No es ningún hallazgo trasladar aquí que los canales contratados por los hoteles de medio mundo nos ofrecen lo más granado del cine reciente con desparpajo de novedad irrenunciable y exclusiva: las de Jason Statham, todas intercambiables (puedes construir tu propia peli de Jason zapeando y el bodrio encajará sin mayor problema); San Andrés o Divergente (alguna de ellas, ¿o era de Los juegos del hambre?), recordándonos soporíferamente que todo está a punto de estallar y lo que vendrá tras el estallido; unas cuantas sobre crimen, narcotráfico, corrupción y ciberterrorismo, de enjundia mínima y soluciones a tiro limpio (o a hostias, si se acaba la munición); varias comedias –románticas o no- protagonizadas por gilipollas del primer mundo, de ambos sexos; algunas de Bond (Connery, Moore), como lo más parecido a clásicos del 7º arte;… en fin, un planazo cinéfilo de cinco estrellas.
Si pasas alojado los días suficientes, en algún momento caerás en Notting Hill, que es a los hoteles lo que Pretty Woman a Televisión Española: un caramelo recurrente, pero que nunca falla. No hay como verla entre tanta balacera frívola y destrucción de edificios, mobiliario y vehículos a motor (que no falten helicópteros), para darte cuenta de lo deliciosa que puede resultar en su superficialidad bienhumorada al más puro estilo british.
Dentro de nada vuelvo a las habitaciones con número en la puerta y llave magnética. Espero que pongan Notting Hill.
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