domingo, 6 de septiembre de 2020

Intemperie

Benito Zambrano se ha marcado un western "granaíno", y ceñirse a un género tan evidente, aunque le pongas tu miaja andaluza, le ha sentado bien. Lo villanos son los habituales (para el caso, vale lo mismo un cacique que su capataz), pero el discurso es menos obvio. Podría haber movido a los personajes de década y mencionar otra colonia para el que luchó y habitó en una, funcionaría igual. Porque el asunto es la huida de un chaval del que abusa un cabrón con poder, y su encuentro providencial con un pastor que demasiado bien sabe lo que son las armas de fuego y para qué sirven.


El capataz (Luis Callejo, en su registro víbora), que persigue al niño (muy bien Jaime López), tiene unos pocos secuaces que hacen lo que se les manda, como es común en el género. Y el muchacho, a pesar de intentar primero el robo y después la compra, contará con la ayuda desinteresada del pastor (Luis Tosar excelente, como suele). No se tienen confianza, pero se conocen los remiendos, y por eso acaban formando equipo, hasta con la escopeta. 



El paisaje, como dicta el western, también es esencial en esta película, que por algo se llama Intemperie. El pastor vive al raso, el chaval huye bajo un sol atroz, la gente vive o toma el autobús tartana en llanos polvorientos. Los pozos de agua están casi secos y rodeados de ruina o de abandono. La vegetación es rala, el monte gastado, las casas parecen mexicanas de cuando su revolución. Pero no se fuerzan los parecidos, mucho western se rodó por estos lares y no sólo en los almerienses.


La violencia, seca y directa en la mayor parte del metraje, se presiente pero apabulla cuando llega, también como el género pide. Además hay un último duelo, que sucede en el lugar idóneo, con casa entarimada y vía del tren. Para que se crucen consejos, embustes, desafíos y tiros desde diferentes ángulos de la calle.  Quizá ese duelo peca de una planificación más sofisticada, única secuencia en la que el director es esclavo del género escogido, aunque sale airoso, porque rueda muy bien. 


Intemperie, como siempre en las de Zambrano (incluyendo las menos afortunadas), es interesantísma y se ve en un suspiro. Encuentra escenarios, personajes e interpretes inesperados y bien traídos (no todos, pero por poco). Se arropa con los recursos necesarios para contar lo que propone con solvencia y pulso. Unos cuantos vehículos destartalados, varios caballos, gente humilde y vencida, gente mala, gente de vuelta, gente que empieza a vivir. Todo bien dialogado y bien dicho por unos y por otros, hasta en el par de momentos que le sobran.
 

La película no tuvo suerte en taquilla (creo que se quedó por el medio millón de euros), aunque arrastró cinco nominaciones al Goya y se llevó dos (guión y canción de la Pérez Cruz). Con todo y sus debilidades (pocas y evidentes), es una película que mereció verse en pantalla grande. Sin embargo, una buena tele de plasma puede hacerte apaño para ver el sudor de hombres y caballos, las fogatas y sus sombras.


No siempre se coge un género manido y ajeno y se cocina esmeradamente algo que bien pudo pasar bajo nuestros sombreros y con escopetas de caza, borricos y cabras en lugar de cornilargos, pastores en vez de cowboys, quebradas por desfiladeros. Al final, lo que importa, es quién mata, quién muere y quién sigue su camino.
 

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