jueves, 30 de abril de 2020

Pánico en las calles


Anoche soñé que volvía la responsabilidad

Vi Pánico en las calles, una de las primeras películas de Elia Kazan. Ya saben, el traidor de Hollywood, comunista rebotado y denunciante de más pedrigrí en la Caza de Brujas. Me pregunto de qué lado se pondría en ésta en la que estamos. ¿Denunciando al gobierno? ¿Arrimado a él? ¿Denunciando colegas desafectos que rueden de matute? ¿Rodando Diarios de la cuarentena?

Desde luego, caso de rodar, lo haría con un talento impropio de los tiempos que vivimos. Pánico en las calles es de sus primeras películas y la más a tono para abril de 2020, en cualquier lugar del planeta. El film es un cuasi serie B (yo creo que por eso sucede en Nueva Orleans y no en NY o Washington), en el que se monta gabinete de crisis epidémica al descubrir un solo muerto. 


El político se toma en serio la amenaza, tal y como la explica el médico militar, sin preguntarle si le votó. No obstante, es ese mismo político quien ataja las intenciones de los investigadores de silenciar a la prensa, obligándoles a trabajar contra reloj, o lo que es lo mismo, antes de la siguiente edición.

La policía se entrega a la tarea imposible de encontrar a los asesinos del contagiado, para cortar el brote antes de que lo extiendan, pero previamente se les vacuna a todos. También a los tripulantes del barco en el que llegó el enfermo. También cada recinto que pudo acoger al difunto de peste y bala se pone en cuarentena ipso facto, sin cerrar la ciudad (aunque algunos que saben demasiado, con más tiempo que el resto, sacan a la familia de ella).

Lo menos relevante es focalizar la solución en un par de hombres, al fin y al cabo el espectador necesita empatizar. Tampoco importa mucho el escaso reconocimiento –sobre todo económico- que tiene el médico del ejército, obligado a tirar de su dinero en varios momentos de la pesquisa. Aun cuando las frecuentes facturas de la tintorería tengan que ver con la constante limpieza de sus uniformes por imperativo sanitario. La administración del Estado, ya se sabe… 


El primero en saberlo, claro, es el propio médico. Sin solemnidades, este funcionario tiene que recordarle a otro que en estos casos no hay “comunidades”, sino especie.  

Lo que verdaderamente puede llegar a producirte pasmo, según el país que habites, es el político consciente del problema desde el momento cero. No es que traiga a la guardia nacional, claro, eso lo haría el Hollywood de ahora, pero  despliega sus recursos. Todos y de inmediato. Que pudieran ser insuficientes, es algo que pertenece a otra película. Aquí Richard Widmark y Paul Douglas consiguen evitar el desastre.

Pero esta mañana me he despertado en España, inmerso en una pandemia, con varios centenares de muertos sólo en nuestro terruño (la dichosa comunidad). Y sólo en las últimas 24 horas. No estamos entre los que tomaron nota de la lección, aunque la impartiese un traidor a “la causa”.  Va a ser eso.


miércoles, 29 de abril de 2020

Historia (atascada) de un matrimonio


Llevo tres intentos con esta película que se supone el hallazgo fílmico de Netflix en la última temporada (a pachas con El irlandés), como Roma lo fue de la anterior.

Pero aún no he pasado de ese prólogo mono en el que marido y mujer dicen lo que les gusta del otro. 

A la próxima, me la empaqueto del tirón. Lo haré por ti, Scarlett, cielito.


martes, 28 de abril de 2020

Paréntesis para volar



Acaba de salir Y ENTONCES VOLARON, de JUAN LABORDA, con la EDITORIAL HUSO

Hay que hacerse con ella ya, solicitándola a la propia editorial, a la Casa del Libro, a Amazón… De momento, por internet. Pero yo no esperaría, porque los ejemplares físicos, para quienes prefieren tocar el fetiche, van a volar.

Es una novela de auto-ficción muy brillante, que aquí cada cual vive, narra y moldea su dolor y su gloria (lo siento, Almodóvar, pero no eres el primero en el género ni serás el último).

Además rezuma Cine, no en balde el autor publica sobre el particular en monográficos de Notorius y otras iniciativas para especialistas apasionados.

En la novela Y ENTONCES VOLARON, se establecen conexiones (cito a vuelapluma), con películas como Estación Termini, Plácido, Freaks, Nacido el 4 de julio, Calabuch... También se hace camino con cinematógrafo veraniego. Se sueña en imágenes. 

En fin, que si te gusta la pantalla grande, te gustará la de papel, suele ser así, aunque algunos cinéfilos aún no lo sepan.

Puede ser tu mejor momento para averiguarlo. Vuela.

sábado, 25 de abril de 2020

Tyler Rake también mata más de lo que crees


Si no mata a varios cientos en dos horas, el pollo, es señal de que las escenas de tranquilidad se me hicieron eternas. Bromas macabras aparte, la violencia es, por incontable, tan abusiva que produce incomodidad, irritación, rechazo o repugnancia, según el grado de tolerancia que tenga cada espectador al género.

Tanto se mata en ella, que la película resulta plana hasta el sonrojo. Por ejemplificarlo también en un aspecto meramente técnico, el tostado sudoroso de la imagen para la India no se matiza ni un sólo instante. De la idea que tiene Netflix de una ciudad del subcontinente, su lumpen y sus fuerzas armadas, mejor ni hablamos.

En fin, todo va de cuatro clichés que sostienen una matanza sin paliativos: exmilitar atormentado, rescate de menor en zona de guerra, equipo híper-tecnificado al otro lado del pinganillo, narcos omnipotentes...

La matanza, evidentemente justa, corre a cargo de un protagonista imposible y de algunos colaboradores puntuales, tirando a conejo en chistera apollidada. Por el lado de los malotes, hay tiros en la cabeza, dedos auto-amputados y lanzamientos mortales desde azotea, para que la desbordante originalidad de la propuesta se aplique hasta en las muertes indiscriminadas. Que, ojo, no se pueden confundir con las que muñe nuestro prota rubio. 

Hubo un momento de menos de 10 segundos en el que conté cinco ejecuciones (pistola, cuchillo, granada de mano...). La historia, si podemos considerarla tal, no es que sea básica y tópica, que también. Sino que además es de una inverosimilitud sangrante, nunca mejor dicho.  

El desaprovechamiento de un principal de semejante tirón o de la estrella invitada de la plataforma, la sosería colosal del secuestrado, el ridículo final (si llegas)... No se puede gastar más en empaquetar a la hollywoodiense manera de esta década una mierda netflixiana de manual mal redactado y peor traducido.  

Otra muesca en la culata de la cuarentena. 
A partir de ahora, clásicos.

martes, 21 de abril de 2020

Legado en los huesos


Su trasfondo de terror puro lastra esta intriga cuya muy solvente producción, en manos de González Molina, queda limitada a dos actrices bien elegidas, a la corrección de formas y a unos escenarios soberbios. No es bastante para "El Miedo", porque durante dos tercios del metraje se nota que el principal problema es la falta de emoción. Sucede prácticamente en todo lo que antecede a la terrible madre de la inspectora.

Las pesquisas policiales, detalladas y con su lógica, parecen responder más a la tramitación y lectura de expedientes, que a descubrimientos espeluznantes de hechos del presente y del pasado, relacionándose entre sí y pegados a la nuca de la protagonista para mayor inquietud.


Aquí la inquietud no llega hasta ver por primera vez a Susi Sánchez con el largo pelo blanco y una sonrisa que hiela la sangre. Pero es salir ella de escena y la narración vuelve a aplanarse. No ayuda la desigual fortuna interpretativa de algún que otro actor con personaje muy próximo a Marta Etura. El marido gringo es demasiado blandito y el compañero de investigación matiza poco la expresión de datos y opiniones hasta bien avanzada la trama.

Escenas que anticipan horrores, como la de la vecina confesando veleidades brujiles, la asistente de partos inquietantes, la cuna abandonada o las tumbas familiares, se quedan cojas por falta de nervio, pistas ocultas y luego reveladas o un enfoque mejor. Las hermanas de la inspectora se desaprovechan (¡después de lo que sucedió en la anterior trama del Batzán!), los duelos de jurisdicción o peso en el mando de equipos policiales, el enigmático juez… Se queda uno sin saber qué son caminos malamente cegados por el guión y qué son cabos tendidos para la película desenlace.


Y eso que el guionista es Luiso Berdejo (REC, La trinchera infinita). Será la fidelidad obligada y lineal a la trilogía de Dolores Redondo o trabajar en solitario lo que ha aplastado su talento. Eso y la dirección, correcta hasta el hieratismo. 

Menos mal que vuelve Susi Sánchez en el último tramo para poner los pelos de punta sin ayuda de nadie.

En fin, Legado en los huesos se ve sin pena, pero también sin gloria. Marta Etura es perfecta para el papel y la capacidad de producción es evidente. Pero la entrega que queda es difícil que vuele más alto que las anteriores. 

Estamos en manos de Susi.


lunes, 20 de abril de 2020

Amity, pueblo de España



Ayer vimos en casa TIBURÓN, el clásico entre los clásicos que lleva cocinados el gran Spielberg.

Todo el mundo recuerda a la rubia en pelotas del prólogo (pobriña) y la cacería final en el mar, con "hijodeputa" incluido (para la España de entonces, oír aquello en pantalla fue el no va más). Pero en estos días extraños, lo que tiene más miga es lo que sucede después de la rubia y antes de la caza.

En imagen, discutiendo sobre la pertinencia de alertar del devorador de hombres al inicio de la temporada veraniega en un pueblo que vive de ella, el político, el científico y el que media entre los dos.

Extrapolen, simplemente.

domingo, 19 de abril de 2020

Terminator: Destino oscuro


¡La cuarentena da para cada cosa…! Hasta Proyecto Rampage, el enésimo desmierde de Dwayne –la roca en helicóptero- Johnson, he sido capaz de enchufarme. Después de terminar una novela de Galdós, que don Benito me perdone.

Y es que hay días que prefieres ver destrucción exagerada pero fílmica, experimentos de laboratorio con malos de opereta, futurismos de apocalipsis sin vaselina. A ver si así se puede tomar distancia sobre los millares de muertos de verdad, las demoliciones evidentes y las distopías autocumplidas.


De ese modo se acaba viendo lo de Dwayne y hasta la última de Terminator, que fue grande en su debut y un mito comercial en su secuela de efectos nunca vistos. Lo demás ha sido dar tumbos entre las terminatrix (hmmm), el origen de la resistencia futura y el replanteamiento abracadabrante.

Cameron, que debe andar necesitado de pasta fresca con los retrasos de sus Avatares y el fracaso (es un decir) de la excelente pero incomprendida Alita, ángel de combate, (dirigida por el irregular y a veces sorprendente Robert Rodríguez), ha producido la sexta del hombre máquina. La sexta, niños y niñas, la SEXTA.

Demasiado tarde para enderezar la saga. La entrega de 2019 es un tremendo montón de chatarra, disimulado con la reaparición de Linda, porque lo de Arnold no es nuevo. 


De mamporros bien, tan sofisticados, agotadores e inverosímiles como manda el canon actual. Las explicaciones entre unos y otros para darle cierto sentido a lo que pasa, por completo innecesarias, cuando no abiertamente ridículas. Y no hablemos ya de las desangeladas apariciones de los varios intérpretes españoles que desfilan casi como figurantes con frase.

Destino oscuro, es el subtítulo de esta entrega de Terminator. Oscuro, oscurito. Para la franquicia negro, diría yo. Pero, ojo, quizá ha hecho una pasta y están con la siete… Nuestro destino.