viernes, 12 de marzo de 2010

nuestro John Ford de las letras*

*La definición es de Fabrizio. No había otra mejor, amigo.


Cualquiera que se haya leído El camino, sabrá lo que acabamos de perder. Delibes, además de otras muchas cosas, era un novelista prodigioso, hábil para el paisaje, el personaje y el detalle. Duro y piadoso, versátil e identificable, convincente y convencido. Cazaba historias sin pensar en trofeos, hacía bien su trabajo. En fin, valores que parecen en desuso pero que siguen destacándose, aún hoy, a la hora de la despedida.

Unos cuantos cineastas, casi todos retirados, supieron de las posibilidades que ofrecía Delibes en el cine español, quizá cuando la identidad del cine español estaba más definida. Y Delibes tuvo bastante suerte, porque varias adaptaciones de sus textos salieron francamente bien: El camino, de Ana Mariscal; Retrato de familia, de Jiménez Rico, basada en la novela Mi idolatrado hijo Sisí; La guerra de papá, de Antonio Mercero, basada en El príncipe destronado; Función de noche, de Josefina Molina, a partir de la representación teatral de Cinco horas con Mario; y, por supuesto, Los santos inocentes, donde Landa, Pávez y Rabal demostraron lo que pueden hacer los grandes actores españoles cuando hay un material de primera con el que trabajar, y con la que Mario Camus firmó su mejor película.

El disputado voto del señor Cayo a su lado parece menor, aunque a mi me encanta y más de un político debería vérsela una vez a la semana. El tesoro, La sombra del ciprés es alargada, Una pareja perfecta (basada en Diario de un jubilado) y Las ratas no salieron tan bien. Quizá porque el cine español y su espectador estaban ya en otras cosas que no vamos a entrar a valorar.

Es un consuelo saber que este grande no se va a recordar por “He venido a hablar de mi libro” o “A la mierda”. No tendremos su momento friki en youtube, para destruir el talento de una vida con un minuto de patochada. En lugar de eso, puede encontrarse fácilmente el corte en el que Rabal llama a su milana, que hoy vuela sobre España como un crespón negro cada vez más frecuente. Buena caza, Miguel.

2 comentarios:

  1. Fernando, te honra el detalle con Fabrizio, no podía ser de otra manera. Hablábamos el otro día del poder de la concisión, esta fotografía lo es. Hablábamos hace ya tiempo de las adaptaciones de obras literarias al cine, y Don Miguel salió, y salió “Los Santos Inocentes”, y estábamos todos de acuerdo. (Lo reseño porque ya sabes que es raro que ocurra). Y vaya plantel de actores, y vaya ambiente, y vaya historia, y vaya Juan Diego, no lo perdamos de vista. Clavados los detalles de todos los personajes, ¡qué lujo! cada gesto, cada mirada, cualquier expresión del rostro, de la mano, de una pierna, de arrebujarse un mantón, de un silbido lanzado al aire, ese paisaje integrado,…en fin, esa fotografía, ahí, fijando un momento, fijando una existencia, fijando una vida.

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  2. Poco más que añadir, todo funciona en esta película. Qué me dices de la marquesa que compone Mary Carrillo ("no me iré sin visitar a tus puercos, y a los niños también, claro"), y el matrimonio Agustín González - Ágata Lys.
    Y el señorito Iván es para mí uno de los malvados más imperecederos del cine español.
    Pero el lenguaje corporal y las miradas de Terele Pávez,... creo que Cannes se olvidó injustamente de ella.

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