martes, 26 de diciembre de 2023

Nunca es tarde

Feliz Navidad para todos, empezando por George Bailey, "el hombre más rico de la ciudad".

 

lunes, 18 de diciembre de 2023

Netflix desencadenado

Hay tardes en las que, saltando de flor en flor, vas y aterrizas en el montón de estiércol que las abona. La plataforma de la N, que cada vez más quiere ser M (de mierder).

Allí he visto tres películas olvidables, como de cine de avión. Ojo, una de Fincher, otra con Julia Roberts de súper-estrella y la última aliñada con Emily Blunt, Chris Evans y Andy García (la aparición de éste ya daba una pista, porque lleva una rachita...) 

En fin, vamos por pelis, pero no esperéis que me explaye.

The Killer

Fincher sigue siendo un mago del envoltorio, pero debajo no hay nada, palabrería hueca, decisiones a capricho, personajes planos, un bajonazo de esos que parecen marca de la casa M cuando contrata nombres de relumbrón.

Dejar el mundo atrás

Dejad la película atrás, el algoritmo atrás, la plataforma atrás. Y Julia, vuelve a sonreír, por favor. No te pongas Ariadna.

El negocio del dolor

Imitar a Scorsese aumenta las posibilidades de darse el batacazo. Los hechos reales o los repartos afortunados no dan pluses aunque lo parezca. Evans sigue intentando sacudirse de encima al capitán América. Emily bien, claro. Andy en su línea actuaciones con barba.

Me vuelvo a Filmin, por consejo de especialistas.

domingo, 17 de diciembre de 2023

Robot Dreams

Pablo Berger es una rara avis. Debutó con una película atípica, Torremolinos 73, tragicomedia que va ganando empaque año tras año. En ella, además de demostrar una cinefilia útil a la narrativa, se apuntó el mérito de contratar a un Mads Mikkelsen casi debutante (de Candela Peña y Javier Cámara nada que añadir: hace mucho tiempo que clavan cada papel).

Luego se pegó el pasote de Blancanieves, en blanco y negro y muda, como The Artist, pero mejor. En mi opinión, la obra maestra española de la década pasada. Dio después un ligero patinazo con Abracadabra, no sé si por comparación, un enfoque algo desequilibrado o ambas cosas.

Han pasado unos cuantos años más y se ha vuelto a inventar algo completamente distinto y deslumbrante. Robot dreams es la mejor película de animación del año, en un año en que la competencia es feroz. Se trata de una bonita, triste, deliciosa historia de soledades, inconformismo, amistad y renuncia. Sueños también, desde luego, para que la animación se luzca hasta extremos inesperados y gloriosos.

Llena además de guiños a un Nueva York de décadas atrás, pero que la generación de Berger reconocerá perfectamente y las posteriores también gracias al furor vintage que nos rodea. Con música cuidadosa, felizmente seleccionada o compuesta, la de los temazos y la del piano chapliniano. 

Enumerar detalles y escenas que dejan boquiabierto por sus soluciones narrativas, éticas, estéticas o cinematográficas nos llevaría un tiempo innecesariamente largo. Mejor usado en ver Robot Dreams en la gran pantalla. Que ya estáis tardando.

jueves, 14 de diciembre de 2023

Ryan O´Neal. Nostalgia encontrada en Zaragoza

Hace mucho tiempo, cuando Ryan estaba en ese parón crítico desde sus últimos títulos de los ochenta hasta la reaparición como secundario, ya mediada la década siguiente, mis hermanos y yo zascandileábamos entre Madrid y Zaragoza, motivados por la belleza y simpatía de tres amigas mañas que merecerían película independiente.

En aquel entonces, los títulos mayores de Ryan formaban parte del pasado, porque cuando tienes poco más de veinte años, todo lo que se remonte a quince o veinte atrás es casi arqueología.

Arqueología eran así, que Ryan me perdone, el exitoso y lacrimógeno pastel de Love Story, que lo convirtió en estrella; la estupenda Dos hombres contra el Oeste, del gran Blake Edwards; la descacharrante ¿Qué me pasa, doctor?, en la que Peter Bogdanovich reinventaba nada menos que La fiera de mi niña; el ejercicio cool de El ladrón que vino a cenar (mi favorita de las suyas, quizá por la presencia de Jacqueline Bisset); tres obras maestras seguidas como son Luna de papel (de Bogdanovich), Barry Lyndon (de Kubrick) y Nickeodeon (otra vez Bogdanovich). Todo eso en apenas seis vertiginosos años, allá por los 70 del siglo pasado.

Luego Ryan protagonizó otras películas, pero el cine que terminaba esa década y emprendía la de los 80 se reinventaba para nuevos y muy juveniles públicos, él no estaba en los repartos que conectaban y la estrella de O´Neal comenzó a apagarse. Se consoló convirtiéndose en el “compañero sentimental” de Farrah Fawcett, no era mal consuelo.

En fin, que para aquella velada en Zaragoza, a principios de los noventa, reconocerle en una película tenía cierto mérito. Más aún con una cogorza mínimamente encubierta durante la cena que nos ofrecieron los padres de dos de nuestras amigas mañas. En la sobremesa, me aferré como pude a la película que ponían en la tele, mientras la madre me contaba sobre las chicas cosas muy variadas que naturalmente no recuerdo.

En la tele ponían una de las suyas, creo que una de las últimas interpretaciones significadas que hizo, la de Los hombres duros no bailan. La película era de la Cannon, la dirección del escritor de la novela (otro error, por muy Norman Mailer que seas), la Rossellini estaba demasiado joven y en fin, Ryan sufría ya unas ojeras profundas bajo una mirada amarga. Su deliciosa ingenuidad expresiva había desaparecido. 

     

Pero lo reconocí. Me dio tanta alegría que lo dije en voz alta interrumpiendo la perorata de nuestra anfitriona:

“¡Es Ryan O´Neal!”

La señora de la casa, que era una auténtica señora, no me estrelló la tele en la cabeza, simplemente se levantó y fue animando al resto a que saliésemos a dar otra vuelta por la plaza del Pilar y el parque del Batallador.

Hace tanto tiempo que no voy a Zaragoza como el que llevo sin ver una peli de O ´Neal. Hasta he llegado tarde a su entierro. Adiós, ladrón ajedrecista.       

martes, 5 de diciembre de 2023

Concha Velasco

 

Concha Velasco fue la mejor actriz de España. Su longevidad profesional ha jugado en su contra, sin duda, para según qué sectores. Esos en los que la “pureza de sangre” se exige con la misma malintencionada cabezonería que se atribuye por defecto a la carcundia oficial. Pero los inquisidores modernos, como los antiguos, tienen muy flaca memoria y escuálidas lecturas que lo compensen.

Bailarina, cantante y actriz, Concha debutó en el cine con 15 años, como actriz de reparto en lo que se filmaba por entonces. Hizo cine con Sainz de Heredia, Antonio Román, José María Elorrieta, Pedro Lazaga, trabajó de vicetiple en la compañía de Celia Gámez, bailó en un espectáculo de Manolo Caracol, falseó su edad, fue despedida, se tiñó el pelo, tuvo un hijo antes de casarse… Tenía un padre militar y una madre maestra que había hecho radionovela. Así que quiso ser artista y lo fue, despegando por fin con Las chicas de la cruz roja, en la que la estrella era Tony Leblanc, amigo eterno de Concha, como lo fue Manolo Escobar, con el que haría cuatro películas “de barrio”.

En el 75 lideró la huelga de actores de teatro junto a Juan Diego. El teatro fue su vida, creo que sólo Nuria Espert y Julia Caba Alba estuvieron a su altura en magisterio y leyenda. La vi una vez, en La rosa tatuada. Sencillamente demoledora, todo el patio de butacas acompasando el aliento al suyo. Antonio Gala, otro amigo interminable, le dio grandes papeles y se benefició de su talento escénico.

Pero el cine manda siempre por su capacidad de llegar a más público y en él reinó durante dos décadas largas, casi tres. Tormento, Pim pam pum fuego, Las largas vacaciones del 36, La colmena, Esquilache, Yo me bajo en la próxima y usted, Más allá del jardín Concha Velasco era un camaleón, que se batía en comedias de Alfredo Landa o José Sacristán antes de Garci, de José Luis López Vázquez y Tony Leblanc, o en las dramáticas del Pedro Olea más inspirado. Fue una de esas raras interpretes que podías poner en películas no hechas por ella y te cuadraba (que sé yo, el papel de Julieta Serrano en Mi querida señorita, el de Carmen Maura en Ay, Carmela, el de Marisa Paredes en Tacones lejanos, el de Terele Pávez en La Comunidad). Bastaba con que su edad fuese adaptable al papel para que todo rol femenino se le ajustase como un guante. Camus y Berlanga lo sabían bien.

Por si todo esto fuera poco, en televisión se coló desde el mítico Estudio 1 y protagonizó Teresa de Jesús a los 50. Algunas de las series que han arrasado en los últimos quince años de televisión en abierto (Gran Hotel, Velvet) y hasta alguna del streaming (Las chicas del cable) contó con el lujo de su presencia inconfundible.   

Capaz de cubrir de encanto lo más trillado, sobresalir en lo convencional, tirarse de cabeza a los retos de cualquier formato, presentar, bailar, cantar, actuar. Era una fuerza de su oficio de las que deja un legado.

Su método era la verdad.


lunes, 27 de noviembre de 2023

Napoleón

Ridley Scott ya no se lee los guiones.

Coge los cuatro papeles que le pasan con la escena del día y rueda como el maestro que es desde hace décadas. Naturalmente, cada escena que va sumando así al cumplimiento del plan de producción le queda espectacular, intimista, elegante o descarnada según toque, con una precisión y nivel estético al alcance de muy pocos.

Pero cuando Ridley ya está rodando la siguiente, hay que unir las escenas de Napoleón con el libreto como guía para el montador y para el público final, que sigue su narrativa sentado ante la gran pantalla.

Entonces llega nuestro Waterloo.


 

miércoles, 22 de noviembre de 2023

El sol del futuro

Nanni Moretti era el último veterano de la temporada del que quería ver película, aunque creo que la suya se estrenó la primera. Antes de la de AllenErice Scorsese. No parece casual que los americanos se despidan (o quizá no) del cine obsequiándonos una ficción al uso, sin meta-cine ni autorreferencias (más allá de las temáticas).

El español y el italiano, en cambio, reflexionan sobre el oficio de hacer películas, el papel de los directores, el capricho de los intérpretes, los géneros nunca logrados (¡ay, el musical...!) y la propia vida vivida a través del cine, condenada a él.

Moretti hace de Moretti como sólo él sabe, aunque en algunos momentos me parece Erice reencarnado. El director que representa puede no ser exactamente nadie, pero comparte con Moretti su soberbia moral, su izquierdismo por libre, su humor  agresivo (lo de Netflix es para enmarcar) y su desesperado amor por un cine que agoniza.  

Todo lo sazona con una paleta de color y luz netamente italianos, canciones de su tierra enormemente populares y queridas incluso aquí, un circo ambulante (que sería del cine italiano sin sus circos) y números musicales sacados de la manga. Hasta un desfile de la ficticia victoria para celebrar un futuro que nunca existió. Deliciosa.   
  

martes, 21 de noviembre de 2023

Están locos estos nipones

 

Cartel de As Bestas para los cines japoneses.

Como dice mi amigo Luis: Igual es que en Japón les mola ver pelis "que no son lo que te esperas".

jueves, 9 de noviembre de 2023

XVIII Festival de Cine Inédito de Mérida

Aquí está de nuevo el Festival de Cine que más me gusta de los que cada año se celebran en España, el que se hace por pura vocación de servicio cultural al ciudadano, por unos tíos entregados, sensibles y eficientes, que además son mis amigos.

Hoy han presentado la sección oficial y la programación por días, que cubre del 16 al 25 de noviembre. Aquí van las pelis, para quien tenga la fortuna de ir, vivir o estar en Mérida esa semana.









Y además, la imprescindible sección Cine y Escuela, los talleres de Cine Asiático, la película sorpresa, la revista y todo lo demás. Hecho con mimo, para darle mimo a tanto cinéfilo desamparado como hay por ahí (muchas de esas películas nunca llegarán a estrenarse en los cines extremeños).

Así que a por todas.

Y a vosotros, Ángel Briz, David Garrido Bazán y compañía, os digo lo de todos los años, con la esperanza de que lo sigáis haciendo hasta que yo vuelva y aún después: Gracias por resistir. 

festivalcinemerida.com 

martes, 31 de octubre de 2023

Octubre aciago


Piper Laurie


Carlos Pumares


Jesús Guzmán


Dariush Mehrjui y Vahideh Mohammadifar


Matthew Perry 

lunes, 23 de octubre de 2023

Los asesinos de la luna


Vaya por delante que ésta de Scorsese es la penúltima película en lo que le queda a 2023 cuyo estreno en cine me importa. O lo que es lo mismo, que es de las pocas por las que estoy dispuesto a pagar la entrada. Para los que, además, miden las experiencias (película, novela, obra de teatro, exposición o concierto) "al peso", tiene el valor añadido de durar tres horas y veintiséis minutos.

Ese es el talón de Aquiles de Los asesinos de la luna: dura demasiado. El asunto está claro desde el minuto uno o cualquier trailer que te lleves a la boca. Todo está primorosamente construido, localizaciones, ambientación de época, puesta en escena de una sociedad mugrosa en poblaciones sin glamour, manchadas de sangre y petróleo. La mayoría de personajes se trazan con pulso y trastienda, aunque algunos sólo tengan pulso o trastienda (hermano e hijos de Ernest, pareja/amante de William Hale). 

Los estallidos de violencia y el crimen principal y más escalofriante, que es el que no se consuma, son tan solventes y estremecedores como pide una del viejo Marty. Estrellas como Leonardo DiCaprio y Robert De Niro le otorgan lustre al desarrollo y la galería de secundarios importantes da la vuelta a la manzana. El impagable casting fisonómico es también marca de la casa. Los diálogos lucen ingeniosos y naturales. La banda sonora, un poco monótona, es igualmente buena y tiene el buen gusto de no cubrir el metraje entero.


Pero, con todo eso brillando, bastante razón tiene el Variety cuando califica la película-caso de "masacre a cámara lenta que se ahoga tanto en los detalles que  pierde el hilo". Estoy de acuerdo en eso con el crítico Peter Debruge. A la película le falta linealidad, se demora en demasiadas cuestiones tangenciales perfectamente prescindibles (por ejemplo, la masonería de William, los robos y timbas, los parlamentos en indio subtitulados a capricho, la voz en off que va y viene sin criterio claro). Hay elementos, en cambio, que por falta de explicaciones quedan confusos, al extrañamiento o interpretación ciega del espectador. 

Con un punto de partida más sintético, Scorsese y su eterna montadora Thelma Schoonmaker hubiesen concretado una propuesta muy potente. Su talento, no obstante, queda más que plasmado en una historia en la que el ritmo y el interés no decaen en ningún momento. Es al final del viaje cuando te preguntas si las escenas debían durar lo que duran y si todas eran necesarias. Puede que Scorsese y Thelma se vean ya tan al final del camino que no quieran sacrificar nada de lo que tanto esfuerzo cuesta levantar a los ochenta. Lo entiendo en el director, pero no tanto en la montadora que se ha enfrentado a Toro salvaje, Uno de los nuestros, Casino o La Edad de la Inocencia. En fin, parece que han crecido en metraje ambos a la par: ni El lobo de Wall Street, ni Silencio, ni El irlandés (también del tándem Martin-Thelma, las más recientes), moderan su extensión en material rodado o su montaje. 

Así que toca dejarse llevar, que el espectáculo, en cualquier caso, está servido. Que vuelve el De Niro que nunca debió marcharse y el hallazgo de Lily Gladstone como la impenetrable y romántica Molly. Sólo lamento que Di Caprio esté casi todo el tiempo en pantalla, porque su rictus de pueblerino pasado de whisky y entendederas limitadas acaba agotándome. A lo mejor fue eso lo que se me hizo largo.

 

jueves, 19 de octubre de 2023

Nowhere

Netflix es la viva representación del tiempo en que vivimos, entre sensacionalismo y "shoft" (suena más sucio que "light"). 

Para ejercer en régimen de supremacía, le bastan los grandes hitos del catálogo (todos de su primera época), los subarriendos de pelaje variopinto cocinados en otras plataformas/productoras, los nuevos productos documentales de chismorreo deportivo, las películas de autor con un innegociable "tuneo netflix", las series a manivela promocionadas siempre como la que no te puedes perder, sobre la que todo el mundo está hablando, perfecta para un maratón de fin de semana, noche de sofá y palomitas, etc. etc. Y, por supuesto, las películas de algún realizador aupado por un éxito previo de la propia plataforma. Para el caso, Albert Pintó, que ha dirigido casas de papeles, cielos de colores... y que se atreve con el contenedor flotante de Nowhere encantado de la vida. 

Es lógico: resulta difícil resistirse al reto de mantener el ritmo y el interés en un espacio prácticamente único (aunque la película tenga también un prólogo olvidable y algunos flashbacks que oxigenan el desarrollo). La tentación es aún mayor si cuentas con Anna Castillo para protagonizar la pesadilla, siendo el único personaje en pantalla en un 85% del metraje o más. 

Nowhere se sostiene sobre los hombros de esta actriz prodigiosa. Hombros de un cuerpecito que parece capaz de soportar cualquier producto y salir triunfante o, como poco, indemne (véase la miniserie Un cuento perfecto, cursilada netflix que se hace hasta simpática solo gracias a ella). 

Si se asume la endeble premisa argumental de Nowhere y se le conceden unos cuantos minutos al viaje para entrar en situación, hay que admitir que Pintó sabe manejarse en el contenedor flotante, donde pasa un poco de todo eso que suele pasar en las historias de supervivencia extrema. Pero claro: Albert Pintó no es Rodrigo Cortés

Por cierto, Cortés ha fichado a Anna Castillo en su próxima película, sacándola de Netflix antes de que se ahogue.

 

miércoles, 18 de octubre de 2023

Golpe de suerte

Está película gustará a los viejos seguidores de Woody Allen más que a la crítica moderna. Ya apenas se hacen películas así, ni a la francesa. Sólo los viejos cineastas de las distintas cinematografías siguen apostando por dialogadas vidas vulgares en situaciones extraordinarias (ahora se lleva más la gente extraordinarias en situaciones inauditas, contadas en guiones vulgares).

Eso sí: los personajes vulgares de Allen son pijos hace mucho tiempo, en Nueva York, París, Roma y hasta Avilés. Pero se reconocen en sus rutinas, bajezas, miedos y chismes. A partir de ahí, el octogenario Woody puede contar lo que quiera y en el tono que se le antoje: comedia o drama, intriguilla o filosofeo, amor y odio, azar y crimen.

Esta película 50 del clarinetista tiene de todo eso varias pizcas, aunque creo que lo que funciona mejor en ella es el desarrollo liviano (que consigue estremecer en determinados momentos muy "banalidad del mal") y la sorpresa última, aunque no sea la primera vez que la usa. No obstante, es inesperada. Siendo la más obvia, Allen ha ido soltando pistas falsas aquí y allá que eleven el impacto del desenlace.

La joven Lou De Lâage hace de Scarlett (sobre todo en el físico) y, más descaradamente, Valerie Lemercier sustituye a Diane Keaton en el papel que hubiese interpretado ella si esto lo hubiera podido rodar Allen en los Estados Unidos. Los demás actores son intercambiables con la fértil cantera de característicos que tienen en Hollywood. Y es que Golpe de suerte, a la americana, bien podría ser una de aquellas películas de los noventa en las que Allen reunía repartos imposibles por cuatro pavos. 

Eso se acabó. Paradójicamente, el newyorkino que más ha reivindicado el cine europeo en sus películas ha acabado exportando la propia fórmula al Viejo continente, con él al mando y demasiado mayor. Ese ha sido nuestro golpe de suerte. El suyo, hacer esta película notable para poner fin a su carrera.  

viernes, 13 de octubre de 2023

Predator: la presa

Algunos amigos cinéfilos, cuando me descuelgo con películas de esta catadura me preguntan abiertamente "¿por qué las ves?" Quizá porque en las chatarrerías aparecen de vez en cuando raras y valiosas piezas.

La chatarrería Predator lo es desde la segunda entrega del cazador deportivo intergaláctico, para el que los hombres son piezas mayores dignas de adornar con su osamenta la pared de la nave. 

La penúltima entrega, anterior a la que nos ocupa, tocaba fondo en todo lo que no se debe hacer con un personaje interesante: dejarlo sin premisa y rodearlo de amigos y enemigos entre lo absurdo, lo idiota y lo irritante, eliminar el misterio y sustituirlo por barullo de la peor estofa. En fin, un desastre total. 

Pero no hay sábado perezoso en el que no esté uno dispuesto a probar una tapita de Megalodón o una entrega depredadora que se va hasta el mil setecientos, el de llanuras americanas habitadas por guerreros comanches y tramperos mugrosos.

Que sea mujer (rastreadora y buena con los hierbajos sanadores) el guerrero que va a enfrentarse al cazador de los cielos es esta vez algo que juega a favor de la historia, no una imposición a la moda. Al menos el guion se toma sus molestias. 

Tampoco hace falta explicar de más, aquí importa la cacería, el intercambio de papeles entre las fieras de la propia naturaleza, la serpiente, el puma, el lobo y el oso, los guerreros y su rastreadora, los tramperos franceses y el depredador. Todos son en algún momento cazador o presa.

Con ritmo, sangre, paisaje y emociones primarias muy eficaces, la de la india atada a su hacha es la mejor desde que Arnold se cubrió de barro para matar al monstruo. Esta joven comanche (Amber Midthunder), tiene su propio método, digno de verse aunque se te haga tarde en el sofá.

martes, 10 de octubre de 2023

La ternura

A estas alturas de historia del cine deberían los directores (y nosotros los espectadores, claro), estar prevenidos cuando se adapta el teatro a la pantalla grande. Esto es una obra teatral de vuelo corto que en las tablas funciona, con seis actores, vestuario vistoso y un escenario único,  la isla.

Allí viven separados del mundo por deseo expreso del padre y el hermano mayor, tres varones que no tratan con mujeres, unos por escarmiento y el otro porque no ha podido elegir. Al mismo tiempo, una madre hechicera que quiere proteger a sus dos hijas de matrimonios indeseados, acaba en la isla con la intención de fundar una república de mujeres.

Hasta ahí pinta bien, incluso cuando se hacen pasar ellas por hombres para no traicionarse y los jóvenes se sienten atraídos unos por otros, la cosa tienen cierta gracia. Moderada, porque la comedia con lenguaje de  época no es un terreno fácil para el cine, no digamos ya si es español. Pilar Miró acertó con El perro del hortelano hace demasiado tiempo y no ha conocido sucesora, ni sucesor.

Con todo, lo más chocante es que solo brillen a la altura de lo que la película debió ser los personajes de ambos padres, Emma Suárez y Armando de Castro (disfrutones en sus papeles), gracias a ese odio acerbo al sexo opuesto, que hasta les une para conspirar contra los amores de sus hijos.

Demasiada reiteración en los recursos mágicos o chistosos, un reparto desigual y unos parlamentos que no son de Lope aunque lo finjan, lastran el resultado. Pero la responsabilidad mayor cae en el director, Vicente Villanueva, que no acierta en el modo de poner la cámara salvo en el maravilloso último plano. Sin ternuras, ni ternezas.

lunes, 9 de octubre de 2023

Cerrar los ojos


Podría haberla titulado Erice, la venganza

Treinta años después de su último estreno y veinte de su truncado intento de adaptación a Marsé (El Embrujo de Shanghai que Andrés Vicente Gómez le negó a Erice y le asignó a Trueba), el mejor director vivo del cine español se despacha con su cuarta obra maestra, a base de dirección superlativa, escenas larguísimas, música mínima, reparto máximo, canciones impostadas y cultura cinematográfica inalcanzable.

Sólo Garci tienen ese dominio del legado cultural hispano y la libertad para usarlo sin sonrojo. Los dos han pagado el precio y los dos seguirán ahí, cuando la mayor parte del cine que se rueda en España se haya desecho por su mal envejecer.  

 

Erice te pone libros ante los ojos, hace que su personaje los mire, los manosee, los compre y los lea. Rueda en el Museo del Prado, presentándolo desde la estatua de Goya. Exhibe la estatua a Pío Baroja, convoca al tango, mete el fútbol, cita a Dreyer, a Hawks y a Von Stemberg, transforma a Josep María Pou en Orson Welles y a su actor desaparecido en el coronel Kurtz de la profesión. Hasta rescata el romanticismo de la latas de celuloide y de los viejos cines abandonados. Todo sin estridencia, sin subrayados, sin desniveles, en inteligente y sosegada progresión. 

Incluso lo más falso que pueda aparecer en pantalla encaja, porque nadie rueda como rueda Erice. Su planificación es apabullante, de ella obtiene el encuadre perfecto, la iluminación idónea, los detalles que importan, los silencios estremecidos cuando mejor convienen, un final demoledor, hermosísimo.


Basta la secuencia inicial para darse cuenta de que Andrés Vicente Gómez hizo el gilipollas cuando rompió con Erice. Éste filma el arranque de su versión de El embrujo de Shanghai y barre completamente. Por supuesto, está además la historia de otra búsqueda y la elucubración del director Miguel Garay, encarnado por Manolo Solo, sobre el momento en el que desapareció su actor Julio Arenas, que encarna José Coronado (¡cómo están los dos intérpretes!). La secuencia junto al mar es otro puñetazo de talento marca Erice.

Para esos tramos en que la intensidad necesita descender tiene a Mario Pardo y a María León, sabiamente repartidos, dos maneras de entender la verdad interpretativa, y a Ana Torrent, su primer fetiche.

La película redondea una carrera irrepetible. Está lejos de ser perfecta y, sin embargo, es lo mejor que se puede ver este año en la sala grande, hasta que llegue Scorsese. El vasco no se lo ha puesto fácil al newyorkino de Queens. 

 

lunes, 2 de octubre de 2023

El padre

La película de Florian Zeller es astuta en su guion, sobria en la puesta en escena y aparentemente pequeña, aunque la salpimenten actrices tan solventes, conocidas y queribles como Olivia Williams y Olivia Colman o especialistas en grimositos como Rufus Sewell y Mark Gatiss.

Todo eso está muy bien, da a un reparto tan reducido cierto relumbrón. Pero la gran baza de la película es Sir Anthony Hopkins, haciendo del padre, un papel que se diría fácil y lucido, de piloto automático para un actor que ha alcanzado ese Olimpo en el que le basta casi con estar en plano para ser cualquier cosa.

Lo que queda dicho de Hopkins y otras muchas verdades rutinarias de su solvencia en el oficio (esa ductilidad camaleónica, esa naturalidad para cambiar de aspecto y hasta de edad, las sonrisas inquietantes, etc.), valen también en esta ocasión. Pero se quedan cortas si tienes un caso próximo en la familia, en edad avanzada, con constitución robusta y mente indefensa, alguien que padezca alzheimer.

