Encontrar cine de notable para
arriba en Netflix, que no hayas visto antes de que llegue a la plataforma (y no
digamos ya, que tenga dinero de la propia Netflix en la producción), se está
convirtiendo en un deporte extremo.
La casualidad empieza a ser la
mejor brújula. Así fue como me topé con Blue Jay, una película de 2016, en
blanco y negro y de hora y cuarto de duración. Según me han informado ayer mismo,
su protagonista Mark Duplass es también productor y autor del guión. A lo que
parece, junto a su hermano Lawrence Jay
Duplass, ya ha cocinado otras películas que forman parte del movimiento
mumblecore (“indie americano digno de los 90, versión 2.0”, me resumió mi
confidente).
Aquí, el astuto Mark ficha a la
poderosa actriz Sarah Paulson (poderosa
pero asequible), y entre los dos se echan la historia entera a la espalda, con
naturalidad, encanto, sonrisas y lágrimas. Hasta rapean.
Pero lo esencial, sin duda, es
que los intérpretes sacan jugo a un guión bien construido, con los cabos
sueltos justos para anudarse en el último tramo. Y que el director, Alexandre Lehmann para la ocasión, escoge una fotografía que
desarma la belleza del paisaje y amplía la de los interiores, para dar a la
pareja la media docena escasa de escenarios en los que derivar del
reconocimiento casual al íntimo.
La puesta en escena, el blanco y
negro y la ausencia de otros personajes, salvo un episódico imprescindible,
dotan a ese encuentro de los ingredientes que necesita: Cervezas, pueblo
muermo, pasado de juventud y camisetas deportivas, ilusiones rotas, camioneta, feeling…
Indie 2.0.
A veces Netflix te da sorpresas,
como la vida.
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