¡El director de los Iron man hace pelis pequeñas!
Esa parece ser la gran noticia, equivalente a la del chef consagrado de Los Ángeles que de pronto inaugura un camión de bocadillos cubanos. Hollywood está tan atrofiado en su musculatura inmensa y su pasión por el botox y el croma que cualquier detalle de frescura, cualquier pizca de sal o adorno de perejil se presenta a bombo y platillo como un nuevo argumento de vitalidad creativa.
Pues francamente, no.
La pequeña película de Jon Favreau es un plato ligero y agradable de comer, con los mejores ingredientes en su reparto, su banda sonora y lo suculento que resulta ver a la gente guisar y catar, cuando se guisa y se cata bien. El escudero del protagonista (ese Leguizamo infalible al que nunca le dan papel principal), es una buena baza de guión, el momento youtube es divertido, la escena con Robert Downey antológica, pero lo demás.... Asuntos familiares resueltos durante un viaje de mutuo descubrimiento y crítico gastronómico haciendo lo que ya hizo el de Ratatouille, sin molestar en el menú, es guarnición habitual de un producto americano. Solvente, vistoso e inocuo.
Espero que Favreau no me mande un twitter incendiario, pero su película es normalita. Eso sí, deja un buen sabor de boca. Lo que, últimamente, rara vez se puede decir de las cosas que Hollywood nos echa de comer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario