También hay vida en el Matadero.
El viernes pasado, que hacía un frío matador, la Cineteca de allí proyectó Ronco rumor remoto, de Jorge López Navarrete. Una apuesta personalísima, en blanco y negro, muda, pero sin campanillas taquilleras a lo Cannes. Va de un picapedrero peruano, así que no esperéis al verla coñitas de qualité.
Lo que sí atesora esta película es cabeza, coherencia y emoción. Las de un hombre que quiere dar digno final a la antigua casa en la que vivió su niñez y que ahora está ruinosa y a punto de ser demolida. Pero no le van a explicar a un experto en piedra cómo se tiran muros de lo mismo. Y mucho menos, qué hacer con los restos.
Se trata de una película para espectadores calmados, que puedan pararse en la belleza de los planos, en las ideas estéticas y éticas vertidas en ellos. Hasta en las referencias conscientes e inconscientes del guión (o del público avizor), que construyen algo completamente distinto a lo visto, pero entendible y también interpretable.
Supongo que no faltan aquí decisiones de rodaje y de edición en las que se ha hecho de la necesidad virtud, porque la financiación comercial de películas así (salvo firma de peso que lo tolere), brilla por su ausencia.
Atención al sonido. Y a las secuencias finales, que incluyen un momento espectacularmente truncado.
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