Una agorafobia global y dos hombres con distintos asuntos personales que resolver. Una gran ciudad degradada por la epidemia, que hay que cruzar a la fuerza para resolver esos asuntos.
Eso es todo. Así de sencillo. Así de sugerente. Así de expuesto.
Eso es todo. Así de sencillo. Así de sugerente. Así de expuesto.
Los hermanos Pastor han vuelto del lugar donde estas cosas se ruedan por docenas y han convencido en España a un puñado de productoras e instituciones de que no hacer cierto tipo de cine expresa, en realidad, el mismo miedo a salir al exterior que narra esta película. Y ha colado.
Aunque la necesidad real de montar la versión para España del apocalipsis sin Luis Ciges no esté del todo clara, el resultado de Los últimos días es notable porque, fiel a su modelo, durante la mayor parte del metraje la historia va al grano y se narra en ascenso. Porque los escenarios, ambientes y situaciones se mueven con bastante tiento entre la espectacularidad a pequeñas dosis, la intriga moderada, la violencia justa y el intimismo cuando toca. Todo puesto al servicio de la lógica interna del relato. O dicho de otro modo: los personajes y su peripecia interesan.
Pero lo malo de pasar por crítico es la agorafobia que se padece a salir del cine sin antes listar las pegas, mientras suben los títulos de crédito. Y esta película, esforzada, interesante y amena, a mi juicio tiene algunas (aparte de la adopción de un género ajeno ya bastante sobado).
La primera de sus flaquezas se produce en la elección del reparto, porque Quim Gutiérrez se queda un poco corto ante un José Coronado descomunal en presencia, en tono, en gesto y en voz. Cada película que pasa, Coronado está mejor y aquí sujeta cada secuencia en la que interviene. Hubiera necesitado a un oponente con más cuajo para compartir los riesgos de la oscuridad.
La segunda es que el guión, conciso y poco complaciente, pero previsible, apura algunos detalles que quizá no lo necesitan y descuida otros que hubieran podido compactar el conjunto hasta hacerlo rotundo.
La tercera es la música, reiterativa y demasiado presente, aunque idónea. Y la última es esa secuencia que está de más, y que no puede señalarse aquí.
Muy bien pensada, producida, filmada y dialogada, el impacto de Los últimos días no alcanzará los récords de Lo imposible, pero hará una excelente taquilla. Salvo que vuelvan a subirnos el IVA de sopetón y la gente deje de salir hasta a la calle.
Será el apocalipsis...
Será el apocalipsis...