A estas alturas del partido, mis patillas, las guías de mi bigote y casi toda mi perilla se han vuelto prácticamente blancas, aunque nadie me haya helado todavía el corazón. Lo que quiero decir es que he visto TODO el cine de Disney. En pantalla grande, televisión, Beta, Vhs, Dvd o Blu Ray: sus clásicos, sus películas de declive, su remontada musical y su entrada en el 3D en paralelo a Pixar.
La capacidad en la producción y comercialización de sus títulos, por completo insuperable, hace de cada nuevo estreno un triunfo que solo la propia Disney puede juzgar con tibieza en algunos casos en los que su recaudación no gana por aplastamiento. Pero ese no será el caso de Frozen, que ha estrenado en España en el momento justo, con su propio espacio después de Turbo y antes de Futbolín y un puente goloso para ella solita.
La pericia técnica de esta película esta fuera de discusión. No se puede animar mejor. Basta esperar el gag posterior a los créditos para hacerse una idea de cuántos profesionales han contribuido a que esto sea así. Lo que pasa (a lo mejor son las canas) es que yo veo a las dos princesas protagonistas y me imagino de inmediato a las muñecas de la sección juguetera, con ese tufillo a heroína japonesa tipo Candy Candy, adaptada al toque Barbie que necesita el merchandising de la casa.
Para que la cosa no cante tanto, vuelven las canciones. Pero lo hacen con un concepto empeorado que no las utiliza como sustitutivo optimista de la elipsis, sino interponiéndose en la narración en la línea de Los Miserables, hablo, canto, vuelvo a hablar, vuelvo a cantar. Hasta mi hija juzgando la película positivamente empezó diciendo "tiene mucha música, pero aún así está bien".
Sobre todo por el muñeco de nieve (que triunfará también estas Navidades en las tiendas y los restaurantes de comida rápida con pack infantil). De hecho, el cortometraje que publicitaba la película, en el que solo aparecían el muñeco y el reno, es sin duda lo mejor de Frozen sin formar parte de ella.
Con secundarios como estos, Disney seguirá triunfando, aunque tenga el corazón helado.