miércoles, 2 de febrero de 2022

Monica Vitti


Los tronos femeninos del mejor cine italiano del siglo estaban ocupados por Sofía Loren, Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida, Virna Lisi, Silvana Mangano y Anna Magnani. No parece que aquello constituyese un problema para la Vitti, si repasamos su andadura muy por encima:

Antonioni y La Aventura, La Noche, El Eclipse, El desierto rojo, El misterio de Oberwald. Autoría de la que importaba, incomunicación, inmortalidad. Con Monica escalando en los repartos, peldaño a peldaño.

Monicelli para La ragazza con la pistola o Cuarto de Hotel.

Vadim en su década dulce, encerrada en el Castillo en Suecia.

Ettore Scola, Mastroianni y El demonio de los celos.

Alberto Sordi con Tres parejas, Amor mío ayúdame, Esa rubia es mía, Sé que sabes que lo sé.

Dino Risi y Las mujeres somos así.

Luis Buñuel con El fantasma de la libertad.

Hasta dirigió Escándalo secreto, con la que se despidió en 1990, antes de cumplir 60 palos.

Cine grande en tres lenguas, italiano, francés e inglés. De autores intocables, de artesanos especializados en europuddings, de los mejores comediantes italianos (eso es mucho decir), de "enfants terribles" a la moda, de musa, de anti-musa, de muslo, de melenaza, de mirada, con y sin "piticarmo". 

Me quedo con su mano a mano frente al genial Ugo Tognazzi en Pato a la naranja: "No le he puesto nada de piticarmo", aquel condimento afrodisiaco para cocinar aves y frutas.

Viva la Italia Vitti. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario