lunes, 2 de octubre de 2023

El padre

La película de Florian Zeller es astuta en su guion, sobria en la puesta en escena y aparentemente pequeña, aunque la salpimenten actrices tan solventes, conocidas y queribles como Olivia Williams y Olivia Colman o especialistas en grimositos como Rufus Sewell y Mark Gatiss.

Todo eso está muy bien, da a un reparto tan reducido cierto relumbrón. Pero la gran baza de la película es Sir Anthony Hopkins, haciendo del padre, un papel que se diría fácil y lucido, de piloto automático para un actor que ha alcanzado ese Olimpo en el que le basta casi con estar en plano para ser cualquier cosa.

Lo que queda dicho de Hopkins y otras muchas verdades rutinarias de su solvencia en el oficio (esa ductilidad camaleónica, esa naturalidad para cambiar de aspecto y hasta de edad, las sonrisas inquietantes, etc.), valen también en esta ocasión. Pero se quedan cortas si tienes un caso próximo en la familia, en edad avanzada, con constitución robusta y mente indefensa, alguien que padezca alzheimer.

La mirada de Hopkins cuando no habla y solo mira las cosas que ya no reconoce o no entiende, sus cabezonerías e irritaciones, su miedo y su impiedad, hasta su gesto dormido son prodigiosa y dolorosamente ciertos. Es un trabajo de composición en un laberinto mental puesto ante nuestros ojos, para que nos ofusquemos en él y entendamos, si ello es posible, la soberana putada de esta enfermedad incurable, la verdadera plaga abatiéndose sobre los padres del siglo XXI.

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