El próximo viernes se estrenará Argo, dirigida y protagonizada por Ben Affleck. La película narra la historia de los funcionarios estadounidenses que, en el incendiado Irán de Jomeini,
salieron por piernas de su embajada y esperaron socorro en la de Canadá,
mientras el resto del personal era convertido en rehén. Como estaba claro que era solo cuestión de tiempo que los iraníes descubrieran, aún contando a dedo, la falta de
esos pocos que se habían escabullido, la Cía decidió tomar cartas en el asunto.
A primera vista, podría pensarse que solo es otro caso llevado al cine en el que el gobierno de Washington (y su agencia) velan por los suyos, cosa que no sé muy bien por qué irrita. A lo mejor es por el exceso de marines o fuerzas especiales equivalentes que suelen protagonizar este tipo de operaciones de rescate en pantalla grande cuando la cosa se hace en territorio hostil.
Pero aquí de eso no hay nada. Lo que hay es un sólo agente y su ingenio, ante un montón de altos cargos dispuestos a contemplar cualquier plan por absurdo que parezca. Y el del protagonista gana en esto de largo.
La verdad es
que Affleck rueda cada vez mejor, sus películas van subiendo peldaños y, si
sigue manteniendo el criterio, puede sustituir a Eastwood cuando
llegue el momento. Trepidante, cínica, llena de tensión y humor (a cargo de
esos veteranos Alan Arkin y John Goodman,
absolutamente geniales), apenas si le faltan tres o cuatro pinceladas que
fortalezcan algo más a algún que otro personaje y le sobran unos pocos abrazos
y aplausos de equipo, de esos que también nos irritan mucho.
Un producto
solvente, bien narrado, sobre un suceso que merece narrarse. Algo cada vez menos frecuente en Hollywood. No os la perdáis.