Anoche, la Ceremonia de los Oscar volvió a demostrar que, más allá de los twitter, las cosas cambian poco en el negocio del espectáculo, entendido a la estadounidense manera.
La apabullante Gravity se llevó todos los premios técnicos y el Oscar al mejor director. 12 años de esclavitud, arropada por todos los presentadores afroamericanos disponibles, los de mejor película, actriz secundaria y guión adaptado. Her, el de mejor guión original. Cate Blanchet ganó su Oscar como protagonista de la peli de Woody Allen. Los de actor principal y secundario fueron para una peli aún sin estrenar en España, titulada Dallas Buyers Club (Matthew McConaughey haciendo de cowboy con sida). Disney pescó película animada y canción. Ganó como película extranjera La gran belleza italiana y el cortometrajista español se fue de vacío. La presentadora tuvo cierta gracia sin pasarse, los números musicales y montajes de pelis fueron bastante espectaculares, las operaciones estéticas mostraron los estragos del tiempo en mujeres antaño hermosas y se olvidaron de nuestra Sara Montiel en el repaso a las estrellas desaparecidas que han brillado en Hollywood.
En fin, una ceremonia bastante normal, casi casi la de todos los años.
Aún podríamos hablar del retorno de Scorsese al nervio cinematográfico y al desprecio académico, o del cero cerete que se ha llevado la mala copia de Scorsese que lleva la palabra estafa en el título. Pero son otros los perdedores que realmente importan y duelen: Nebraska y Philomena han sido los títulos de la finalísima de los Oscar que han recibido menos atención y ningún premio, siendo sin duda dos pequeñas maravillas que no generan recaudaciones heroicas, pero hablan de un ser humano real, con sus debilidades y su entereza.
Nebraska, esa road movie de reencuentros donde Payne vuelve a encontrar el punto justo entre el dolor y la sonrisa, el sarcasmo y la ternura, deja un relato inmune al envejecimiento gracias a sus protagonistas, originales pero reconocibles: el padre acabado, la madre cojonera, el hijo pesaroso. Y un humor que oscila entre la corrosión y la piedad con un talento al alcance de pocos.
Philomena es en cierto modo otra road movie, la de un privilegiado talentoso y resentido junto a una mujer sencilla que lo ha sufrido todo pero se protege de los otros y de sí misma descartando el odio. Judi Dench, que bien podría ocupar el puesto fijo de Meryl, hace aquí un trabajo lleno de sutileza y de amor, respaldada por el estirado y brillante Steve Coogan, para zarandearnos durante hora y media entre sonrisas y nudos en la garganta.
Ambas películas se van de vacío. Da igual. Están absolutamente llenas de cine.
De ese que nos comprende y nos habla a todos los perdedores de la Tierra.
La ceremonia desde el punto de vista de espectáculo me pareció flojisima ¿ numeros musicales espectaculares? donde estaban Fernando?. Montones de canciones casi a pelo....
ResponderEliminarSiento no entusiasmarme con las 3 de moda: her, nebraska y philomena...que me gustan pero con moderacion.
Estare depre e insensible?
Gin tonic para comentar. Abrazos
Manu tenía razón. Nebraska es fantástica. Creo que es de las que mejor envejecerá de la cosecha norteamericana de este año
ResponderEliminarPhilomena es Judi Dench. Una actriz superlativa
ResponderEliminarNebraska está muy bien, pero creo que si hubiera rebajado el tono parodia en un par de momentos, sería aún mejor.
ResponderEliminar