Debería hacer una sección en el
blog con la programación cinematográfica que los agentes del sector nos
obsequian en viajes de cualquier distancia que admita cine. Creo, de hecho, que
voy camino de hacerlo pues en distintas ocasiones (la penúltima justo anterior
a ésta) he hablado de lo que ponen en un autobús de Colombia, en vuelos
transoceánicos o en canales de hotel de cualquier lugar del mundo (ahora esa variante nos la alivia la
Olimpiada).
Hoy va de trenes. Es un poco
deprimente, por cierto, que este medio de transporte haya claudicado también a
la obligatoriedad de una pantalla (aunque la del móvil se faja con todas). Hoy en
día, Jesse y Celine no se hubiesen conocido, ni siquiera hubieran cruzado una
mirada.
Habrían matado el tiempo hacia
Viena mirando, por ejemplo, Terminator Génesis. Un mojón al más
puro estilo Secuellywood, en el que sólo el viejo Arnold, veterano de la
original, sabe lo que se hace y hasta lo hace bien.
El despiporre de argumento a
costa de los Connor, que necesitan más psicoanálisis que armamento a estas
alturas espaciotemporales, permite un presupuesto A para una película B,
siendo benévolos. Pero así se programa en los trenes del primer mundo, amigos.
Mejor violencia impostada que mirar el paisaje, leer una buena novela o
entablar conversación con tu vecino de pasillo.
A veces, el que decida estas cosas
(que me gustaría saber quién y por qué las decide), echa mano de cine
autóctono. Ya que estamos en un tren de España, programemos una de aquí aunque no tenga explosiones,
digamos por ejemplo que Ahora o nunca, el segundo taquillazo
de Dani Rovira (que según parece rodó antes, pero tuvo la fortuna de estrenar
después de 8 apellidos vascos).
Que semejante refrito de ideas
ajenas (boda con obstáculos, pandilla femenina estúpido-animosa, novio paraito
creciéndose ante las dificultades, madre pija-pero-rescatable, carreras de
aeropuerto, declaraciones de amor en público), cuya adecuación al espíritu
nacional consiste en añadirle ordinariez a paletadas sin gracia ni ritmo, haya
sido un éxito de taquilla el año pasado, es algo para el psicoanálisis también,
en cuanto salgan de allí los Connor.
Yo me imagino a Jesse,
preguntándose ante la pantalla cómo diablos se enamoró de un español la chica por
la que cruzó el océano.
Tío, el tren tiene bar. A lo
mejor por eso. Vete a pedir algo, anda: quizá topes aún por casualidad con una
bella francesita asqueada del cine de trenes. Será lo mejor que te pase en el viaje y hasta en la vida.
Vi el otro día unos minutos de "Ahora o nunca" en el tren, mientras ponía pegatinas de animales con el niño. Espantosa película, en efecto, ordinariez a paletadas, como dices.
ResponderEliminarVolví a centrarme en las pegatinas del zoo, horrorizado ante el nada cómico panorama (cinematográfico, al menos) que le espera a nuestros nenes.
...Y Oti (lo acabo de mirar) no la puso mal...
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