también la
bomba- yo mismo os dejo abajo, quien quiera que lo haya hecho ha tenido el
detallito de incluir un momento del éxito francés Intocable y otro del
italiano La gran belleza, cinematografías de raíz latina. Banderas y Penélope
salen también fugazmente, pero en producciones estadounidenses, desde luego. Ni
Almodóvar ha encajado y eso que la canción es la misma que bailan en una de sus
películas (aunque siendo la que es, no me extraña que la ninguneen).
Pero si el cine de Europa es descaradamente
residual y España ni forma parte de lo resaltable en él, siquiera en su autor
más reconocido internacionalmente, no digamos el cine de Iberoamérica, que
sencillamente no existe. Salvo para que los originarios de aquella región del
mundo figuren en las producciones de Hollywood como una comunidad delincuencial
o, en el mejor de los supuestos, cómicamente exótica.
Ahora están a vueltas con si tal
o cual película necesita retoque, aclaración o defenestre por su forma de
mostrar cosas que ya no se entienden así. Esas corrientes enfurecidas que van y
vienen. Naturalmente, también en eso nos llevaremos una buena ración de mierda:
las conquistas, sean bélicas, culturales o religiosas, de la comunidad hispana,
serán afeadas ruidosamente y, para mayor escarnio, con la complacencia activa
de muchos de nosotros.
Por el Cine podemos estar
tranquilos: ni se dan por enterados de que lo hacemos, y perseguir un machismo
mexicano o una blasfemia buñuelesca sería poner en el mapa a quien se diría que
no merece estar en él. Les valen para sus películas cuatro tópicos que nos
retratan de un modo tan parcial como injusto, sin que ningún bien pensante
guardián de las esencias de lo que se puede tolerar en el siglo XXI ponga pega
alguna a la imagen que dichos tópicos proyectan de lo hispano.
No hemos inventado el whatsapp ni
el Facebook, por lo que tenemos que aceptar ahí que los gifs, los iconos y toda
la juguetería adulta potencie y visibilice sus referentes, llevando a categoría
de universal aquello que, en realidad, es lo que valoran ellos como propio,
prescindiendo de lo demás. Es lógico, puesto que de potenciar otras identidades
deberían ocuparse quienes las tienen. Y
ahí es donde le duele, compañeros de idioma, porque nada nos gusta más a los
hispanos que el buen pop inglés y el espectacular cine de Hollywood ¿eh?
Pues ea, compadres, no se hable
más: vamos pensando en confeccionar a su mayor gloria el próximo video de
escenas míticas hollywoodienses y, mientras, a bailar I´m so excited, que mola todo.
¿Estarán borrando
digitalmente cabezas de estatua en la próxima de Bond, ahora que han tenido
tiempo de retoque mientras se estrena y para estar a tono con los últimos
fanatismos?
Ha muerto ayer el señor Joel Schumacher (ayer o anteayer, que uno nunca sabe entre el cambio de horario y el cierre de las redacciones). Schumacher no es que tuviese una cinematografía apabullante, aunque sí aseada y con un buen puñado de méritos.
Pero tengo que retomar filmografías, paralelismos, guerras cinéfilas, estrenos o algo, porque este blog se está convirtiendo en una noche de difuntos.
Adiós, Joel, me quedo con tus: St Elmo punto de encuentro, Línea mortal, Tiempo de matar, El cliente, Un día de furia, Verónica Guerin y Un toque de infidelidad.
Muchos te van a recordar por los pezones de Batman. No lo tomes a mal, aquí en España -por ejemplo- somos muy de eso, aún con autores propios y de mayor fuste. Imagínate lo que importan estas simplificaciones aplicadas a un newyorkino de ascendencia sueca.
"Los peces son amigos, no
comida". Ese era el mantra repetido por los asistentes a la reunión de
tiburones anónimos en la que trataba de reeducarse el gran blanco a quien
dieron un papelito en Buscando a Nemo.
Los peces quizá, pero allí de los
humanos no se decía nada. Y si son rubias y se bañan en pelotas, para que te
cuento.
En los escualos, como en
cualquier otra especie, el verdadero problema con la gula es probar el primer
bocado. Ya no te vas hasta que dejen de sacarte raciones. Así pasen décadas.
El amigo extraordinario (absurda revisión del titulo original, que ni se acerca), es éste de arriba, Tom Hanks, encarnando al muy popular en su país Fred Rogers. Rogers fue un presentador de programa infantil adorado en USA, puesto que muchas generaciones de estadounidenses han crecido ante sus enseñanzas televisivas.
Tanto es así, y tanto tira la presencia de Hanks en los créditos, que en no pocos resúmenes del argumento se dice que la película es un biopic sobre Rogers. Ya les vale. El protagonista de verdad es el de abajo, un hombre de familia de probado pesimismo ante el género humano y con pasado desatendido por un padre díscolo que ahora busca reconciliarse.
Hanks hace de coach, confesor, santón budista y lo que tú quieras. Hanks es el actor más grato y solvente, querible y creíble que queda en Hollywood. Pero el problema no es mirar la historia desde el descreimiento o el colmillo retorcido. Es que, aparte las cuatro o cinco canciones ñoñas y dos momentos de marioneta que dan alipori, la película es tan bienintencionada como plana. La escena del metro o la del restaurante, que debieran conmover, producen estupor.
Y el protagonista Matthew Rhys, no es que haga de gris (como Ruffalo en la anterior película comentada aquí), es que ES gris. Su ausencia de carisma le hace naufragar ante su esposa y su niño de meses, la hermana de dos minutos y no digamos ya el gran Chris Cooper o el propio Hanks.
En fin, que se deja ver con no poco esfuerzo (tampoco es vistosa), esperando que Hanks haga algo inesperado o que a uno le entre el espíritu norteamericano de los buenos sentimientos nivel navideño. Pero cuando al fin acaba no eres mejor, y de eso deben ir estas películas. Si no, ni extraordinarias, ni leches.
Esta película buena, sombría y poco
superficial tiene un lastre inevitable: el precedente de Erin Brockovich, que
trata de forma bienhumorada un caso de infección consciente de aguas
comunitarias muy similar al narrado en Aguas oscuras.
Todd Haynes es un cineasta elegante, de tempo lento, capaz de meterse en honduras
mayores y hacerse entender muy bien en ellas, cosa que a Soderbergh le cuesta más. Pero Steve es astuto, tuvo la sonrisa y
el wonderbra de Julia Roberts de su
parte, además de que Albert Finney
es muchísimo más empático (y simpático) que Tim Robbins.
Así las cosas, la última película
cuidadosa y de Estudio sobre cómo las gastan las grandes corporaciones cuando
se contraponen salud del común frente a beneficios económicos, se queda en un
correcto e interesante ejercicio de denuncia al hollywoodiense modo.
Llega a las mismas conclusiones
que la de Soderbergh, pero peores. ¿Habíais oído hablar de los errores y
horrores que arrastra el rentabilísimo invento del teflón? ¿Se ha prohibido su uso
en las sartenes? Pues eso.
Al menos Mark Ruffalo (de un tiempo a esta parte anclado en el personaje
Banner / Hulk), demuestra que es capaz de encarnar convincentemente la grisura con
apenas engordar cinco kilos, calzarse un traje oscuro y peinarse a raya. Estaba
cantado, pero bien por él.
Fernando Marañón nació en Madrid en 1968 y se dedica profesionalmente a la comunicación como director creativo de agencia. Es además dibujante, articulista y crítico en revistas de cine, literatura, misterio y tendencias. También es autor de ficción.
En 2004 publica la obra CIRCO DE FIERAS en la colección Nistagmus y, en 2006, saca con Nowtilus el ensayo ilustrado TIENE DELITO. En 2010 reedita en Aache Ediciones la versión ampliada y definitiva de CIRCO DE FIERAS. En 2017 publicó la novela GILDA EN LOS ANDES, con la Editorial Berenice. De su producción pictórica, el cuadro más significativo es su tríptico literario "Ladrones de tinta". Ha expuesto obra gráfica en distintas ciudades españolas y en Moscú. Como guionista, ganó (con Quique Guerrero) el 1er premio nacional de móvil-cómic, y trabajó en los cortometrajes de Gaby Lütz titulados "Europeos" y "Rufus" (Minority Films). Ha participado durante ocho años en programas de Cadena SER como comentarista de Cine, en 7 días de Telemadrid, en el programa Dealucine de Canal Extremadura Radio y en Aquí en la Onda Madrid, de Onda Cero.
Ahora trabaja en la saga literaria BERNAL DEL NUEVO MUNDO. Vamos, que se lo pasa bien.