lunes, 25 de mayo de 2020

Richard Jewell


Van pasando ante mis ojos las últimas películas vinculadas a los Oscars 2020 de un modo u otro. Esas que no pescaron nada en la última recta. Como la que dirigiera Clint Eastwood sobre el atentado de Atlanta durante sus Juegos del 96, centrándose en el fulminante paso del pedestal a la hoguera del pobre guardia de seguridad que descubrió la bomba (ni que fuera español, el hombre).

Richard Jewell es una película sencilla y vibrante, de las que te clava a la butaca, sin meterse en demasiados jardines, a pesar de rescatar a un gordito lleno de imperfecciones para protagonista y utilizar incluso la brocha gorda cuando le conviene (el plus sexual de la periodista).

Así es Eastwood: tiene un talento que es incapaz de patinar, salvo que se empeñe en hacerlo (no encuentro otra explicación al fiasco del tren a París). La frustración profesional de Richard, sobrellevada con un exceso de celo en sus trabajos de seguridad de bajo crédito, o su afición a las armas y los manuales de comportamiento en estados de alarma, no impide una bondad de corazón que le hace atractivo, una mente bastante más lúcida de lo que parece, un sentido del deber digno del héroe.


Qué bien trabaja, por cierto, el semidesconocido actor Paul Walter Hauser, en un protagónico tan expuesto. El abogado y la madre, encarnados por los siempre excelsos Sam Rockwell y Kathy Bates, complementan de modo muy solvente a su figura.

Por el lado oscuro de la historia, los agentes necesitados de éxito inmediato y los medios en busca de carnaza hacen lo que les toca. Ahí entra la brocha, pero no nos importa demasiado. Eastwood parece decir que la difamación impune está al alcance de cualquiera, también de él y su película.

Aunque no fuese así (quién sabe lo que piensa Eastwood en realidad), las “fuerzas vivas” bien merecen un poco de su propio jarabe, después del puteo al que sometieron al pobre Jewell, el héroe defenestrado de Atlanta. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario