jueves, 14 de agosto de 2025

Los AI-goritmos que vienen

Tenemos un problema, que antes podríamos considerar “manriqueño” (cualquier cine pasado fue mejor) y que ahora se llama guiones IA.

Que los guionistas me perdonen si estoy despreciando un trabajo que les ha llevado semanas (¿días…?), pero vengo observando que aterrizan en Netflix cosas cuyo libreto huele a barrido online de lo ya hecho, para construir en microsegundos historias mil veces contadas, atiborradísimas de todas las frases tópicas, situaciones previsibles y emociones testadas que imaginarse puedan. Vamos, que no se imaginan ni falta que hace: se fusilan combinadas por un motor artificial capaz de darles coherencia estándar, hablemos de espionaje en pareja o de romanticismo académico.

En 2024 me topé con El sindicato, un cliché escandalosamente prefabricado que ponía a Hale Berry a demostrarnos que sigue estando crujiente con más de cincuenta (la interpretación de ese papel de espía de baratillo no requiere ni una pizca de su indiscutible talento). En la peli salía también Mark Wahlberg, otro actor que ha demostrado su talento en varias ocasiones, pero nunca se ha caracterizado por hacerle ascos a un producto de lata.

La historia, mil veces vista, daba sonrojo también al oírla: no desperdiciaba una sola frase hecha. Ya digo, como si los guionistas (un tal Barton que colecciona varios títulos anteriores perfectamente olvidables y un tal Guggenheim que firmó en tiempos Bad Boys 2 y cosas del estilo), hubieran metido cuatro líneas marco en el Chat GPT y a ver qué sale: “¡Coño, pues como lo nuestro! ¡y en menos tiempo del que tarda en subir el café! ¿eh, Joe?”

La banda sonora de El sindicato pinta a que procede del mismo artista, por cierto.

Y luego tenemos la romántica Mi año en Oxford, de este mismo año en curso, el enésimo fenómeno Netflix que la red promociona en este momento como la película “de la que todo el mundo habla”, “que todos ya han visto” (al menos dos veces, añadiría yo para provocar), “que ninguna otra puede desbancar del número 1 en la plataforma” … En fin, esa clase de reclamos de mierda repartidos por la red, que a estas alturas no necesitan ni comprobación ni nada.

¡Con la cantidad de abogados estadounidenses que antes litigaban indemnizaciones millonarias para usuarios defraudados por las mentiras de las súper-empresas! O los picapleitos se han pasado al fentanilo, o cobran por adelantado, o están perdiendo una oportunidad de oro. 

¡Qué película la de la chica norteamericana en Oxford!, ¡qué encuentro con el profe ligón!, ¡qué acercamiento a la poesía inglesa!, ¡qué british clasista en el pub!, ¡qué compañero gay tan guay!, ¡qué amiga poco-agraciada-pero-simpatiquísima, enamorada del que no se entera! (hasta que convenga, of course), ¡qué padre autoritario al que decepcionar!

En fin, la película es otro festival de tópicos que ha necesitado hasta cuatro guionistas, de la que solo sé real la que en su día escribió Otoño en Nueva York, aquella cosa tremenda de Richard Gere y Winona Ryder. Pues a lo mejor, ahora que lo pienso, hasta va a resultar que Mi año en Oxford tiene un guion de verdad y uno se siente ya acosado por la IA sin que ésta intervenga en todo. Pero lo parece.

Es más, estoy empezando a preguntarme qué escribiría la dichosa IA si le dijese ahora mismo: “hazme una entrada de blog sobre la IA en los guiones de Netflix y ponme ejemplos”

¿Saldría esto?

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