James Gray debería volver a las historias pequeñas que trascurren
en una ciudad de más o menos aquí y de más o menos ahora. Así le salieron joyas
como La
noche es nuestra y Two lovers.
Desde que se maneja en otros
presupuestos, que necesitan de viajar al pasado (El sueño de Ellis) o al
futuro (Ad Astra), las cosas le van peor, no sé si en taquilla, pero
desde luego en resultados narrativos.
Para no dar más rodeos, que
bastantes da la odisea espacial objeto de esta crítica: Ad Astra es un tostón. El
estado anímico del protagonista es evidente desde el minuto uno y Grey tarda
122 más en que la cabeza y el corazón del astronauta hagan clic. Es demasiado.
La aventura interior no es
aventura, la voz en off da una pereza sideral, la cara de Brad Pitt no aporta matiz alguno (hacía muchos años que no le veía
hacer una interpretación tan autoconsciente y plana), lo de Donald Sutherland no se justifica aunque
siempre sea un gusto ver su sonrisa de granujilla, Tommy Lee Jones merece algo mejor, los monos y los interiores de
marte son de traca…. En fin, que no, que no.
Ni el padre es Kurtz, ni se
resuelve semejante papeleta con una explosión que impulsa la nave como en el
cómic más barato de la estantería, ni se claudica ante el Estudio arrojándonos en
brazos de ella aunque sea la hermosísima Liv Tayler.
Uno tiene la impresión, eso sí, de
que Liv es lo único salvable. Lo demás, un coñazo cósmico.
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