La mirada de Hopkins cuando no habla y solo mira las cosas que ya no reconoce o no entiende, sus cabezonerías e irritaciones, su miedo y su impiedad, hasta su gesto dormido son prodigiosa y dolorosamente ciertos. Es un trabajo de composición en un laberinto mental puesto ante nuestros ojos, para que nos ofusquemos en él y entendamos, si ello es posible, la soberana putada de esta enfermedad incurable, la verdadera plaga abatiéndose sobre los padres del siglo XXI.

La huelga de guionistas

Parece que se acaba la huelga de los guionistas de Hollywood. 

Podemos respirar tranquilos, muy pronto en nuestras pantallas, Fast and Furious XI, Saw XI, nuevas e imprescindibles adaptaciones de los clásicos animados de Disney en imagen real (es un decir), Indiana 6, el origen (eehh, no, espera que el origen lo contó ya Spielberg, entonces Indiana Jones en el Metaverso), Jurassic World 6, Bond reseteado, Gladiator 3, Depredator contra aliens y comanches (spin off de la de Prey), Wakanda again, y remakes de los grandes títulos de Curtiz, Hitchcock, Pekinpah pero con diálogos woke (mucho-mejor-dónde-va-a-parar).

Del brillante horizonte en las series de TV para plataforma, nos ocupamos otro día, que salgo a celebrar el fin de la huelga.

martes, 26 de septiembre de 2023

Dando tumbos

Uno se cree que ha empezado bien la temporada de streaming (la de las salas ya será para después de “la cuesta”), cuando acierta razonablemente con las que va cazando de plataforma en plataforma a principios de septiembre. Pero, en realidad, hay mucho de errático, es lo que tiene el empeño de despreciar el algoritmo. Y así toca saltar de unos superhéroes a unos chiquillos jugando al combate pre-marvel, de la película de monstruo chatarrero a la de cocina y qualité. El resultado es una segunda quincena septembrina mejunje, de la que desgloso pinceladas a continuación. Si todas compusieran un cuadro, el algoritmo vomitaría su mareo (pues que se joda).

Guardianes de la Galaxia 3

Mejor que la segunda, peor que la primera. La misión es lo de menos, los personajes siguen brillando en sus afectos, puyas y mamoneos. Las batallas y peleas, como suele pasar en estas pelis anabolizadas, se pasan de minutos sin necesidad. No creo que gane nadie porque una escena atravesando un pasillo lleno de enemigos nos muestre a cámara lenta cada hostia de cada héroe a cada malvado. Son demasiadas. El video juego ya está vendido con estrenar en medio millón de cines del planeta, dadle un respiro a la cinéfilo-comiquera afición, caramba.

La guerra de los botones

Antes de los comics y los super héroes, los chicos de los pueblos se liaban a palos en los bosques, les arrancaban los botones a los enemigos, hacían cabañas de ramas, cobraban en casa por sus trastadas o iban a internados áridos. Era otra infancia, retratada aquí con el dinero que gasta Guardianes en un minuto del mapache. Talento frente a pastizal, precioso triunfo de la pequeña película francesa de 1963, dirigida por Yves Robert.

Megalodón

Un sábado por la mañana de desayuno largo en pijama y ganas de coña brava. Pero no la que aporta la película, que es un truñazo tamaño megalodón, sino por los diálogos que puedes ir improvisando tú (si no les oyes lo suyo, no te pierdes nada). Nosotros, cuando agonizaba el científico chino en brazos de su hija hecha y derecha y mujer-de-acción, como se despedían en su lengua sin subtítulos, improvisamos un mensaje trascendente de padre a hija: “he sacado merluza del congelador, hacedla que se va a estropear”. Y es que entre la merluza fresca y el megalodon correosito no hay color.

Delicioso

Y ya metidos en gastronomía creativa llegamos a la francesa de época, nobles empelucados y cocineros orondos y talentosos. Una fotografía bellísima, una historia amena, tramposa pero bonita y un final de campiña. Otra vez la certeza de que hay un cine que se impone por aplastamiento de poderes o monstruos, mientras aún colea ese otro de belleza sencilla y delicada, campestre, serenamente humana.

Como me descuide, el algoritmo me pilla el truqui.