Ponerse estupendo con las estrellas de calificación a
cualquier película que se alimente de los libretos de Shakespeare es una
tendencia que ya debería empezar a revisarse. El bardo es genial, no vamos a
discutir eso a estas alturas, pero sus tramas y diálogos valen para según qué
cosas.
No basta con tener la feliz idea de trasladar la intriga
amorosa a tiempos actuales, vestir de traje y corbata a los protagonistas,
hacerlos llegar en coche de alta gama a la casa donde se desarrollarán las
situaciones y filmarlo todo en blanco y negro, incluyendo piscina, canciones
pop y copas de cóctel.
Sobre todo, porque la idea no es tan feliz. No existe una sola razón favorable para hacerlo (salvo la del
ahorro presupuestario), cuando lo que muestra esta fórmula no es la vigencia de
la obra sino su lejanía insalvable. Quizá si el director Joss Whedon hubiese tenido en
cuenta que los hechos suceden en la siciliana Mesina, esa "guerra" recién
terminada, los hombres enchaquetados, el hermano intrigante y la novia en
entredicho hubiesen aguantado un salto de siglos. Y Benedicto hubiese brillado como un original consigliere.
La he visto, a pesar de tu crítica.
ResponderEliminarEl que hace de Benedicto es clavao a Pierce Brosnan de joven ¿no?
Sí que se parece, sí.
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